La Sombra del Magnate [2]

Capítulo 15

 

 

Capítulo 15

 

 

Alexander Walton

Los rayos del Sol golpeaban mi rostro, gritándome que recordara que no había dormido absolutamente nada.

Me encontraba en una zona muy alejada de la ciudad. Ese tipo de lugares donde el ambiente es pesado, silencioso y desierto. Decidí detener el auto en medio del camino, el cual horas atrás dejó de ser carretera y se convirtió en tierra y hojas secas.

Tomé la mochila que estaba en el asiento de copiloto y de ella, saqué una manzana, una barra de proteínas y un frasco que contenía un líquido oscuro.

Le di un mordisco a la fruta, mastiqué y puse la vista en el camino.

«Solo espero encontrarte, porque si no lo hago, realmente no sé qué pasaría con el mundo y, a decir verdad, no me interesa saberlo»

Abro una de las ventanas, el aire aprovecha y se cuela a través de la ventana y aprieto la mandíbula con solo sentir ese olor, el olor que solo se encontraba en un lugar olvidado como este.

Termino de comer y sigo conduciendo.

Lo único que puedo ver son árboles, en todo este tiempo, no he visto un solo animal, y no me sorprende. Las veces que me obligaron a ir a ese pueblo, el camino fue igual o tal vez peor.

Veo que estoy por quedarme sin combustible, por lo cual tendré que detenerme a nos cuantos kilómetros más adelante.

El celular comienza a sonar, dejo una mano en el volante y con la otra tomo el aparato que se situaba en el asiento de copiloto junto a una mochila.

Me fijo en las palabras que figuran en la pantalla y sonrío al ver quien es.

«La cerecita del pastel»

—Hasta que te dignas a contestar — susurré.

—¿Qué diablos quieres? — preguntó.

Reí roncamente — Tu amiga está desaparecida — esas palabras me taladraron más de lo que hubiese querido.

Un largo silencio se hiso presente detrás de la línea — ¿Qué le hiciste? — inquirió.

—Es una buena pregunta, pero se la estás haciendo a la persona incorrecta — respondí.

Fruncí el ceño al notar que el cielo se estaba tornando gris.

—¡No te creo nada! — gritó.

—Ese grito pudo ser magnifico, si me hubiese importado — dije — Me da más que igual si me crees o no — aclaré.

—¿Dónde estás? — preguntó — Seguramente muy cómodo entre tus suaves sábanas de seda y algodón ¿no? — respiro hondo para no lanzar el celular por la ventana.

—Deja de poner mi paciencia aprueba, créeme el resultado no será bueno. Necesito que te quedes en el departamento de Aurora y me avises sobre cualquier persona o cosa fuera de lo común.

—Dile a tu gente que lo haga.

—¿Adivina qué? — sonreí — Perteneces a esa gente.

—No me das órdenes — dijo entre dientes.

—No dijiste eso cuando puse a tu disposición más de cien mil dólares, hace cuatro años — dije para luego colgar.

«Que se vaya a joder a otro lado»

Tenía más de veinticuatro horas tratando de contactarme con Sara, pero a la señorita no le salía de las...

El celular vuelve a sonar y ruedo los ojos al ver que se trata de Sara.

«Que se vaya a joder al fracasado del novio»

 

Aurora Flecher

Desde que amaneció me dediqué a buscar algo de comer y tenía la esperanza de poder tomar algo de la tienda, pero no pude. El corazón no me da.

Comencé a caminar por el pueblo, veía casas destruidas, abandonadas y mientras más caminaba, me preguntaba que había sucedido con los dueños de esas viviendas.

Llevé mis ojos al cielo y el mismo me gritaba que pronto caerían espesas gotas de agua.

«No tenía a donde ir»

Podría quedarme en la tienda, pero la señora me sacaría a palos.

A lo lejos escucho un fuerte sonido que se repetía una y otra vez y...

Ese rostro.

«Hombre de tez oscura, ojos marrones, barba abundante, cejas pobladas, nariz bulbosa, labios carnosos y bastante alto para mi gusto» — recordé el sueño de anoche.

Ese hombre estaba aquí, y yo lo estaba mirando desde la lejanía.

¿Qué quiere? ¿hacerme daño? ¿más? — las preguntas pasaban por mi mente y no había forma de detenerlas.

Comencé a correr y con cada paso que daba miraba hacia atrás.

Veía los árboles y cada cosa que tenía al alrededor, teniendo la esperanza de poder encontrar un pequeño hueco en el que yo pudiese entrar.

Movía los pies y cada que lo hacía, perdía las esperanzas, sentía que estaba huyendo de un feroz y salvaje animal que más temprano que tarde me agarraría y la vida me quitaría.

Un paso, una mirada atrás.

De la nada caí al suelo, probé el horrible sabor del lodo, la tierra y no sé qué más. Con todo y el dolor, llené mis pulmones de aire y me levanté, me peleé las rodillas y me partí el labio.

¡Corre!, Aurora, ¡corre! — escuchaba como una fuerte voz me gritaba.

Seguía corriendo sin tener un destino, mientras que la voz de aquel hombre resonó en mi cabeza —Él no está aquí para protegerte — me dijo — ¿Verdad? tu esposo no está aquí para defenderte.

«Yo no necesito que ningún hombre me salve»

—Ahí está, vayan por ella — escuché y mi corazón se aceleró.

—Dios, ayúdame por favor — las lágrimas se me salieron de los ojos. Era tanta la desesperación que yacía en mi ser, que no sabía que hacer.

Una casa abandonada se postró ante mí, sin pensarlo demasiado, entré. Estaba en ruinas, era seguro que en cualquier momento se caeríapero no me importaba, quería estar a salvo, aunque sea por unos segundos.

No me molesté en fijarme en mi alrededor e ingresé a lo que parecía ser una habitación que mantenía la puerta entreabierta.

El polvo era el mejor amigo de este lugar, las telarañas andaban por donde sea y aun así no me importó nada de eso, abrí el armario que encontré en la estancia y me adentré en él.




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