La Sonrisa Bajo La Oscuridad

SORPRESAS

—¡Lleven patrullas! ¡En cualquier momento nos pueden atacar! ¡Rápido! —ordenó el rey con voz tensa.

—¿Su majestad, qué sucede? —preguntó un soldado, confundido por la urgencia.

Lend Lidenwor, el nuevo rey, caminaba inquieto por el salón principal. Su mirada estaba cargada de preocupación y su respiración se volvía pesada.

—Recibí una nota —dijo, apretando el pergamino en su mano—. En ella se advierte que mi ejército morirá y que toda la ciudad estará en peligro.

El sacerdote, que estaba a su lado, trató de tranquilizarlo.

—Su majestad, no hemos recibido ningún ataque aún. Podría tratarse solo de una falsa alarma.

Lend lo miró fríamente.

—Puede retirarse, sacerdote.

—Con permiso, su majestad —el sacerdote se inclinó y salió del salón.

En ese momento, el general entró apresurado.

—Su majestad, traigo noticias.

—¡Habla, general! —exigió el rey, sin disimular su ansiedad.

—Es sobre la búsqueda de la señorita Karol.

Lend se tensó. La carta que antes le preocupaba dejó de tener importancia. Ahora su mente estaba centrada en Karol. ¿Estaría viva?

—¡Dime todo, general! ¡No te quedes callado!

—Lamento informarle, su majestad, que no hemos hallado rastro de ella. No hay registros, ni testigos que hayan visto algo.

—¡¿Qué dices?! ¡Eso es imposible! —gruñó el rey, golpeando el trono con el puño—. Para mí, nada es imposible. ¿No encontraron ningún indicio? ¿Nadie que la haya visto?

—Hay algo… —titubeó el general—. Encontramos a un doctor que atendió a la señorita Karol durante el reinado de su hermano.

—¿Y qué esperan? ¡Tráiganlo ante mí! —exclamó Lend, sus ojos chispeando con determinación.

—Sí, su majestad.

***

—¡Buenos días, mi Karol! —dijo Park con voz dulce.

—Park… es muy temprano, duérmete —respondió ella, medio dormida.

Él sonrió, observándola en silencio por un momento. Luego se levantó.

—Voy a salir un rato. No tardo.

—Está bien. Ve con cuidado —respondió ella con voz adormilada, esbozando una sonrisa.

***

Mientras tanto, el general cabalgaba junto a sus hombres en dirección a la morada del doctor. Al llegar, se encontró con una escena que no esperaba: el doctor estaba en silla de ruedas, su rostro marcado por el tiempo y la amargura.

—Vaya, mírate —soltó el general con cierta burla—. ¿Quién hubiera imaginado que terminarías así, “doctor”?

El hombre levantó la cabeza, su mirada reflejaba temor.

—¿Qué quieren? ¿Quiénes son?

—Venimos en nombre del rey Lend. Tenemos preguntas que debes responder.

El doctor tragó saliva. Sus manos temblaban.

—Pasen... Pero dudo que les guste lo que tengo para contar.

***

—¡Señora Lía! —exclamó una enfermera al entrar en la habitación—. ¡Veo que despertó!

Lía sostenía con ternura a su bebé, alimentándolo.

—Mi niño tenía hambre —respondió con voz suave.

—Señora, tiene una visita.

El rostro de Lía se tensó de inmediato.

—¿Quién es? —preguntó con aprensión.

—Un hombre alto, de cabello oscuro y ojos negros.

La sangre se le heló. Sabía quién era.

—¡No! ¡Dile que no estoy! ¡Por favor! —susurró con urgencia, abrazando a su hijo con fuerza.

La enfermera dudó.

—¿Es su esposo?

Lía no respondió. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Haré que se marche —prometió la enfermera antes de irse.

***

En otro rincón de la ciudad, un hombre observaba desde lo alto de un edificio. Sus ojos se posaron en una casa custodiada por guardias.

—Ahí estás, doctor —susurró para sí mismo.

Con una sonrisa torcida, descendió por los tejados y se acomodó en un punto más cercano para escuchar la conversación entre el general y el doctor.

***

De vuelta en la habitación, Karol se sentó en la cama. Park aún no regresaba. Al moverse, notó un libro en la repisa, antiguo y polvoriento, pero con una nota entre sus páginas.

—¿Qué es esto? —susurró.

Al abrirlo, encontró un número telefónico anotado con letra delicada. Algo en su interior la impulsó a marcarlo.

—¿Hola? —contestó una voz femenina al otro lado.

—Hola... encontré tu número en un libro. Me llamo Karol y decía que debía contactarte para…

Hubo un silencio.

—¿Karol? ¿Eres tú? —la voz se quebró al otro lado—. ¡Soy tu hermana, Clari!

Karol sintió cómo el aire le faltaba por un segundo.

—¿Mi hermana?

—¡Sí! Mamá dejó ese libro para ti. Dijo que debía enseñarte a usar tu magia.

—No puedo creerlo… —susurró Karol con la voz temblorosa—. Necesito verte.

—Dime dónde estás y llegaré.

—Primero tengo que hablar con Park. Luego te llamo.

—Está bien. Te esperaré —respondió Clari.

Karol colgó, su mente hecha un torbellino de emociones.

—Park… ¿quién soy realmente? —susurró para sí misma.




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