Al siguiente día no fui muy entusiasmado a trabajar, sabía lo que pasaría. Compartí el turno con Simón que cubría a Rafael, después de su doble jornada del día anterior, en lugar de tomarse su día libre.
—Prepárate para esta noticia —dijo al llegar.
Entramos al local que cargaba con una decoración navideña austera y fuimos al cuartito, él se demoraba en contar la novedad haciéndose el misterioso y yo me preparaba para lo peor. Me imaginaba que las conversaciones entre mis compañeros habrían sido de burlas a costa de Valentín así como de enojo por la complicación que causaba su ausencia. Rafael podría haberse molestado y tomado alguna determinación, la cual, sentía, podía ser tan peligrosa como la venganza del cliente.
Mientras vaciaba el buzón de películas tratando de no mostrarme tan alarmado como estaba, se dignó a contarme.
—Walter llamó por teléfono casi a última hora y avisó que él cubriría las ausencias de Valentín. —Se sonrió con maldad—. Así que hoy a la tarde se queda con Nadia y ella no sabe nada. —Rio por la sorpresa que recibiría nuestra compañera pero luego dejó la gracia a un costado—. Después nos tocará a cada uno lo mismo.
Estuvo un buen rato hablando de lo insoportable que era trabajar con Walter, que buscaba quejarse de todo y no ayudaba en nada por creerse demasiado importante. Pero sus historias retrasaban lo que vendría y me desesperaba.
Un grupo de seis chicos entró riendo, la mayoría de los estudiantes ya no se encontraban cursando y tenían todo el tiempo del mundo para dar vueltas en el videoclub antes de llevarse una película de las baratas. Aproveché el escándalo para alejarme del mostrador rogando que más personas entraran pero no ocurrió, todavía era temprano. Los pocos que se acercaban a la puerta se desviaban al buzón para dejar sus películas del fin de semana, ninguno entró. En cuanto el grupo se fue, Simón no tuvo problemas en levantar la voz para seguir hablándome.
—El espectáculo de ayer fue increíble —soltó finalmente con más asombro que preocupación—. ¿Qué crees que le haya pasado?
No pude ocultar la angustia que me producía el desdén de sus palabras que tildaban de mera curiosidad lo que le había ocurrido a Valentín. El corazón me latía con fuerza mientras el reclamo por respeto me ahogaba.
—Voy a limpiar el baño para que Walter no se queje —fue mi respuesta que nada tenía que ver con su pregunta.
Así me aparté de él, dejándolo confundido.
Me dediqué a una limpieza desganada, odiando no haber podido responder lo que correspondía responder, recordando el rostro de Valentín y su idea de dejar de contestarle a la gente.
Al regresar al piso de las películas, busqué tareas que me mantuvieran ocupado y lejos del mostrador pero Simón interpretó mi actitud evasiva de otra manera.
—Es verdad —dijo desde el otro lado del local mientras arrastraba una silla—, no hay que darle de qué quejarse a Walter.
Se subió a la silla para limpiar el televisor donde se pasaba el estreno semanal.
—Ojalá tuviéramos un árbol de Navidad —suspiró sin poder dejar de hablar—. Los moños son muy tristes.
Los estantes tenían moños rojos de tela, con el tamaño justo para no tapar las cubiertas de las películas ni entorpecer su agarre, las esquinas cargaban con moños más grandes, mientras que el mostrador y la puerta tenían moños enormes acompañados de guirnaldas doradas. Y eso era todo el decorado navideño, moderado, como para cumplir con la obligación, muy lejano al decorado que se veía en las películas que se rentaban allí.
Seguimos acomodando y limpiando, revisando a detalle que nada quedara sin repasar, de esa manera Nadia no sufriría tanto la compañía del encargado. Al menos eso pensaba Simón, que demostraba su habilidad para tener siempre un tema de conversación aunque casi no le respondieran. Su indiferencia a mi silencio me asustaba, si lo deseaba, mencionaría de nuevo a Valentín y yo no podría evitarlo. Hiciera lo que hiciera, pusiera la cara que pusiera, él no pararía de hablar. Pero a la mitad de la jornada, recorriendo por todo tipo de temáticas, me percaté que, pudiendo hacerlo, no volvía a decir ni insinuar nada respecto a lo ocurrido el día anterior. No quise confiarme pero comencé a pensar que podría haberse percatado de mi malestar, aunque no podía adivinar si lo hacía por las razones correctas o incorrectas. Llegué a pensar, a modo de consuelo, que si interpretaba mi angustia como la simpatía que sentía hacia Valentín, me ahorraría muchos problemas. Se me ocurrió que era preferible que también me despreciaran y me dejaran de lado a seguir escuchando las cosas horribles que decían. Incluso me pareció que ese rechazo sería liberador, dolería pero no me pesaría como pesaba que creyeran que era igual a ellos.
Justo antes de las cuatro de la tarde llegó Nadia y Simón hizo su ansiada recepción.
—Hoy tienes un cambio de compañero.
La sonrisa le generó sospecha al acomodarse entre nosotros detrás del mostrador y supo que recibiría una noticia desagradable.
—¿Cómo que un cambio?
—Walter va a pasar la tarde contigo.
No le creyó y quedó a la espera por una historia más realista que la llegada del encargado no le permitió recibir. Aunque su expresión al verlo fue graciosa, la cara de malhumor de Walter no daba lugar a risas ni bromas. Simón y yo nos fuimos de inmediato, murmurando despedidas, sin hacer mucho contacto visual, antes de recibir algún reclamo. Tranquilos de haber dejado el local en buenas condiciones para reducir la cantidad de quejas que podría recibir nuestra compañera.
Afuera, Simón quiso seguir hablándome pero yo tenía prisa y lo dejé con una despedida rápida, sin darle la oportunidad de retenerme.
Me apuré en ir a la plaza de la ciudad con la esperanza de encontrar a Valentín allí, deseando con toda el alma que no se hubiera arrepentido de tenerme como compañía. Al llegar me dirigí al lugar que ocupamos el día anterior y al verlo tuve más prisa, como si fuera a irse si me retrasaba un segundo demás. Estaba sentado, apoyado contra el árbol, y con su mochila entre sus brazos. Su sudadera de Blockbuster estaba puesta al revés para que no se viera el logo que lo delataba como empleado, mirando con atención a dos perros callejeros que jugaban entre ellos.