La Sonrisa Bajo La Oscuridad

TRECE AÑOS DESPUÉS

—Mamá, voy a la ciudad.
—Kamír, hijo, ve con cuidado.
—Sí, mamá, sabes que siempre lo hago.

Kamír ya tiene trece años. Y yo sigo aquí, en esta cabaña abandonada que, con mucho esfuerzo, logré mejorar. Espero que Emilio no me esté buscando… aunque, pensándolo bien, dudo que le importe. Mejor así, para él y su estúpido apellido.

***

—Su majestad, encontramos pistas sobre el "paradero" de la señorita Karol.
—¡Por fin! Acércate y dime, general.
—Cumplo y respeto su decisión, su majestad. La señorita Karol… estuvo embarazada. Perdió a su niño tras un empujón que le dio su hermano.

El rey quedó en silencio, recordando el rostro de Karol, su sonrisa, sus labios... La imagen era tan clara en su mente que casi la sentía presente.

—Eso ya lo sabía, general.
—Sí, su majestad, pero debo contarlo todo. Tras perder al niño, fue atendida por el doctor que… murió hace trece años.
—¡No alargues más esto! ¿Qué fue lo que realmente pasó?
—Su hermano fue a verla con la orden de llevarla a la horca… pero le informaron que la señorita Karol había muerto.
—¡¿Qué?! ¡Eso no puede ser!
—Desangrada, su majestad. Perdió demasiada sangre por el bebé.
—¡NO! ¡Mi Karol no está muerta! Lo siento... lo sé. ¡Sigan buscándola!
—A sus órdenes, su majestad.

El rey apretó los puños. "Ella sigue viva... la siento. Te voy a encontrar", pensó.

***

—¡Hola, Park!
—¡Hola, mi hermosa! ¿Cómo estás?
—¿¡Trece años sin verte y me preguntas cómo estoy!?
—Jajaja, como siempre, mi loquita.

—¿Y cuándo regresas?
—Mi Karol, el Clan ha crecido. Los estoy entrenando, y pronto comenzaremos. ¿Y tú? ¿Cómo vas?
—Sigo aquí, Park. Ya estoy lista.
—¡Qué bien! Saluda a tu hermana por mí.
—Lo haré. Chau, Park.

—¿Qué pasó, hermana? ¿Ya vendrá Park?
—No, todavía sigue con el Clan.

El silencio se adueñó de la casa.

—Hermana, sigamos. Hoy irás a la ciudad y llevarás al bosque al primer niño que veas. Si no puedes calmarlo porque grita de miedo… lo matarás.

Cada vez que hablábamos de niños, sentía un vacío en mi pecho. Matar niños… era mi forma de vengarme por lo que me hicieron ese día.

"Quiero que sientan lo mismo… aunque ellos no mataron a mi hijo", pensé.

—¿Otra vez pensando? —rió su hermana.
—Jajaja, ya me voy.
—Está bien.

***

—¡Don Pollo! ¿Qué tal?
—¡Kamír! ¡He dicho que no me llames así!
—¡Vamos, don Pollo! Es más fácil decirle así… ¡además vende pollo! Déjeme ayudarlo.

Kamír me hacía reír, no podía decirle que no.

—Está bien, Kamír. Ten, ponte este mandil.
—¡Pollos! ¡Pollos frescos! —gritaba Kamír.

Aunque Kamír no vestía bien, era un buen chico. Y aún no sabía dónde vivía, lo cual me resultaba raro.

—Terminamos, don Pollo. Me tengo que ir. Le dejo el mandil.
—Gracias, Kamír. Ten, cómprate algo.
—No, don Pollo. Es su dinero, debe ahorrar.

Le puse la mano en el hombro. Sabía que quería la propina, pero no se atrevía a aceptarla.

—Tómalo, muchacho. Gracias por tu ayuda.
—¡Muchas gracias, don Pollo!

Kamír se marchó. En el camino, se detuvo frente a una ancianita sentada en la calle.

—Mamita linda, estás aquí todo el día. Toma esto, para que puedas comer algo.
—Ay… hijito, ¡muchas gracias!

—¿A quién tomo hoy? Nada me convence —murmuraba Karol.

—¿Señora? ¿Busca algo?

Karol se sobresaltó al escuchar aquella voz. Al girarse, vio a un niño de pie frente a ella.

"Mi primer cliente", pensó con una sonrisa apenas disimulada.

—Disculpe si la asusté. Solo la vi algo distraída y pensé que quizá perdió algo. ¿Puedo ayudarla?
—Qué atento eres. Estoy buscando el camino al bosque, pero parece que me perdí.
—¡Yo conozco el camino! Sígame.

Kamír recordó las advertencias de su madre: "No hables con extraños", pero Karol le pareció amable.

—Llegamos, señora.
—¿Cómo te llamas?
—Kamír.
—Gracias, Kamír. Yo soy Karol.
—¡Qué bonito nombre!

—¿Te da miedo el bosque?
—¿Miedo? Este es mi lugar favorito. Me encanta ver la luna desde aquí.

Karol quedó sorprendida. Los niños solían llorar o huir. Kamír era diferente. Había algo en él que le gustaba… y esos ojos… eran hermosos.

—¿Vives con tus padres, Kamír?
—Mi padre nunca estuvo. Mi mamá dice que es mejor así.

Karol no entendía cómo un niño tan alegre podía tener una vida tan difícil.

—¿No debí preguntar eso?
—¡Jajaja! Karol, me haces reír. ¡Gracias por preocuparte!

—Oye, Kamír, ¿tengo arrugas?
—¡¿Qué?! ¡Karol! ¿Cómo me preguntas eso? ¡Jajaja!
—Entonces, ¿por qué me dices "señora"?
—¡Ah! Es mi manera de tratar a las personas mayores.

Ambos rieron sentados sobre un tronco, bajo la luna. El silencio entre ellos no era incómodo, sino natural.




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