A todos aquellos padres —y madres, y padres que son ambos a la vez— que llevan el mundo sobre sus hombros sin decir una palabra, que se levantan antes del sol y se acuestan después de la luna, que comen lo menos para que sus hijos coman lo más, que venden su fuerza, su tiempo y a veces su propia salud para que sus hijos tengan un futuro que ellos nunca tuvieron.
A aquellos que lloran en silencio en el baño para que sus hijos no lo vean, que aguantan insultos, humillaciones y trabajo duro sin rendirse, que con los dedos callosos y las almas cansadas siguen luchando, siguen creyendo, siguen amando. A aquellos que han vendido sus tierras, sus cosas más preciadas, que han renunciado a sus sueños para hacer realidad los de sus hijos, que han caminado por caminos oscuros y peligrosos solo para que sus hijos caminen por senderos iluminados.
A los padres que son tanto padre como madre, que han perdido a su pareja y han tenido que llevar la carga doble sin quejarse, que han visto la pobreza a los ojos y han dicho "no, a mis hijos no se les va a quedar sin nada". A aquellos que han escuchado las preguntas difíciles y han encontrado las palabras justas, que han curado heridas con un abrazo, que han dado valor a lo insignificante y han hecho de lo simple algo maravilloso.
A los padres adoptivos que han abierto sus corazones y sus hogares a niños que no son de su sangre pero sí de su alma, que han querido con la misma fuerza —o más— que cualquier padre biológico, que han demostrado que el amor no se mide por genes sino por sacrificio. A aquellos que han luchado contra prejuicios y dificultades para darle a un niño la oportunidad de ser alguien en la vida.
Que sepan que su esfuerzo no pasa desapercibido. Que sus hijos, aunque ahora no lo sepan, aunque ahora sean ingratos o ciegos al dolor que sufren, algún día entenderán. Algún día verán las marcas en sus rostros, las canas en su pelo, las manos trabajadas, y entenderán que cada línea, cada hebra, cada callo es un símbolo de amor. Un amor que no tiene precio, que no se rinde, que no se olvida.
Que la vida les reponga todo lo que han dado, que encuentren la luz después de tantas sombras, que se sientan amados, reconocidos y valorados. Porque ustedes son los héroes silenciosos de este mundo, los constructores de futuros, los guardianes de los sueños. Y su lucha es la más hermosa, la más noble, la más grande que existe: la lucha por el amor.
Con todo mi respeto, mi admiración y mi amor.
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Editado: 11.12.2025