La Sonrisa Bajo La Oscuridad

VERDADES Y SOMBRAS

El murmullo del agua despertó a Karol. Se giró, parpadeando lentamente, y vio a Park de pie, con los pies sumergidos en la laguna. Su mirada estaba fija en la superficie del agua, como si intentara descifrar un misterio oculto en su reflejo.

—¡Park! ¿Te pasa algo? —preguntó al notar su semblante serio.

El vampiro desvió la mirada de la laguna y sonrió levemente.

—No… Solo estoy mojando mis pies en este lago que no vimos ayer… y analizando algunas cosas.

Karol tragó saliva. Su corazón latía con fuerza. Era el momento de decirle la verdad.

—Mi Karol… siéntate. Te diré lo que planeo hacer, pero no entraré en detalles… —su tono se tornó oscuro—. Todos pagarán por lo que te hicieron. No volverás a llorar. Confía en mí.

—Park… no pensemos en eso ahora… —susurró, tratando de aliviar el peso en su pecho—. Dejando eso a un lado… quiero decirte algo… lo que platicamos ayer…

Park entrecerró los ojos.

—Te escucho.

Karol sintió que su garganta se cerraba. ¿Debía callar? ¿Era correcto decirlo?

Su mirada bajó hasta las manos de Park. Instintivamente, las tomó y las acarició con suavidad.

—¿Qué sucede, mi Karol? —preguntó él, preocupado.

Ella cerró los ojos con fuerza y dejó salir las palabras en un susurro.

—Yo… estuve… embarazada.

Un silencio profundo se instaló entre ellos. Park parpadeó, su expresión transformándose en asombro. Sus labios se entreabrieron y una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro. Sus ojos brillaban con emoción.

—¿Un hijo? —murmuró—. ¿Un hijo? —repitió, su voz temblando de alegría—. Mi Karol… me haces… tan…

—Park… —susurró ella con un nudo en la garganta—. Lo perdí.

La felicidad en el rostro de Park se congeló de golpe. Sus sonrisas desaparecieron. Su emoción se esfumó como humo en el viento.

—¿Qué…? —su voz apenas fue audible—. No juegues así… Mi Karol… dime que es mentira… dime que nuestro hijo está bien…

Las lágrimas cayeron silenciosas por el rostro de Karol.

—Sufrí una fuerte caída… Me golpeé muy mal el vientre…

Park se quedó inmóvil. Su respiración se volvió pesada. Un rugido de ira se encendió en su interior.

—¿Quién lo hizo? —preguntó con los dientes apretados.

Karol dudó un instante. Sabía que decir el nombre de su agresor provocaría una tormenta de furia en su amado… pero no podía ocultarlo.

—El que se hace llamar Rey de Reyes… su nombre es Lidenwor.

Park levantó la cabeza lentamente. Sus ojos ardían con un resplandor carmesí.

—¿Qué hizo?

—Intentó besarme… Me negué. Forcejeamos. Logré patearlo y eso lo enfureció. Entonces… me empujó…

Las lágrimas de Karol caían sin control. Park la miró fijamente. Su Karol, su amor… estaba destrozada.

Lidenwor pagaría por cada lágrima.

—Ese maldito… ese infeliz… —susurró Park con una voz cargada de venganza—. Solo te diré algo, mi Karol… voy a jugar muy bien con él.

Tomó el rostro de Karol entre sus manos y la besó en la frente.

—Te amo. Eres mía. No quiero verte sufrir más. Cálmate, ¿sí?

Ella asintió, aunque el dolor seguía latente en su pecho. Park la abrazó con fuerza, como si quisiera protegerla de todos los horrores del mundo.

Sombras en el Castillo

—Hermano… ¿qué pasó con la chica? Con Karol…

Lidenwor levantó la mirada de sus documentos.

—¿Karol? —susurró con una sonrisa burlona—. Ah, sí… así se llamaba.

—¿Y qué pasó con ella?

La expresión del rey se endureció.

—Eso a ti no te importa.

—Pero, hermano…

—¡Ve a caminar! —rugió Lidenwor—. Haz algo productivo por una vez en tu vida. Siempre criticas mis decisiones… pero recuerda que además de ser tu hermano, soy tu rey. Me debes respeto.

Lend apretó los puños con rabia.

—Está bien… su majestad.

Dicho eso, se dio la vuelta y salió con pasos pesados.

Mientras caminaba por los pasillos del castillo, una pregunta retumbaba en su mente.

¿Qué pasó con Karol?

Recordaba su rostro, sus labios, su sonrisa… su mirada tierna e inocente.

¿Acaso… me enamoré?

Sonrió para sí mismo.

—Jajaja… te buscaré, belleza. Y cuando te encuentre… serás mía.

Un Encuentro Inesperado

—¡Park! ¿A dónde me llevas? —preguntó Karol, riendo mientras él la cargaba en brazos.

—Te dije que conocerías a alguien muy especial para mí.

Ella aprovechó la cercanía para jugar con su cabello y hacerle pequeñas colitas.




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