La Sombra Del Holocausto.

Capítulo 60.

«Abre los ojos de una vez por todas, Norah, que está es la última vez que me veras...»

Sentía un dolor frenético en la parte de los hombros, estaba durmiendo tan satisfactoriamente que no quería despertar, pero estaba acostada de una forma en la que me sentía un poco incómoda, las sabanas que cubrían mi cuerpo comenzaban a enfriarse, entonces me rendí y los abrí. Estaba en un sitio con paredes blancas por completo, todo era tan tranquilo que me dio cierta paz, apreté entre mis manos las sábanas blancas y suspire de lo bien que me sentía, frente mío estaban dos camillas, me mire el cuerpo y me di cuenta que estaba en una, con una cánula entre mis narices, me comenzaba a dar picazón, levante la mano derecha y la quite se ahí, mi mirada se desvió hacia mi antebrazo que tenía puesto un catéter con un conducto de suero transparente llegar hasta allá. Fruncí el ceño al querer levantarme sin lograrlo, un dolor Punzante comencé a sentir. Frente y de lado mío los enfermos de las camillas no estaban despiertos. Mi pulso empezó a acelerar de preocupación, me senté en la camilla y mis pies colgaban de esta. Quise arrancar el catéter del antebrazo cuando la puerta se abrió, rápido y son que ella se diera cuenta volví a acostarme. Era una enfermera. 
- Buen día - Dijo sonriente expresando una sonrisa con un labial rojo.
Suspire y la mire con cautela, los ojos entrecerrados y el pulso acelerado. - ¿Dónde estoy? - Fue lo único que puede decir mientras el pecho que cosquilleaba.
- Usted está en un hospital - Contesto aun con la sonrisa.

Trague saliva amarga y dije. - Me tengo que Ir — Dije con temor, me descubrí, arranque por fin el catéter del brazo bruscamente, este comenzó a sangrar. Di un pequeño gesto de dolor al arrancarlo.

— ¿Qué? — Grito deteniéndome. Gemí de dolor en el pecho. — No, no puede, recibió dos impactos de bala. 
— ¿Dónde está el? — pregunte con la voz temblorosa. 
— ¿Quién? 
— Fui herida con alguien más. ¿Dónde está? 
— No me han informado nada, sobre su compañero, solo soy enfermera. 
— Tengo que irme, a buscarlo. 
— No, la autoridad se encargara de eso.

Algo frio me pasó por la espalda, temblé de terror y la enfermera seguía sin dejarme levantar. Volví a tragar saliva — Con más razón tengo que ir a buscarlo. ¡Van a matarlo y si yo me quedo también van a matarme! 
— ¿Porque harían eso? — dijo confunda y alarmada.

— ¿Está jugando conmigo?— Exclame molesta. — Somos enemigos del estado, van a matarme si me encuentran.
Ella sonrió con ternura. — ¿No lo entiende, verdad? 
Mi pecho subía y bajaba con agresividad, entonces fruncí el ceño, me soltó de los Brazos, volvió a sonreír, limpia la sangre de mi antebrazo y se sentó en la silla de enfrente.

— Ya acabo.

Dijo escogiéndose de hombros y levantando una ceja aliviada. Fruncía el entrecejo y seguía preguntándome de que rayos me estaba hablando, mi pecho comenzó a tranquilizarse pero el cosquilleo no terminaba.

— ¿Que acabo? — Pregunte cuando mi voz comenzaba a oírse rota y mis ojos llorosos.

— La guerra.

Pase segundos sin decir nada y en el silencio se podía escuchar mi sentir, moví la mirada un poco, mire de nuevo a la enfermera y ella asintió, el aire de mis pulmones se fue por unos segundos, y sin poder decir ni una sola palabra, lleve con suprema e inefable sonrisa mi mano a cubrirme la boca y entonces fue cuando di un suspiro, el suspiro más largo y aliviado que pude dar en toda (en ese entonces) mi corta vida, solté el suspiro acompañado de los traidores de mis ojos que me jugaron mal de nuevo y se mojaron, apreté los dientes, la mandíbula y la mano desocupada contra las sabanas, entonces solté un grito en el cual este se liberará ron, mi sufrimiento, mis amarguras por fin el ser prisionera de un país donde viví por veintiún años de existencia, que en ese preciso momento me di cuenta cuanto tiempo había pasado, seis años de guerra y yo con veintiún años encima, me sentía una anciana tonta y rota. Estaba a un paso de ser libre.
Lloraba sin poder humano logrará detenerme, lloraba sin cesar y sin detenerme, lloraba como nunca y de una manera nueva, una sonrisa llorosa en el rostro de la enfermera se hizo presente, se levantó y tomo mi mano que apretaba la sabana. — Término. .. Por fin — Dije entre mis ojos llorosos llenos de sentimiento, la enfermera acarició mi cabello despeinado por todos lados y se contagió de mi sentimiento — ¿Qué día es hoy? — Trate de calmarme, tome aire y por fin ella entendió lo que dije. Se separó y volvió a sentarse frente a mí. — Nueve de diciembre... De mil novecientos cuarenta y cinco.

Entonces estaba en lo correcto, ese mismo año cumplí veintiún años, pase seis años en guerra, luchando contra algo que sinceramente nunca creí que acabará, pero por fin acabo, carraspee la nariz limpie mis lágrimas con la sábanas blancas y le dije; — ¿Dónde está el? — Mi insistencia seguía me descobije y otra vez, iba a levantarme pero ella me detuvo. — ¿Quién? ¿El hombre con quien te encontraron? 
— ¡Si, donde está, quiero verlo! 
— Creo que eso no se va a poder.
— ¡Quiero verlo ahora! — Dije altanera.




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