Daren podía tocar su sueño con los dedos. Era un triunfador al que el destino había sonreído. Lo había arriesgado todo y había ganado, consiguiendo lo que muchos ansiaban, superando las dentelladas del tiempo. Por fin se olvidaría de las heridas del camino, también de los días inservibles. Echó un vistazo atrás. El último que se prometió en su vida. La patera donde navegaba parecía un vergel de gente deshidratada y moribunda. Con rabia y calculada resignación volvió la mirada hacia delante. Europa estaba frente a sus ojos. La suerte le miraba a la cara.