La Sombra Del Holocausto.

Parte 7: Después de todo.

Capítulo 57.

Era sorprendente que aún echaba de menos estar en casa, sentarme en mi sofá de lado de mis abuelos, hojear los libros viejos de mi librero, tener ese aroma a te de hiervas que inundaba toda mi casa. En ese momento cerré los ojos con delicadeza, pase la yema de los dedos por la tierra húmeda y respire profundo y con facilidad el olor a ruinas, tierra mojada, destrucción y sangre se impregnaron en mi nariz, los lloriqueos del bebé ya no me molestaban, sentada y escondida detrás de una gigantesca roca de lado de aquel hombre que nunca quiso dañarme y sin embargo lo hizo unas cuantas veces, estaba en ese momento sujetándome la mano y con el arma en la otra, me levanto con fuerzas, me sacudió, y me hizo míralo a la fuerza. - Camina...Norah...- Dijo frente a mí, pero yo lo escuchaba como si estuviera demasiado lejos. - No puedo...respirar... - comencé hablar con la voz debilitada, me deje caer en los brazos de Kurt y cerré los ojos.

Todo lo que mis ojos alcanzaban a observar era un color tenue sin nada a mi alrededor, estaba en un sueño, un sueño profundo del cual tenía que despertar pero no podía, quería hacerlo con todas mis ganas. Sentía el cuerpo y mis extremidades cansadas, los labios secos y calientes, el estómago rugía con fuerza y abrí los ojos por fin, lo primero que vi fue el cielo, de ese color celeste claro inundado de esponjadas nubes y unos rayos de sol que no lastimaban, gire mi cabeza y pude contemplarlo desde abajo, estaba en los brazos de Kurt siendo transportada, levante la cabeza y el junto con los demás se detuvieron, sentía un dolor frenético en la cabeza, embozo una media sonrisa, acto seguido me bajo, mis pies tocaban la tierra otra vez, de nuevo quise estar dormida.


Estaba harta. Me susurre entre sollozos una y mil veces más. Kurt me miro neutro, acomodó un mechón de cabello atrás de mi oreja y beso mi mejilla.

Estaba harta de tanto caminar. ¿Cuánto llevamos haciéndolo?

Un año, me respondí, un año de escondernos en lugares donde las personas no nos quieren por ser lo que éramos. Estaba por dejar de creer en el »Ya casi llegamos«. De Alaric.


Mi pregunta constante era ¿A dónde? ¿Hacia dónde vamos? ¿A dónde nos dirigimos? ¿Acaso ellos sabían cuántas ganas había tenido de desertar y yo misma darme un tiro en la cabeza? Pero sé que no era la única que se sentía de esa manera, pero acaso, ¿Alguien más que no sea yo se ha sentido desesperada sin poder hacer nada al grado de querer matarte tú misma? De tomar una roca e impactaría contra tu cabeza porque sientes que ya es suficiente con todo lo has pasado, con todo el sufrimiento y la culpa taciturna que vive clavada en el pecho y no quiere salir.

¿De verdad, alguien más se ha sentido de esta manera?

Claro que sí, no podía ser la única persona miserable en el mundo y menos en el centro de una guerra.

Tome una bocanada de aire, solté un suspiro doloroso uno de muchos suspiros dolorosos que he soltado, Kurt me tomo de la mano y seguimos el camino. Entonces supe lo cual cansada estaba de seguir huyendo y de no llegar a ningún lugar.

- Yo también estoy cansado. - Dijo Kurt de repente al mirarme como si este me leyera el pensamiento. Sonreí sin humor.

Cuando mire al frente mis ojos se llenaron de una quizá esperanza nueva, estábamos llegando a lo que algún día fue un lugar tranquilo, en ese momento eran edificios y casas mutiladas por mitad, las calles vacías porque la gente aun temía al salir, no era Varsovia eso fue de lo único que estaba segura, era un lugar donde solo las almas de los difuntos estaban presentes recibiendo nuestras llegada. La mano de Kurt me abandono, Irenka con su criatura en brazos y con la cara crispada se colocó temerosa detrás de mí. Cargo el fusil y caminos con cautela hasta llegar a un lugar de frio y escondido.

Abril, 1945.

Como pasaban los días el espíritu de Alaric se iba entristeciendo poco a poco, dejó de comer, dejó de beber y de fumar cigarrillos robados, dejó creer y dejo de luchar pues su otra mitad estaba quien sabe dónde, sufriendo terribles cosas o quizá ya había estado muerta. Alaric entendió demasiado tarde que en realidad si quería a Fela con toda su alma, y quería regresar, regresar a buscarla y tenerla otra vez frente a ella, pero era algo imposible retroceder un camino ardo que ya habíamos recorrido con tanto esfuerzo, creí que cualquiera momento la melancolía lo mataría, le pedí a Yahvé que le diera fuerza de voluntad y que el dolor que sentía lo ayudará a seguir en vez de morir. Sentía tristeza por el al escucharlo llorar todas las noches con frenesí y aferrándose a la idea de algún día podérsela encontrar en su camino. Ninguna palabra o expresión hacían que Alaric sonriera otra vez y por otro lado un bebé seguía creciendo más y más y por lo tanto más difícil de cargar, sentía que era la hora de cada quien tomar su camino.

Ya era mil novecientos cuarenta y cinco, ya habían pasado seis años y aquella guerra igual que mis ganas de vivir iban pareciendo. Seis años de la muerte y la desaparición de mi hermano y aún me seguía doliendo como ese día, mi arma tenía pocas balas, la estaba guardando para algo realmente importante, aun había alemanes en las calles y por las avenidas los banderines rojos con el símbolo odiado en el centro aun adornaban, no podía saber en dónde habíamos estado escondidos pero de algo estaba segura, era una ciudad demasiado alejada de Varsovia, caminamos durante casi un año, supuse que nos alejamos mucho.




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