La Sombra del Legado

Capítulo 6: Verdades Ocultas

La tarde había llegado y el Palacio de Beaumont estaba envuelto en un aire de expectativa. Isabella se sentía atrapada entre el deber familiar y la creciente conexión con Victor, un joven que desafiaba sus normas y cuestionaba la narrativa que había estado moldeando toda su vida. Después de la inmensa tensión de su encuentro, ella sabía que debía actuar rápidamente para desentrañar los secretos que amenazaban tanto su futuro como el de su familia.

Mientras se preparaba para la cena, sus pensamientos estaban llenos de incertidumbre. Isabella se miró en el espejo, intentando encontrar algo de fortaleza en su reflejo. Las luces del palacio iluminaban su rostro, pero en su corazón sabía que la oscuridad también lo tocaba. La verdad sobre los acontecimientos de la gala seguía siendo un misterio, y la voz de su madre resonaba en su cabeza.

Con un suspiro, abandonó su habitación, dispuesta a buscar respuestas. Al salir al pasillo, su mente divagó entre recuerdos de infancia, momentos de felicidad en compañía de los nobles que visitaban su hogar. Sin embargo, todo había cambiado; los días de inocencia se habían perdido, sumergidos en un mundo donde la lealtad y el poder dictaban el rumbo.

A medida que se acercaba al comedor, vio que las luces titilaban en la gran sala, destellos llenos de lujo y promesas vacías. Los nobles comenzaban a reunirse, sonrisas en sus rostros que ocultaban intenciones maliciosas.

Su madre la aguardaba en la mesa, sentada con la mirada fija en la puerta, como si esperara que Isabella apareciera con la firmeza que le había estado demandando.

—Necesitamos hablar ahora. —sentenció la condesa en cuanto su hija tomó asiento—. La situación con los Davenport se ha complicado.

Isabella sintió que su corazón latía fuerte. Debía estar lista para el diluvio de información que iba a recibir, así como para enfrentarse a las manipulaciones que estaban por venir.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, su voz sonando firme a pesar del torbellino que azotaba en su interior.

—He recibido noticias de que la señora Davenport está buscando forzar una unión más rápida. Quieren convertir este compromiso en algo irrefutable. —La condesa tomó un sorbo de vino, sus ojos llenos de preocupación.

Isabella se sintió incómoda. La idea de que las decisiones de su futuro estuvieran siendo manipuladas alimentaba su furia.

—¿Y piensas que debería aceptar esta amenaza? No voy a ser parte de esto. —replicó, sintiéndose más decidida.

—No puedes tomar decisiones sin reflexionar. La familia Davenport tiene el poder y las conexiones. Un rechazo expone a nuestro linaje en una situación vulnerable. —la madre argumentó, su tono cargado de ansiedad.

Isabella frunció el ceño, sabiendo que su madre había tenido razón en un punto: las decisiones impulsivas tenían sus consecuencias. Pero el deseo de luchar por su propia vida la inyectaba de energía.

—No dejaré que me manipulen. No permitiré que este matrimonio sea un sacrificio a un legado que no construí.

La discusión se intensificó, y la tensión era evidente. A su alrededor, los nobles comenzaban a interrumpir sus conversaciones y miradas curiosas se dirigían hacia ellas. El murmullo aumentaba, como un eco que indescriptiblemente se esparcía entre los presentes.

Mientras la cena avanzaba, Isabella notó que Victor estaba presente, observándose a los ojos de su madre, y un atisbo de complicidad brotó en el aire. Aunque la tensión seguía latente, la perspectiva de formar una alianza entre ambos equipos empezaba a parecer una posible consecuencia de sus elecciones.

Victor levantó la vista, y su mirada se entrelazó con la de ella por un instante, intensificando la conexión que ambos compartían. Cuanto más lo miraba, más elegía descifrar entre el dolor y la posibilidad de un nuevo futuro.

La cena incluyó discursos de nobles, mientras la condesa le sonreía a Victor y a las personalidades más cercanas en el entorno. Isabella sabía que su madre, al ser una de las figuras prominentes de la alta sociedad, estaría utilizando esa cena como una plataforma para asegurar alianzas y fortalecer la reputación.

Durante el desarrollo de los platos, Isabella sintió una creciente inquietud. Sabía que los intercambios entre los nobles no eran casuales; cada risa escondía retadoras decisiones en el fondo. Cuánto tiempo tendrían que esperar antes de intuir hacia dónde se dirigía esta trama.

Sin embargo, mientras el diálogo continuaba entre los invitados, ella tuvo la necesidad de aclarar el ritmo en que sus pasos convergían y los propósitos que esto facilitaba.

Después de la cena, Isabella decidió que era momento de unirse a Victor, lejos de las miradas inquisitoriales. Lo encontró en el jardín, donde se acurrucaba tras una fuente iluminada por antorchas, una hermosa y acogedora neblina envolviendo el espacio.

—Isabella. —dijo Victor, su voz cálida—. Quieres saber cómo podemos asegurarnos de que todo avanza en la dirección correcta.

—¿Cómo puedes decir eso en este momento? —preguntó ella, frunciendo el ceño. —La presión es tal que podría estallar en cualquier momento.

—Eso es precisamente lo que necesitamos. Tu fuerza es lo que me atrae. Eres más de lo que esperé. —Victor sonrió, su expresión volviéndose seria. —Podemos unir nuestras fuerzas para enfrentar esta tormenta. Si abordamos esto como un equipo, la balanza se inclinará a nuestro favor.

Isabella sintió que había algo en sus palabras que la atraía. No solo era su belleza y encanto, sino la forma en que utilizaba su inteligencia en el juego de poderes que siempre había rodeado su familia.

—¿Qué propones en concreto? —preguntó, deseando encontrar en él respuestas firmes que purificaran su destino.

—Podemos congregar nuestras voces, reunir a nuestros amigos en la nobleza y asegurarnos de que nadie tenga la audacia de desestabilizarnos. Lo que ha quedado expuesto es solo el comienzo. —Victor llevó su mirada hacia el horizonte.




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