La Sombra del Magnate [2]

Capítulo 6

Capítulo 6

 

Aurora Flecher

Lo oscuro del cielo podía verse a través del cristal de mi ventana.

Llevé una de mis manos hacia la mesita de la noche en la cual tenía mi celular, lo tomé, lo encendí, entre cerré los ojos por la iluminación en la pantalla y como pude vi la hora: cinco y dos de la mañana.

Puse mis ojos en mi hijo, el cual yacía a mi lado durmiendo tranquilamente, besé su frente y acaricié una de sus mejillas.

Moví mis piernas, saqué una de la cama, la trasladé al suelo y una pequeña mueca se formuló en mi rostro al sentir el frío suelo de la habitación y al sentir aquello bajé la otra pierna de la cama.

Me fui al baño, cepillé mis dientes y por unos largos segundos me quedé viendo mi reflejo en el espejo.

Tengo sueño — Pienso.

Salí del baño y me trasladé a la cocina, pasando el pasillo pude percibir un olor delicioso.

—Buenos días — digo sonriendo.

Un Harris sonriente respondió— Buenos días.

Alcé las cejas y me quedé observando cuidadosamente su delantal, de un momento a otro una gran risa brotó de lo más profundo de mi garganta.

— ¿Y ese delantal? — pregunté en medio del ataque de risa.

Él sonrió y dijo— Lo compré antes de venir para acá — lo miré — Lo vi, me inspiró, y lo compré.

Volví a reír.

A Harris no se le da bien el cocinar, aún recuerdo cuando intentó hacerlo hace unos meses.

Abrí la puerta de la casa y fruncí el ceño al percibir el delicioso y exquisito olor que me hacía pensar que un gran conjunto de chefs se encontraba en mi cocina, utilizando especias saludables y aromáticas para crear un elegantísimo platillo.

Cuando viene a ver dejé una de las ventanas abiertas y ricos aromas de la cocina de mi vecina se han colado hasta aquí — pensé.

Terminé de entrar a la casa, puse mi calzado y cartera a un lado y me senté en el mueble.

Miré a mi izquierda y sonreí al ver un pequeño peluche de mi hijo Aleph. En la mañana le había pedido a Johanna; la chica que me ayuda con Aleph que lo llevara a comer helado y se asegurara de que pasara una bonita noche, pues hoy debía llegar un poco más tarde, tenía que encargarme de unos cuantos compromisos.

Suspiré y llevé mi cabeza hacia atrás, intenté relajarme, pero no lo logré. Un ruido proveniente de algún lugar de la casa interrumpió mi intento de relajación.

—¿Qué fue eso? — fruncí el ceño.

Esperé unos segundos antes de levantarme, pero me terminé por alarmarme cuando volví a escuchar el mismo ruido.

Me levanté del mueble y me fui corriendo hacia la cocina, el ruido al parecer provenía de ahí.

Llegué allá con el ceño fruncido, pero, así como llegó el ceño, así se fue.

Me encontré con mi novio Harris, con un delantal, una cuchara en una mano y en la otra un plato.

Él me miró horrorizado.

— Hola cariño — me dijo.

Yo sonreí y respondí a su saludo — ¡Hola!

Me acerqué a él y deposité un beso en sus labios.

— ¿Cómo te ha ido? — preguntó.

— Eh... Diría que bien — entre cerré los ojos.

— ¿Dirías? — enarcó una ceja — No te escuchas muy segura.

Me reí — ¡Ay, no sé qué decir! — dije — ¿Cómo te fue a ti?

— Me ha ido bastante bien — sonríe — Tanto que decidí preparar una deliciosa cena para ambos.

Alcé las cejas, sonriente.

— ¿Necesitas de mi ayuda? — dije dulcemente.

— No, no, no — alzó dos de los dedos de su mano y los movió de acá para allá, asiéndome saber su desaprobación.

Reí con su rostro.

—Vete a sentar en la mesa y espérame ahí — me dijo.

Yo sonreí y seguí su pedido.

Me senté en una de las sillas de la mesa y esperé por Harris unos minutos y pasados estos, lo vi llegar con dos platillos blancos con unas divinidades como contenido.

Harris dejó los platillos encima de la mesa, puso uno en mi espacio y uno en el suyo, luego me cedió un cubierto haciéndome entender que probara su sazón.

Sonreí y luego dije — Alguien me ha sorprendido — lo miré.

Probé cuidadosamente el alimento, pero...

Respiré.

Mastiqué.

Me lamí los labios.

Su sabor es...

—¿Y? —Pregunto Harris sonriendo.

Tragué.

Uno de mis ojos parecía querer cerrarse, pero ponía todo mi esfuerzo por que no lo hicieran.

Ansiaba tomar, aunque sea una gota de agua. El nivel de sal que habían percibido mis papilas gustativas era... increíble.

—No te gustó — el rostro de mi novio se oscureció — ¿verdad? — preguntó cabizbajo.

—Sí, sí me gustó — dije — Solo estaba tomándome mi tiempo mi amor — le sonreí — está muy bueno, huele delicioso y sabe muy bien — sé qué puso todo su esfuerzo en hacer esta cena para mí y de verdad, no me da el corazón para decirle que...

No puedo...

—¿Cómo se llama este platillo? — pregunté

—Aún no tiene un nombre definido, porque lo inventé, pero estoy pensando en ponerle como tú — me dijo dulcemente.

Algo dentro de mí gritaba de felicidad.

Es tan lindo, tanto por fuera como por dentro.

—Aurora — me dice serio.

—Dime.

—Tienes que ser sincera conmigo — lo miro.

—pero lo estoy siendo — sonrío.

—Es enserio — alza una ceja — no progresaré si no me dices.

Suspiro.

Dios, ayúdame.

—Solo estuvo un poquito salado, pero solo un poco, no mucho — le digo y sonrío al final.




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