La Sombra Del Holocausto.

Capítulo 50.

Ya habíamos salido del bosque de Sobibor.

Con otro dolor bastante fuerte y grande tuve que dejarla, pues con Ruth muerta ya nada me detenía, una parte de mi alma se quedó y murió con ella, cada persona amada muerta se llevaba una parte de mí, le pedí a Yahvé que ya no murieran más amados, pues en ese entonces me quedaría sin alma, tenía que seguir, incluso sin Kurt, lo único que me tranquilizaba un poco era el saber que él sabía cuidarse muy bien solo. Y si, aun seguía creyendo en Yahvé, en Dios, aunque empezaba a dudarlo porque ¿Qué clase de Dios permitía tal aberración?

Tuvimos que caminar por mucho tiempo y muchas horas e incluso pude jurar que parecieron días, las plantas de mis pies
estaban raspadas y sudaba al por mayor, en el camino Alaric encontró un fusil cargado.

Tenía terror, necesitaba estar alerta y mirar a todos lados, sentía que en cualquier momento mi cuerpo recibiría otra bala, si eso pasaría no podría soportarlo más. Había pasado por mucho. Rápidamente pensé en mis abuelos y en tantas cosas que les prometí, les prometí sobrevivir y bueno... Es lo que estaba intentando. No podía llorar, tenía que tratarme todas mis lágrimas de dolor y sufrimiento mientras decía constantemente en mi cabeza; Haz que esto se detenga.

»Yahveh, hace mucho que no me dirijo a ti, pues deje de creer en ti, pero he tomado la decisión de volver a hacerlo, no del todo, solo un poco, ya que, si me escuchas lo haré definitivamente. Por favor, Yahvé, haz que esto pare de una vez, no me hagas dudar de ti ahora, mi fe ha vuelto y es lo único que tengo, he vuelto a creer en ti y no sé porque, pues haz sido ingrato con todos tus judíos, siento que la fe esta por derrumbarse. Nunca te he pedido nada que tu no puedas darme, más sin embargo lo que te he pedido nunca me lo has dado, te llevaste a mi familia, te llevaste a mi niña y ahora te pido, casi exigiéndote que no te lleves al amor de mi vida, cuídalo y ponlo en mi camino para que mis ojos tengan la grata satisfacción de volverlo a ver«

Mis ojos volvieron a mojarse. Ya estaba harta de llorar todo el tiempo, a todas horas y todos los días, sé que no podía hacerlo. Pero hay momentos en la vida que sencillamente no puedes evitarlo, ya estaba demasiado destruida y demasiado rota, solo quería matar a todo aquel que se me atravesará en el camino. Mis lágrimas mojaban las hojas de los arbustos, Alaric escucho un gimoteo mío y me puso atención. — Ya deja de llorar. — Dijo la misma frase y en el mismo tono en el que yo se lo había dicho algunas horas atrás, el aire frío se encargaba de secarme las lágrimas del rostro. — Lo siento. — Dije con la voz llorosa. — Fui muy dura contigo, si...pero... — El bajo la cabeza mientras acariciaba el fusil con la yema de los dedos. Tome aire y me solté a llorar con fuerza — Llorar es necesario todavía.

Solté el arma porque el dolor en mi pecho ya no era solo interiormente, si no físico también, el rostro de Alaric se retorció y este me abrazo con fuerza en tanto lloraba en su hombro, miraba de reojo las siglas SS en el cuello de su uniforme, di un alarido de profundo resentimiento. Alaric también lloraba, podía sentirlo pero no quería verse obvio, había escuchar decir a mi padre "Los hombres no lloran" Algo rotundamente falso pues en los peores momentos de la vida los hombres llegan a hacer el sexo débil, llorón y cobarde. Recordé las lágrimas de Wilm Goldschmidt arrodillado frente a mí y apreté más su hombro. Me separé de él y caminamos otros kilómetros hasta escondernos detrás de otros arbustos más grandes.

Llegamos hasta una casa pobre donde Alaric hurto comida junto con otro fusil. Ahora ambos estábamos armados, al doble. Nuestro destino era llegar a Varsovia, yo claramente creí que se estaba volviendo loco, no estaba de acuerdo, no llegaríamos, de ninguna manera había una explicación lógica de llegar a Varsovia a pie, sin comida, agua ni calzado en los pies. Sobreviví al gueto, a dos campos mata judíos ahora tenía que sobrevivir a eso.

— Tenemos mucho tiempo — dijo Alaric sentado de lado mío con el fusil en el antebrazo. — Tendremos que encontrar algún tipo de entretenimiento, como no hay muchas posibilidades, charlaremos.

— Estas demente. — Exclame en susurro detrás de un arbusto con mi arma en la mano apuntando al frente. — 

— ¿Eh? — Exclamo ceñudo.
— Estas demente si crees que llegaremos a Varsovia vivos.

El soltó una carcajada y dijo; — No te subestimes, jamás lo has hecho ¿Por qué hacerlo ahora?

Solté aire, bufando como un toro enfurecido. — ¿Cuánto vamos a tardar en llegar? Ni siquiera tenemos la noción de dirección, no sabemos si vamos al norte o al sur. ¡Oh a no sé qué!
— Ya cállate. — Escarmentó con la expresión cansada. — Y deja de refunfuñar, lo lograremos.

— ¿A qué quieres ir allá? Te recuerdo que toda Polonia sigue ocupada por nazis.

— No podemos quedarnos aquí. — Dio una bocanada de aire y se puso de pie.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.