La stripper del jefe

Capítulo 8

Miro de mala manera cómo se aleja, y más tarde aparece "la amigis". Veo cómo camina, pegada a los zapatos de Oto como un chicle. Muy maduramente, le saco la lengua mientras comienzo a teclear en el computador.

—Ariadna. —Levanto la vista y me encuentro con uno de mis traidores compañeros de trabajo.

—¿Pasa algo? —inquiero, dándole atención.

—¿Cómo sigue tu lindo trasero? —pregunta con tono coqueto. Pongo los ojos en blanco.

—Pregúntale a tu pene —respondo, levantándome y dándole una patada en las bolas—. A una dama como yo no se le preguntan esas cosas —murmuro con los brazos cruzados, mirándolo con desprecio.

—Una dama tampoco anda pateando bolas. —Levanto la vista, y mis mejillas arden cuando veo a Christian mirándome serio.

No te descubrieron, pero igual serás despedida.

—Claro que lo hace —lo desafío con la mirada—. Cuando alguien te falta al respeto, una mujer debe darse su lugar ella misma. —Me siento en mi silla y lo ignoro, volviendo a teclear. Es mejor hacerse la loca que me despidan por loca. Es confuso, pero yo me entiendo.

—¿Sabes que puedo hacer que te despidan por ignorarme? —pregunta, y yo suspiro. De verdad, estos hermanos tienen un enorme problema de entretenimiento, y parece que me ven como uno.

—Si quisieras despedirme, no estarías aquí contándomelo —murmuro, volviendo a ignorarlo.

—Será divertido venir aquí —responde antes de darse vuelta y toparse con la señorita chicle molesto.

—¡Christian! —chilla, y corre hacia él. La miro sorprendida, considerando que lleva unos tacones altísimos.

Si correr en tacones de esa forma se considera un talento, esta mujer los ganaría todos sin dudar. Por mi trabajo en el bar, soy buena andando en tacones, pero aún no tengo esa habilidad de correr como desquiciada para saltar y abrazar el cuello de un hombre con tanto afecto.

—¡Lizzy! —Él sonríe fingidamente. Casi siento pena por ella porque parece feliz por la forma en que él le sonríe, y desde kilómetros se nota que lo hace de manera poco voluntaria. Creo que él nota cómo estoy aguantando la risa porque rueda los ojos.

—Tenía tanto sin verte —murmura y, de repente, me descubre observando la escena—. ¿Se te perdió algo? —pregunta, y yo ruedo los ojos.

Los ignoro y me concentro en mi trabajo, intentando olvidar la voz chillona de "la amigis". Una hora más tarde, ya están fuera de mi vista, y me doy el lujo de poner mis planes vengativos en marcha. Tomo el teléfono que Tyler consiguió para mí y marco el número correspondiente.

—Buenos días —responde una dulce voz.

—Buenos días, tengo una noticia que puede interesarle mucho —me cubro la boca para no reír.

—Por supuesto, ¿cuál es? —pregunta, ahora más interesada.

Irás al infierno y yo no te voy a visitar.

—Descubrí que el gran Oto Russell es gay y mantiene una relación secreta con uno de los hombres más ricos del mundo —murmuro, mirando alrededor para asegurarme de que nadie me escucha. Mi cara debe de verse terriblemente diabólica.

—¡¿Qué?! —chilla emocionada—. ¿Tiene pruebas de eso? —pregunta con entusiasmo renovado.

—Por supuesto, y se las mandaré de forma anónima. No quiero que mi persona se vea involucrada en todo el escándalo —contesto con la oreja pegada al teléfono.

—Muchas gracias, señorita. Esperamos esas pruebas —cuelga, y yo suelto un chillido malicioso en mi lugar. Quiero ver cómo el jefecito maneja el escándalo que se le viene encima.

Me levanto, acomodando mi cabello, y camino hasta la cafetería. Es hora de almorzar, y mi estómago lo sabe.

Ubico a Julia, quien está distraída mirando a Tyler con una sonrisa bobalicona. Parece una acosadora loca; creo que ni siquiera pestañea.

—La baba cae —murmuro, sentándome frente a ella. Ni siquiera así logro que aparte la mirada de él.

Quiero ver el día en que Julia deje de darle solo miraditas. Es una mujer hermosa, y sé que Tyler apreciaría la mujer increíble que es. Mi amiga merece un romance hermoso y lleno de amor. Se merece el cielo y la luna.

—Solo estás celosa de que yo tengo un sexy crush y tú no —dice, desviando la mirada de Tyler por un instante para lanzarme una mirada traviesa.

—Tengo a un maldito y muy sensual "moja bragas" vampiro llamado Damon como crush —dice Julia, mirándome con una sonrisa soñadora.

Y no miento, ese hombre es una recompensa divina que Dios nos otorgó para compensar la existencia de hombres como Oto Russell. Cada vez que veo la serie, pienso que yo necesito un hombre así en mi vida.

—Pero no puedes acosarlo ni robarle sus bóxers porque no trabaja contigo —comento, levantando las cejas y frunciendo el ceño.

—¿Acaso robas los bóxers de Tyler? —pregunto, confundida, y sus ojos se abren como platos, llenos de horror.

—¡Ni que estuviera loca como tú! —suspira, y yo también lo hago, aliviada. No sería nada bonito que tu mejor amigo te acuse de robar sus bóxers y saber que es culpa de tu mejor amiga.

—Creo que si Damon tuviera su virginidad intacta, también se la robo —confieso con descaro, y Julia estalla en carcajadas.

—Señoritas, ¿las puedo acompañar? —dice una voz detrás de mí. Miro por encima del hombro y me encuentro con Tyler, que nos sonríe amablemente.

—Claro, puedes sentarte al lado de Julia. Yo tengo un calor del demonio —murmuro mientras sigo devorando mi comida. Siento la mirada posesiva de mi amiga sobre mí, pero estoy demasiado ocupada comiendo tranquilamente. Ella que disfrute de Tyler.

—Hola, Julia —la estúpida de mi mejor amiga apenas puede responder con una sonrisa fantasiosa.

—Ya puse mi plan en marcha —murmuro, captando la atención de ambos.

—¿Qué planeas? —pregunta Tyler, mirándome con curiosidad.

—Pronto lo verás —respondo, mostrando una diabólica sonrisa que los alerta de inmediato.

—Si no te conociera, juraría que un demonio o algún espíritu extraño te posee —dice Tyler, divertido. Me río mientras niego con la cabeza.




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