Cansado de todo y de todos, decidí salir de aquel – bonito, pero horrible – lugar en el que entré pensando que era la persona más feliz del mundo y terminé saliendo aceptando mi horrible realidad.
Sin saber hacia donde ir, me encaminé hasta el parking, el cual estaba comenzando a llenarse de personas que abandonaban el parque de atracciones tras haber disfrutado todo el día.
Giré mi vista...
Hacia un lado…
Hacia el otro…
Pronto encontré, a lo lejos, un pequeño… ¿bosque?
¡Es verdad! En el coche, camino hacia la entrada del parque de atracciones, pude ver a través de la ventana un campo enorme que aislaba el lugar de la ciudad. Sin pensármelo dos veces, entré en el revoltijo de árboles y matorrales para ocultarme.
No sé durante cuanto tiempo anduve, no fue poco, pero tampoco demasiado. Simplemente lo justo como para que no me encontraran…o, al menos, esa era mi intención.
Me dejé caer al lado de un árbol, con la espalda reposada sobre el gran y ancho tronco que lo elevaba hasta la cima. Sin esperar un segundo más…volví a dejar que todo saliera. Ahora me encontraba en un lugar cálido, un lugar que parecía que, con sus ramas y hojas, me abrazaban, podía llegar a sentir el calor de la naturaleza y eso….eso era lo que necesitaba con creces.
Cualquiera que me viera, probablemente, se asustaría, o si son gente de mal corazón, llegarían a pensar en lo ridículo y débil que estaría viéndome en aquel preciso instante….pero nada de eso me importaba. Lo único que quería hacer era intentar calmar mi corazón, aunque, en estos momentos, parecía lo más imposible del mundo.
El pecho oprimiéndose cada vez más con cada respiración.
El aire que falta y parece que no llega a los pulmones.
Llorar tanto que no sabes ni cómo se hace.
Sentir como, un sudor frío, recorre las palmas de tus manos.
Los escalofríos erizar tu cuerpo.
La angustia retorciéndote el estómago hasta subir por la garganta y quedarse ahí, tapando el conducto de respiración.
El dolor que atormenta tu mente y cuerpo.
Los malos recuerdos…
No podía más.
No quería más.
La vida no estaba hecha para Taehyung.
Sin más espera, saqué una pequeña navaja de mi bolsillo. Le di varias vueltas con mis dedos, notando su tacto frío, la silueta de su inscripción…
“Yoongi”
Ese es el nombre que pude ver escrito en el lomo de este. En algún momento de la mañana, Yoongi me pidió que se la guardara porque sus pantalones no llevaban bolsillos y le daba pereza meterla en la mochila. En uno de los descansos, aprovecharía para guardarla, pero se le olvidó. La usábamos para poder hacer los bocadillos para la merienda en el parque, o para pelar la fruta…lo típico.
Solté una risa irónica.
Incluso algo tan tonto como una pequeña navaja me traía cientos de recuerdos de ellos….los traidores.
Yoongi, Hoseok y… Songi.
La que más daño de hizo de todos.
La que jugó conmigo.
La que me dio una vida para luego arrebatármela como si nada.
La que me terminó de destrozar por dentro.
Me puse en pie.
Situé la navaja en mi antebrazo y cerré los ojos.
Adiós.
¡Hasta aquí este capítulo!
Espero que lo hayáis disfrutado muchísimo!
Mil gracias por el apoyo~
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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.
EDITORIAL: Ediciones Arcanas.
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