La sombra sobre las flores

Capítulo 14

El día domingo, media hora antes del cambio de turno, llegó Walter. En ese momento me encontraba junto con Rafael; él atendía un cliente mientras que yo retrocedía el estreno de la semana para que comience desde su principio una vez más. El encargado entró con mala cara. Normalmente su expresión era seria, un poco actuada, para no dar confianza, pero ese día estaba molesto de verdad. Nos miró desde la puerta con severidad, inspeccionando desde allí lo que hacíamos. Le gustaba llegar de sorpresa, a cualquier hora, para atraparnos holgazaneando o descubrir el local descuidado. Nunca sucedían esas cosas pero siempre miraba con desconfianza, como si lo estuviéramos engañando. Con el tiempo me di cuenta que eso también era parte de su acto. Sus visitas eran breves, apenas unos minutos, se llevaba el dinero recaudado y desaparecía. A veces no lo veíamos por varios días y nosotros creíamos que esa ausencia también era calculada. Como no le gustaba que le prestáramos atención cuando estaba en el videoclub, teníamos que seguir trabajando como si no estuviera presente, y él daba vueltas revisando cosas al azar. Ese domingo hizo más o menos lo mismo pero su malhumor no era creado por sospechas, algo pasaba. Salió y regresó con una caja que llevó directamente al cuartito. Luego se acercó a nosotros.

—Esas son decoraciones de Navidad —dijo sin saludar—. Cuando las pongan, no dejen nada al alcance de los niños.

Asentimos.

Entró al lugar donde estábamos para tomar la recaudación y revisó el suelo con la mirada buscando algo para criticar. Después siguió dando vueltas tocando todo, examinando distintas cosas para cerciorarse de si algo requería mantenimiento o no. Su falta de apuro nos dio la sensación de que se quedaría hasta el cambio de turno para corroborar que nuestros compañeros llegaban en horario. Cuando terminó con lo que había dentro del local, se paró en la vereda a observar los vidrios, los carteles y el buzón.

Rafael lo miraba con desconfianza.

—Tiene cara de estar enojado de verdad —murmuró— pero, hasta donde sé, nadie hizo nada malo.

Walter entró de nuevo evitando que habláramos de él y se quedó parado junto al mostrador, esperando.

Simón llegó antes de las cuatro y, al ver al encargado, optó por un comportamiento discreto, en lugar de hacerse el gracioso saludó con educación antes de dejar sus cosas en el cuartito. Una vez que estuvo con nosotros, nos dedicamos a esperar a Valentín.

Cuando se hicieron las cuatro, él no había llegado. Nos miramos de reojo entre los tres, extrañados y anticipando la queja de Walter. Pero Walter no se quejó, siguió esperando. Pasaron diez minutos y Valentín no aparecía. Rafael me hizo un gesto mientras tocaba su reloj para luego señalar al encargado. Me decía que no era una coincidencia la tardanza de nuestro compañero y la visita en el cambio de turno. Era muy raro que Valentín llegara tarde y, con la sospecha que Rafael plantó en mí, comencé a ponerme ansioso. Así seguimos hasta que se hicieron las cuatro y cuarto.

—Bueno —habló de repente Walter volteando hacia nosotros—, viendo que falta gente, ¿quién se va a quedar?

—Yo me quedo —respondió Rafael.

—Yo me puedo quedar —anuncié.

Traté de ofrecerme primero pero mi desconcierto por la situación me hizo fallar.

—No, yo me quedo —insistió mi compañero—. Tú trabajaste ayer en el segundo turno, apenas descansaste.

Pero no quería que él se quedara a reemplazar a Valentín, a enmendar su falta para que se creara una deuda entre ellos. Sentía que si alguien debía ayudar a resolver el tema de su ausencia tenía que ser yo.

—Entonces Rafael —decidió Walter evitando cualquier discusión.

En ese momento la puerta se abrió y todos miramos a Valentín. Me quedé sin aliento al verlo, el lado izquierdo de su rostro estaba lastimado, con dos hematomas y heridas en su mejilla y labio. Se fue directo al cuartito sin darle tiempo a reaccionar a Walter, quien parecía haberse quedado con un reclamo furioso en la boca. Enseguida fue tras él.

—¿Qué pasó? —preguntó Simón en voz baja.

—No sé pero sin dudas Walter lo esperaba a él —respondió Rafael.

—Tenía la cara lastimada.

—Muy lastimada.

Ambos hablaban asombrados por el suceso. Yo estaba paralizado, las heridas en su rostro eran obvias, no eran algo que una caída pudiera crear.

—Tarde o temprano le iba a pasar —siguió Rafael, hablando como si se tratara de un hecho razonable—. Es demasiado afeminado.

Sentí el estómago revuelto.

—Si le contesta a todo el mundo como le contesta a los clientes, no deberíamos sorprendernos.

Quise decir algo, hacer que dejaran de hablar como si Valentín fuera culpable y responsable del mal trato que recibía. Tomé aire pero ningún sonido salió de mi garganta.

Las murmuraciones terminaron cuando Walter regresó. Se paró frente al mostrador y miró a Rafael.

—Quédate esta tarde y organicen los turnos —ordenó—. No quiero más problemas, no están aquí para dar problemas —se quejó con nosotros.

Sin explicar cuáles eran los problemas que supuestamente ocasionábamos, se marchó del local. Miramos hacia el cuartito sin entender qué había pasado.

—Lo echó —concluyó Simón.

Mis manos temblaban. Rafael me dio un golpecito en el brazo.

—Ve a ver qué pasó. —Lo miré confundido—. Además tienes que ir a buscar tus cosas.

Ambos me insistieron con gestos y empujones, así que, medio aterrado por lo que podría descubrir, fui.

Golpeé la puerta antes de entrar, Valentín estaba frente a su locker con la cabeza baja y al oírme tomó su mochila. Ver de cerca su rostro lastimado me afectó mucho.

—¿Estás bien? —pregunté buscando que me dijera lo que había ocurrido.

—Estoy bien.

No sería fácil.

—¿Te vas?

—Walter dice que no puedo atender a la gente con la cara así, que vuelva cuando se me cure.



#15294 en Novela romántica

En el texto hay: drama, gay, boyslove

Editado: 22.03.2024

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