14 de enero, esta es una de las fechas más importantes.
Ese día, después de que Juan se durmiera y nosotras nos quedáramos solas, empezamos a hablar de nuestro tema favorito: los libros.
Empecé a dar mi opinión sobre un libro que me habías prestado mientras ponías el agua a calentar y así tomar unos mates.
Estaba tan metida en el tema que me di cuanta bastante tarde que hace rato no me contestabas.
Preocupada fui hasta la cocina donde me dabas la espalda y escuche que intentabas calmas tus sollozos.
Lo primero que hice fue abrazarte y decirte que todo estaría bien aunque no entendiera nada.
Vos te diste vuelta para devolverme el abrazo y cuando te calmaste un poco dijiste unas palabras que se quedaron grabadas en mi mente:
"Tengo terror de salir lastimada de nuevo, pero lo que más me asustaba era no volver a sentir todo lo que estoy sintiendo por vos. No sabes el miedo y la alegría que me da amarte. Lisa, te amo."
El alivio que sentí a escuchar que me amabas tanto como yo a vos hizo que se me escaparan lágrimas de emoción.
Nunca había sentido tanto por una persona y al saber que me correspondías me sentí la mujer con más suerte del mundo.
Cuando escuchaste mi respuesta me diste una sonrisa de alivio que me sentí confundida.
¿Enserio pensabas que no te iba a corresponder? Por qué, Amapola, solo un ciego no se podría haber dado cuanto del amor que transmitían mis ojos cada vez que te miraba y vos me sonreías.