La Sombra del Magnate [2]

Capítulo 21

Capítulo 21

 

Aurora Flecher

Lo que este momento me hace sentir es casi indescriptible, pero lo que me hace pensar, eso sí que puedo explicarlo y describirlo. 

Creo en qué hay conversaciones qué en el momento no siempre se dan, por distintas razones, como el dolor, la ira, la molestia y ¿por qué no? El amor. A veces tenemos la necesidad de conversar sobre eso qué llevamos atrabancado en el pecho o la garganta, y qué en ciertas ocasiones baja al estómago impidiéndonos comer, haciendo qué la desesperación ingrese en nuestro sistema y explotemos o estallemos en momentos o lugares que creemos adecuados para desahogarnos. 

 

Mientras qué otras veces las conversaciones sí se dan porque sientes qué finalmente el momento ha llegado, qué crees qué estás lista; aunque realmente en muy pocas ocasiones nos sentimos así. Y esa sensación y solo esa, es la culpable de crear momentos en los que puedes reír, llorar e incluso realizar ambas acciones, y está bien, porque de alguna forma eso nos indica qué algo dentro de nosotros quiere sanar, aprender de lo sucedido y dejarlo atrás. Créanme, no hay nada mejor que eso, aunque cuando estás con el montón de emociones acumuladas en el pecho, miles de escenarios y pensamientos pasan por tu mente, pensamientos que pueden hacer que quieras aplazar, aplazar y aplazar una conversación que puede ser totalmente necesaria. 

 

Y digo todo esto porque yo, Aurora Flecher, me sentí así por mucho tiempo, aplazaba conversaciones que mi yo interno necesitaba que se realizaran, y la que tuve hoy con el padre de mi hijo, era una de ellas, y el hecho de qué ahora estemos hablando de uno de esos temas que merecía ser dialogado, me hace sentir que de alguna forma una que otra cosa dentro de mí, ha sanado o lo al menos lo está intentando. 

 

—Nos debemos muchas conversaciones — dijo él.

—Sí— sonreí — Creo que sí— lo miré — Tal vez, lleguemos a tener tiempo de sentarnos en una cafetería y tomar café mientras hablamos de distintas cosas desde otros ojos. 

—Espero que lleguemos a tener ese tiempo — Alexander respondió. 

—Yo también lo espero— contesté.

El de ojos azules comenzó a comerse la hamburguesa dejándome con las cejas arriba. 

—¿Por qué siento qué habías comido eso hace poco? — fruncí el ceño — No hay nada de desagrado en tu rostro— reí. 

Él rio un poco junto a mí —Recientemente me hicieron comer esto, pero solo le di unos bocados, no me gustó mucho, pero creo que puedo con esta preparada por ti— sonrió.

Una carcajada brotó de lo más profundo de mi ser —¿Quién te hizo comer hamburguesa? — pregunto.

—Olivia Harper— dijo él con una media sonrisa en los labios. 

Alcé las cejas — Ella también debió notar tu anormalidad — susurré. 

—¿Ajá? 

Reímos los dos. 

—Nunca he conocido a nadie que no disfrute de esa belleza — señalé la comida. 

—Disfruto más comer otras cosas — confesó. 

Moví un poco la cabeza. 

—La lluvia no se ha detenido — tomé otro rumbo. 

Escuché el suspiro de Alexander. 

—¿A dónde va la puerta qué está cerca de la cocina? — pregunté.

—Al sótano— respondió. 

—¿Qué hay ahí? — fruncí el ceño. 

—Hace un tiempo, había municiones y mi arco — explicó. 

Su respuesta me hizo recordar que hace unos años cuando aún estaba en la secundaria, Lily me enseñó unos videos de Alexander en una competencia Internacional de arco y flecha. Ante el recuerdo sonreí levemente. 

—¿Y qué hay ahora? 

—Ropa vieja y horrible olor. 

Veo que Alexander frunce el ceño y me preocupo — ¿Qué sucede?

El hombre se levantó corriendo en dirección a la cocina y yo lo seguí. 

—¿Qué pasa? 

—Me distraje y olvidé la tarta de Manzana — dijo abriendo el horno.

—¡Ay! — dije. 

Nos pusimos a ver el humo saliendo del horno, mientras el envase de cristal que contenía la tarta se mantenía en la gran meseta de madera. Ayude a lavar los platos y vasos sucios que estaban en el lavadero y Alexander secaba los trastes y los ponía en su respectivo lugar. 

—Cuidado con los vasos de vidrio, se te pueden resbalar — le decía a Alexander. 

—Uhum

—¡Cuidado! — grité — Si ejerces mucha fuerza se quiebran. 

—Estas manos han tocado vasos mojados en muy pocas ocasiones — confesó — Y el jabón ni se diga. 

Lo miré raro. 

Al terminar dejé que la curiosidad saliera a flote y me fui al sótano. Y efectivamente, había ropa vieja y olores algo indescriptibles. Las cajas con polvo eran comunes y las telas de arañas también. 

¿Quién vivía aquí por Dios? 

Unos papeles blancos se encontraban en el piso, cosa que me llamó bastante la atención, debido a que desde lejos se observaba como un material plástico. 

Me acerqué cuidadosamente, estiré la mano para tomar el papel, y sí tenía razón, aquel papel se sentía como aquellas hojas que se plastifican. Levanté la mano, la volteé y fruncí el ceño inmediatamente, la poca luz que entraba por la puerta que daba al sótano me ayudó a poder divisar el rostro de la persona que aparecía en la fotografía. Un hombre con una gran sonrisa en los labios, parado en las afueras de una casa de madera. Podía verlo todo, los árboles del bosque, la madera vieja de la casa, el cielo azul y las nubes blancas como los dientes de leche. 

 

Levanté del piso lo que parecían ser más fotografías y el corazón se me detuvo cuando vi al mismo hombre que estaba en la anterior en la imagen anterior circulando en esta, lo único que la foto no fue tirada en las afueras de una casa, sino en la habitación donde hace unas horas yo dormí, y lo qué terminó por dejarme sin aliento, fue la fecha que se encontraba en un lado de la foto que sostenía. 

 

La foto al parecerfue tomada hace dos años. 

 

¿Él está vivo? ¿Cómo?




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