No podía esperar más, me miraba al espejo. ¿Esa soy yo? Por supuesto que era yo, el corsé estaba tan apretado que ahí se quedaron atoradas mis ganas de romperme a llorar, creí que en cualquier momento iba a dar un paso en falso y caerme, era demasiado largo, un vestido de novia muy hermoso para una chica tan ordinaria como yo, parecía una princesa, trague saliva y di media vuelta.
Verlo ahí parado y yo caminando hacia a él provocaba que mi pulso se acelerará a proporciones extremas, cuando mire a mi lado me di cuenta que caminaba sola al altar sin nadie que me llevara de su brazo, cambie mi sonrisa y baje la cabeza di un suspiro doloroso al recordar a mi padre y trague saliva para que l no se diera cuenta de lo que había pensado hace algunos segundos, mire alrededor y el sitio estaba vacío sin nadie sentado en las bancas, sin nadie que nos mirara con largas sonrisas y lágrimas de felicidad en los ojos, suspire y cuando sin darme cuenta ya había llegado al altar. Me pare frente a él que me sonreía con consuelo, sabía que él pensó lo mismo cerré mis ojos con profundidad.
El estar casados no nos limitó a ir cada catorce de octubre a lo que fue sobibor, que ahora no es nada más que un bosque, pero sabía exactamente en donde descansaba mi pequeña niña, cada catorce y sin falta solía ponerle una flor y un caramelo donde yo la enterré, después de la visita de mi Ruth solía ir a visitarlos a ellos, era la visita más dolorosa que podía hacer, mis abuelos y mis padres, solía acariciar las lápidas con tanta delicadeza al grado que sentía que podían romperse si hacia un movimiento brusco.
En cuanto los desaparecidos. Nunca más volví a saber una noticia de mi hermano, no sé qué pudo haberle sucedido, varias teorías aun corren por mi cabeza de las posibles cosas que hubiesen pasado, no sé si sobrevivió o si murió cuando escapó del tren.
Gastamos dinero y esfuerzo en buscar a Fela y Alaric, pero mis fuerzas y mis esperanzas iban disminuyendo cada vez que me daban noticias negativas, ese dolor de no saber de ellos estaba deprimiéndome demasiado, hasta que un día dejamos de buscarlos, Veinte años después Fela y Alaric aparecieron en el umbral tocando mi puerta, Alaric la había encontrado y huyeron a américa, se casaron y tuvieron dos niñas y tres niños, las cuales dos de ellas las llamo Ruth y Tessia, igual que las mías, ya era completamente feliz. Alaric y Kurt trabajaron juntos mucho tiempo y consiguieron vivir a lado de nosotros, en Brooklyn.
El día en que mis penas ya habían cesado me mire al espejo y era una persona diferente, mis cabello rojizo brillaba, mis dientes eran perfectamente blancos, mis pestañas grandes y tupidas y una delgadez aceptable sonreír con lágrimas en los ojos y con seguridad en voz alta Sn importar quién me escuchará me dije;
Soy Norah Von Drachenberg Polansky, cumplo años el veinte de octubre sobreviví a una masacre, dos campo de exterminio, me uní a una resistencia, me enamore de un nazi y siempre seré una judía.
El Presente.
1 de marzo, 2016.
Me miro al espejo, vaya que he cambiado, cualquiera diría que soy más joven de lo que en realidad soy. Mi cabello es blanco, mis ojos fueron atacados por las arrugas ya hace algunos años, a veces suelo olvidar los nombres de mis nietos, creí que siendo una anciana podría olvidarme de lo que un día me paso, pero es imposible, puede que olvide con recurrencia pequeñeces, pero nunca se me ha borrado de la cabeza lo que sucedió hace setenta y siete años ni un solo detalle, me sonrió al espejo y digo mi nombre, camino hasta el sofá en donde mis doce nietos y cuatro bisnietos me esperan alrededor de la sala con cara de entusiasmo. Mis cuatro hijos; Ruth, Tessia, Francis y Kurt, haciendo un muladar en mi cocina. Mi hijo el más grande tiene sesenta y nueve años, mi nieto el más grande cuarenta y ocho y el bisnieto más grande, veintinueve.
Estoy aquí, viviendo una enfermedad que se llama vejez, siempre que ellos vienen de visita quieren que les cuente todo aquello sin que ellos sepan lo que en realidad se significa ese relato para mí, ahora ellos saben que existió una mujer a la cual le arrebataron y destruyeron su vida en un segundo, mataron su hogar, a su familia y mutilaron completamente su felicidad y aun así ante todo esto sobrevivió a una guerra fría y despiadada, se enfrentó a esta, mato sin la intención de malicia que en ese momento estaba cegada por la venganza y el odio, que se atrevió a sentir amor hacia el hombre que no debía, un hombre imposible ante los ojos de la sociedad, un amor que nunca fue ni ha sido perfecto, siempre existía una discusión por la cual pelear, sin embargo hoy aquí sentado en el sofá de mi lado y tomando mi mano como lo ha hecho siempre, está mirándome aquel hombre que solía llamarme judía malagradecida está aquí, con sus ojos color esmeralda y su hermoso cabello negro como las alas de un cuervo ya se ha ido y ha sido remplazado por cabellos blancos, tan blancos como las nubes del cielo que sueles mirara todos los días, la impresionante fuerza que solía tener desapareció, su cuerpo se ha debilitado y su rostro tan pálido y bello se ha llenado de arrugas, sus sienes aun saltan cuando está molesto, lo que me gusta más es que ese verde esquisto de sus ojos se ha conservado y que todavía me enamoran cada mañana que me levanto y es lo primero que miro. Esa actitud de superioridad y egocentrismo aún no se ha ido y no quiero que lo haga, en el instante de que eso suceda dejaré de quererlo, lo digo con tanta seguridad porque se nunca pasara, llevo setenta y siete años conociéndolo, jamás sucederá.