La persecución había comenzado. En medio de la noche, una pequeña cabaña, a punto de derrumbarse, se alzaba como el único refugio de una joven de cabellos negros y ondulados, ojos marrones profundos y una figura esbelta. Su piel morena resaltaba bajo la luz de la luna, un contraste hermoso en un mundo que solo veía peligro en su existencia.
Para los pobladores, ella no era solo una joven indefensa, sino una amenaza. Y su muerte sería, según ellos, un acto de justicia para la humanidad.
—¡Vamos por ella! —gritaron los cazadores, acercándose con antorchas y armas en mano.
—¡Atrapen a esa bruja, no merece vivir!
Las voces se volvían cada vez más fuertes, más feroces. El miedo se apoderó de su pecho, pero aún así, se aferró a la esperanza.
—¡Por favor, déjenme! ¡No les he hecho nada! —suplicó con la voz entrecortada.
Las lágrimas surcaron su rostro, pero su dolor no conmovió a nadie.
—Nada te salvará. Te vas a morir —espetó uno de los cazadores con una sonrisa cruel—. Nos pagarán muy bien por tu cabeza.
—¡Por favor, no quiero hacerles daño! ¡Solo quiero ser feliz! —insistió entre sollozos.
Pero ellos no escuchaban razones. Con un golpe brutal, la puerta de la cabaña se hizo trizas. En cuestión de segundos, la atraparon, la sujetaron con fuerza y la arrastraron fuera, sin importar sus gritos ni su resistencia.
Al llegar a la ciudad, una multitud ya los esperaba. Murmullos y risas llenaban el aire, como si su sufrimiento fuera un espectáculo.
—Vaya, vaya… ¡Buen trabajo, muchachos! —la voz grave de un anciano rompió el bullicio.
Era Lidenwor. Su cabello blanco y sus ojos negros reflejaban un aire de autoridad y crueldad. Se acercó lentamente, observándola de pies a cabeza con una mueca burlona.
—Demasiado hermosa para ser una bruja —susurró con desdén.
Sin previo aviso, la sujetó del cabello con brutalidad, obligándola a mirarlo.
—Pasarás tres días en el calabozo sin comida ni agua. Y después… te llevaré a la horca —le susurró con un tono gélido—. Veré con mis propios ojos cómo la vida se apaga en tu cuerpo.
El destino de la joven estaba sellado.
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Nota final:
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¡Bendiciones!