Capítulo 30.
Me tumbe de nuevo en el suelo, el olor a sudor y humedad era bastante incomodo, tanto que picaba la garganta, Fela se sentó de lado mío, y recargo su cabeza en mi hombro, pronto estaría dormida de nuevo.
Seguía dormida y la cabeza de Fela comenzaba a molestarme, desperté y talle mis ojos con la mano llena de sangre seca, la mire y gire a ver al cadáver de la chica, vi que había cambiado su color de piel, y que la sangre de su estómago empezaba a oler mal, al igual que los otros dos cuerpos, Ruth, la pequeña de cinco años se levantó del suelo y se acercó a mi quedando frente a frente, con su rostro inocente, percaté que triste también, levanto su brazo a señalar los cadáveres apilados en la esquina del vagón, yo gire a mirarlos y ella con su voz chillona e infantil me dijo — Ese de allá es mi padre y aún no despierta — Yo con la expresión neutra subí las cejas leves y asentí con la cabeza — ¿Por qué? —pregunto.
Titubee por lo bajo pensando mi respuesta — Bueno, no lo sé, quizás está cansado — mentí.
Ella sonrió — ¿Tu Sabes hacia a dónde vamos?
— No, niña no lo sé, ahora déjame dormir— conteste arisca, ahora yo era la que recargaba la cabeza en el hombro de Fela, trate de cerrar los ojos y dormir de nuevo pero no puede.
El tren se detuvo. Me di cuenta de esto me levante y asome mi cabeza por el hueco, estábamos frente a un capo con casas de madera, con vallas de picos que rodeaban todo su perímetro. Mi cabeza comenzó a pulsar y a pasar un millón de escenarios e imágenes en ella, gire a la derecha y estaban abriendo otros vagones sacando a las personas, yo metí mi cabeza de nuevo al vagón.
— ¿Qué está sucediendo? ¿Porque nos detuvimos? — me pregunta una mujer.
— Creo que llegamos — contesto otra mujer
Me incline y zarandee a Fela para que esta despertara, lo hizo de un salto — Llegamos — sentencie con temor en mi voz. Ella se levantó y el vagón de un salto y por fin abrió por completo los ojos.
— ¡Muy bien judíos, bajen, bajen, ya! — Dijo un chico el cual reconocí al instante, lo mire mientras todos comenzaban a bajar y creí que su nombre era Alaric, era imposible olvidarlo, por su culpa había caído ahí. Este ayudaba a las mujeres a bajar, tomo a Ruth y la bajo del vagón con delicadeza, fruncí el entrecejo.
— Hola pequeña, ¿Cómo te llamas? — pregunto con amabilidad mientras se ponía de cuclillas frente a ella.
— Ruth — contesto con inocencia. — Y tengo cinco — dijo levantado su pequeña mano, mostrando sus cinco dedos.
— ¡Cielos! ¿En serio? — dijo sonriente él. — Ya eres toda una señorita...
Ruth dio una sonrisa divertida, Alaric llevo su mano hasta dentro de su sacó, mi corazón se aceleró, abrí los ojos de par en par, de pronto saco un caramelo y una flor, se las entrego, la pequeña las recibió con alegría y yo suspire de alivio. Se levantó, él se acercó a mí que todavía estaba arriba del vagón y me ofreció su mano, lo miro de arriba a hacia abajo, dudo en hacerlo pero al final lo hago, doy un salto y caí al suelo de pie, hizo lo mismo con Fela y ella con su valija, de lado mío, me tomo de la mano y caminamos hasta donde nos ordenaron. Aun ignoraba donde estaba, seguí mirando mientras camine y vi una gran pila de ropa, la imagen perturbaba mis pensamientos — ¿Dónde estamos? — me susurro Fela al oído.
Yo me encogí de hombros en respuesta a su pregunta.
Gritos endemoniados se hicieron presentes.
— ¡Rápido, rápido, mujeres a la izquierda, hombres a la derecha! ¿Qué esperan? ¡Muévanse!
De pronto la madre jaló a Ruth, Fela seguía de la mano conmigo y unos hombres se aproximaba a nosotros, me quede helada y sin poder moverme, con cachazos, patadas y bofetadas, me abofetearon dos veces y caí al suelo, rápido me levante y mire a Fela forcejeando con un asesino por la valija. — ¡Dámela! — gritaba ese asesino.
Fela soltaba gemidos por la fuerza que ejercía, cuando la tome del brazo.
— Dale la valija, Fela! – Grite advirtiendo. En ese momento el asesino saco la revolver y le propino un cachazo en la boca, Fela se estremeció del dolor y suelto la valija, Fela se tocó la boca con las manos temblorosas y nos hicieron caminar en fila hasta arriba de un barranco.
Vi a Kurt Kretschmann caminar frente a nosotras con un látigo de metal en la mano. Podía ver a los hombres desvestirse desde abajo.
— ¿Que están esperando? — Grito — ¡Desvístanse! — Dijo con las esa voz grave gruesa que asustaba tanto. Yo me quede boquiabierta.
» ¿En serio, completamente? ¿Frente de todos ellos? ¿Frente de él? «
Y todas comenzaron a desvestirse lo más rápido posible. Yo me quede quieta unos segundos. Kretschmann le susurro algo al oído a Wilm y él se alejó, Camino hasta nosotras, podía sentir en ese momento él iba a golpearse, me tomo fuerte de la muñeca y caminamos hasta abajo con dificultad porque me estaba resistiendo demasiado. — ¿A dónde vamos?