Dylan Parker
—¡Mamá ya llegue! —dejo las llaves de la casa en su respectivo lugar al igual que aviento la mochila en el primer espacio que caiga.
—¡Qué bueno, cariño! ¿Cómo te fue?
La casa es muy silenciosa y llena de paz cuando él no está, desde que lo conoció en esta casa los gritos y golpes son los más vistos por aquí. Sin embargo, mi madre es muy terca y necia para aceptar que no es el mejor trato que recibe, ella dice que no lo entiendo, que no entendería su relación de amor, pero no soy estúpido.
—Hola, Dylan —un peso en mi pierna me hace despertar de mis pensamientos y ver hacia abajo para darme cuenta que a mi hermana de 4 años no se le ha quitado la maña de enroscarse como mono en mi pierna. Con dificultar camino hacia la cocina mientras ella descaradamente se ríe.
—¿Cómo te fue en la escuela?
—Pues bien —encojo mis hombros sin darle mucha importancia —Necesito dinero para comprar una libreta nueva —sonrió sin mostrar los dientes.
—No hay dinero —mis ojos se topan con la mujer en mandil que prepara la cena, y es cuando me doy cuenta que trae maquillaje; nunca usa maquillaje a excepción cuando quiere tapar sus moretones o golpes. Al momento que se da cuenta baja la mirada al piso —Compré el mandado —su tono temeroso al hablar y lo perpleja que está desenmascara su mentira.
—¿A si? —asiente forzadamente. Aun con mi pequeña hermana pescada de mi pierna me dirijo al refrigerador —Si compraste comida, entonces… ¿Dónde está? no la veo por aquí y mucho menos está en la mesa.
—Yo creo que haces muchas preguntas ¿no? —pronuncia con un hilo de voz que muy apenas puede escuchar.
—Cuando vas a entender que…
—Todo va a estar bien sol... —odio que digan eso cuando nada está bien y no quieren aceptarlo.
—Tú estás para todos, pero dime ¿Quién está para ti? —una pequeña lágrima resbala por su mejilla —Buscare un trabajo.
—No tienes que hacerlo.
—Si no lo hago moriremos de hambre —el silencio se hace presente al igual que más lágrimas de parte de ella —Te amo —deposito un suave beso en su frente, es mi forma de decirle que no tiene de que estar triste. Sin embargo, hay demasiadas cosas que hacen que la tristeza sea parte de nuestra casa.
—¿Y a mí qué? no por nada estoy pegada a tu pierna —menciona Annie con un ligero puchero. Me alegra que ella no entienda lo que sucede aquí, y quiero que así permanezca. Como me gustaría tener 4 años ahora mismo.
—A ti también te amo —trato de despegarla para poder abrazarla pero al perecer no quiere —Si me sueltas te llevo al parque —rendido de mis intentos no me queda de otra que sobornarla.
—¡Voy por mis muñecas! ¡No te vayas sin mí! —me encanta verla correr lo hace muy curioso.
—Todo va a estar bien.
Lo único que quiero es gritarle al mundo lo mal que me siento…
Dafne Jones
La amargura y el sabor a rancio y quemado de las palomitas no me gusta para nada sentirlo en mi boca, son unos niños muy malos.
—No estés enojada, solo fue una simple broma.
—¡Me lave los dientes 5 veces, Alan!…y aun traigo el sabor a amargo de las mugrosas palomitas —si pudiera gritar lo haría a todo pulmón y reventarle los tímpanos.
—Eres una amargada —ignora mi presencia. Odio que hagan eso.
—¿Cómo las palomitas? —La mejor arma que puede tener uno es la mano, para darle un buen zape a tu hermano —¿Por qué me golpeas loca?
Mi cuerpo se abalanza hacia adelante y tomo su cuello entre mis manos hasta que se pone morado.
—¡Ya la perdimos! otra vez esta imaginado posibles escenas.
—Ustedes me vuelven loca, voy al parque a tomar aire fresco.
—¡Te acompaño! —en menos de lo que canta un gallo Carlos ya se encuentra en la puerta listo para ir conmigo.
—No pedí tu compañía, yo iré sola.
—¡Déjala que vaya sola!
—Pero…pero…pero…está bien.
Editado: 07.05.2021