La Sombra del Magnate [2]

Capítulo 9

 

Capítulo 9

 

Aurora Flecher

Una de mis pacientes sale de la estancia y frunzo el ceño cuando siento mi celular vibrar, lo tomo y mi corazón da un vuelco al ver aquel nombre en la pantalla.

«Alexander»

Respiro hondo, acepto la llamada y luego pongo el celular en mi oreja.

— Hola — digo.

— Buenas tardes — su voz — me gustaría ir a buscar a Aleph esta noche, quedarme con él y llevarlo al colegio mañana. ¿Es posible? — me pregunta.

Sonrío.

Tiempo padre e hijo.

— Sí, es posible. ¿A las ocho? — inquiero.

—¡Auch! — escucho un quejido a lo lejos.

Por un momento me preocupo, pero el sentimiento se va cuando escucho una voz femenina.

—¿Qué sucede? — escucho.

— Nada Azul, solo me pinche un dedo.

¿Azul?

«Entonces, es cierto»

— Ahí estaré — me dice.

Iba a responder, pero el padre de mi hijo ya había colgado.

«Azul»

Aquella palabra queda en lo más profundo de mi mente.

Suspiro.

Aleph se sentirá muy feliz al saber que pasará la noche con su padre.

Sonrío.

Miro el reloj que yace en mi muñeca, suspiro y me levanto del asiento de color negro.

Mi jornada ha acabado.

— ¿Doctora? — la voz de una de las enfermeras capta mi atención.

—¿Sí? — digo.

— Le han enviado este sobre — me dice.

Miro el sobre marrón en las manos de la enfermera y lo tomo.

—¿Quién lo dejó? — pregunto.

— No me han dicho — responde y se retira.

Aprieto los labios.

Sostengo el sobre y me extraña que no tenga ninguna etiqueta.

Abrí el material, saqué un papel blanco de su interior y solo me encontré con unos números en uno de los extremos de la hoja.

13/06

«¿Y esto qué?».

Busco mis cosas y las entro en mi cartera.

Mi jornada ha acabado.

 

Santo Domingo / República Dominicana.

Cristóbal Lombardi

Estaciono el auto frente a un lugar de comida y junto las cejas cuando mis ojos se posan en una palabra bastante desconocida para mí.

«Yuca»

¿Qué es eso?

Salgo del auto y al salir cierro la puerta.

Veo a Martina ayudando a su abuela a servir las distintas comidas desconocidas para mí.

Hay muchos clientes.

—¡Cris! — Martina.

Sonrío.

En su rostro una bella sonrisa se dibujaba, su cabello lucía oculto por lo que parecía ser un pañuelo azul y en sus manos unos guantes se presentaban.

Camino hacia ella.

Entro a la estancia y la mayoría de las personas pone sus ojos encima de mí — Buenas noches — digo en español.

—¿Lo habré dicho correctamente? — pienso.

Los brazos de Martina llegan a mi cuello y los míos van hasta sus caderas.

«Te he extrañado» — lo pienso más no lo digo.

— Bella la mía — susurro para ella.

Bella mía.

— Me hace feliz verte — me dice — ¿Qué tal el viaje? — nos separamos — ¿Ya comiste? — vuelve a preguntar.

Río ante la rapidez con la que habla. Ella lo nota y ríe junto a mí.

La abuela de Martina termina de servirle a los clientes, viene a saludarme y al igual que su nieta me pregunta que si he comido.

Me siento en uno de los comensales y Martina me acompaña.

— ¿Todo bien con el viaje? — sonríe.

— Todo perfecto — respondo.

Tomo sus manos la miro a los ojos — ¿Pensaste en mi propuesta?

Ella sonríe y el corazón se me ilumina.

— Sí, pensé en tu propuesta — responde.

Los nervios hacen estragos en mi ser.

Anhelo saber su decisión — ¿Entonces?

— Sí — dice.

— ¿Qué? — sonrío — ¿Qué sí qué? — pregunto.

— Sí, acepto — susurra tímidamente.

Sonrío ampliamente.

La halo y la apreso entre mis brazos.

— Sí, quiero ser tu esposa — me dice una vez más.

— Te amo — confieso.

— No como yo, Cristóbal — declaró.

 

Berlín / Alemania

Alexander Walton

— ¿Con qué te pinchaste el dedo? — pregunto.

— Con el cuchillo — responde entre risas.

— Eres tan distraída — susurro.

— Es que me quedé mirando unos videos en el celular y descuidé el cuchillo — explica.

De un momento Olivia estalla en risas y yo me quedo mirándola.

«Está más loca que una cabra»

— ¿Qué?

— Al final sí le diste un bocado a la hamburguesa — ríe.

Recuerdo aquel momento.

La azafata trae los platillos y nos los entrega.

— Disfrute Señor Heister — Olivia utiliza el apellido de mi madre.

Tomo la hamburguesa y sin tantos rodeos la llevo hasta mi boca.

Entrecierro los ojos mientras siento los distintos sabores.

Mastico y trago.

Solo Olivia me hace hacer este tipo de cosas.

— No — niego y dejo el pan en el platico — No — vuelvo a negar — No me gusta — suelto.

Olivia ríe y dice — Un bocado para mí es más que suficiente.

Sonrío.

Un pequeño sonido me hace volver a la realidad.

Veo a Olivia bajarse a recoger su celular, el cual se encontraba en el piso.

Ruedo los ojos.

«Esta mujer»

Veo la pantalla de mi celular.

6: 52 p.m.

«Debo ir a buscar a mi hijo»

Pasan unos cuantos minutos y alzo una ceja cuando veo a Olivia con una ropa diferente.

— ¿Te mencioné que iré a comprar una mascota para mi sobrina Maya? — pregunta.

— No — niego

— Pues ya lo sabes — sonríe y toma su bolso.

— Si vas al lugar que pienso, puedo dejarte ahí — digo.




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