La Sombra Del Holocausto.

Capítulo 42.


Si bien, pude aprenderme fácilmente todos los caminos de ese nuevo campo, en tan solo unos días de llegada. Sobibor era diferente a Treblinka, pues este estaba divido en tres campos; campo I, campo II y campo III, en cambio Treblinka solo en dos; Treblinka I y II.

Kurt junto con Alaric nos pusieron al tanto de aquellos campos y sus diferencias.

El campo I era el delantero, la parte más cercana a la estación de tren y con el espacio para las viviendas del personal soviético y alemán. Con una valla que le separaba del resto, estaban nuestras viviendas, solo de algunos de los prisioneros judíos y los talleres donde solíamos trabajar. 
El campo II. Era un tremendo infierno, ese era el lugar al que se llevaban a los prisioneros al llegar al campo y pasaban por las mismas condiciones en Treblinka, antes de ser asesinados: Se les despojaba de sus ropas, se les cortaba el cabello a las mujeres y se arrebataban sus objetos de valor.

El campo III era donde Kurt no dejaba que me acercara, era la parte más aislada. El decía que ahí habían cámaras de gas, jamás lo había escuchado, también estaban las fosas. 
Unos cuantos metros se unía este con el Campo II y el área de exterminio.

Estaban rodeado de los dos lados por alambre de espinos y camuflado con ramas de árboles para ocultarlo de nuestra vista. Había un camino, donde llevaban a las víctimas desnudas a las cámaras de gas tras ser golpeadas, y humilladas. Había un camino pequeño que se unía a las fosas.

A los tuberculosos, débiles para trabajar o los que simplemente llegaban muertos, los conducían directo por ese camino para ser aniquilados y lanzarlos.

Los cuartos de gas, estaba en el interior de un edificio de ladrillo, podía observarlos bien, para llegar a estos tenían que pasar por un sendero angosto y largo, al que algunos habían escuchado decir; El camino al cielo, un bello nombre para un horripilante lugar.

Los demás judíos estaban preparando bien nuestro escape, había escuchado decir que robaríamos armas para defendernos, yo simplemente dije que no opinaría y accederá a todo lo que se estuviese preparando.

―No voy a tocar un arma. ― Dijo una chica de lado mío. ―No voy a matar a nadie, nos convertiremos en ellos al matar inocentes.

Hice un gesto de molestia, y gire a mirarla. 
― Ellos matan inocentes, Nosotros vamos a matar culpables. 
― Matar, es matar, y es un pecado para los ojos de nuestro Dios.

― ¡Ya cállate, pedazo de basura! ― Grito Fela de pronto. ― ¡Si no eres capaz se escapar con los otros, entonces condénate aquí, sola pudriéndote!

Abrí los ojos como platos al escuchar expresarse así, sonreí sin ganas, y la chica aparto la vista a abajo.

Recordé rápidamente que tenía que decirle sobre aquella situación a Kurt, pero si lo hacía me tacharían de traidora y me matarían ahí mismo, entre bocanadas de aire, sentada ella pila de troncos, miraba hacia el bosque cerca de ahí, el olor a naturaleza y libertad se podía percibir en mis fosas nasales. De pronto, pensé en mi futuro y reconsideraba el escape una y otra vez. ¿Qué sucedería si moría en el intento? ¿Qué pasa si no lo lograría? Quedaría por siempre atrapada en ese lugar, esas preguntas estaban constantemente en mi cabeza, por arriba de los árboles el humo de los cuerpos quemados comenzaban a adornar el cielo, al igual que uno que otro ruidoso avión de guerra. Alguien me tomo de los cabellos y me levanto de los troncos con dureza. Refunfuñe de dolor, lo Mire de reojo por encima de mi hombro y los cabellos dorados brillaban con los rayos del sol.

Wilm.

―¿Duele como el demonio, verdad, Norah? ― Exclamo mientras aplicaba más fuerza en los dedos al apretar mi cabello. Me quede callada, de mi boca solo salían uno que otro gemido de dolor. ― ¡Ya! ― grite

―¡Ya! ― Repitió con arremedo. Pude girar solo un poco para encararlo, lo enfrente con ojos furiosos y lo próximo que hice fue escupirle en la cara, la saliva de mi boca salió expulsada con fuerza, hasta estamparse en la mejilla de Wilm, justo abajo del ojo, al sentir mi escupitajo en la cara el, con prisa me soltó, di un gemido mudo, se limpió la saliva de la cara y con expresión de disgustó y asco me abofeteo, esta vez puse firme los pies en el suelo y no caí, solo logró girar un poco mi cabeza. Voltee a mirarlo de frente con ojos restantes.

―Eres un infeliz.― Aclare sonriendo sin ganas y con los ojos cristalizados, la leve tos volvió haciéndome doler la garganta. ― Un día lo pagarás.

― Mientras tanto, Quiero que vayas a nuestro comedor, la que nos sirve de comer ya no funciona como tal.

Hablaba de nosotras como si fuéramos una vil escoba. Levante las cejas y limpie mis lágrimas. 
―¿Ya no funciona?

― Era una golfa. ―Exclamo serio revoloteando los ojos. ― Igual que tú, pero no creo que pueda servimos sin un brazo.― Sonrió de repente.

Apreté los ojos de disgustó y perturbación. ―Búscate otra, ― conteste dura. ― Yo no le serviré de comer a ningún cerdo como tú.

Wilm, furioso de nuevo y con el rostro enrojecido, me tomo del cabello otra vez y me acerco a él. ― Seguramente, quieres que le pase algo muy malo a tu soldadito de juguete ¿Eh? ― Amenazó. 
―¿Qué? ― Pregunte ceñuda y adolorida.




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