La Supervivencia de los Ocho Peones (libro 1)

Prólogo

El fuego crepitaba fuertemente consumiéndolo todo; lentamente devoraba los ocho cadáveres que yacían sobre el suelo, cubiertos de sangre y polvo que sólo esperaban convertirse en cenizas.

Los árboles y plantas alrededor también sufrían por el fuego, lo esparcían rápidamente por el bosque y campo que se tornaban negros con la llegada de su muerte. 

Era de noche y no se oía más que ese sonido. Mientras las llamas continuaban su trabajo, una figura extraña se movía de forma lenta al tratar de alejarse de la terrible escena. Era una persona que llevaba en sus hombros a otra gravemente herida. Las dos eran mujeres, la que caminaba era alta y grande, tenía la cara sucia y su pelo corto que normalmente era rubio ahora se encontraba gris. La otra llevaba su barbilla sobre el hombro de la primera, sus piernas alrededor de su espalda y su cabello largo y negro como la noche flotaba en dirección del viento que a la vez ayudaba al fuego en su labor. Después de unos pasos, la que iba en la espalda de la otra alzó su mano abierta y al mismo tiempo en que la cerró en un puño, susurró: - “Chupunem”, todo el fuego se extinguió dejando sólo una gigantesca nube de humo que las envolvió para luego elevarse y dejarse empujar por el viento.

–Deberías guardar fuerzas, – el tono de la mujer que la llevaba era de desaprobación.

–¿Para qué? Tú eres la que camina. – Su voz era más suave y más débil, se podía notar que padecía dolor. – En serio, creo poder caminar.

La mujer más grande dio un resoplido. – Claro, antes de dejar un lago de sangre, – su tono sarcástico se tornó en preocupación. – Tu herida está tardando en sanar. Eso no es normal… ¿o sí? 

–...Me ocuparé de ella luego.

–¿Estás segura de que estarás bien? No. No me agrada la idea. Me detendré aquí para que puedas curarte. – Se podía oír la ansiedad en su voz, pero la otra no contestó, sólo cerró los ojos. Le costaba respirar y aún más hablar, tenía un dolor punzante en el vientre donde estaba la herida y el dolor se extendía hasta el área de sus costillas y su pecho. También llevaba entumecidas las piernas, tenía frío y se sentía extremadamente sucia, pero ninguna queja se escapó de sus labios. –...De acuerdo, como quieras. Tardaremos un rato en llegar a un lugar donde descansar, – continuó la que caminaba. No se escuchaba cansada en lo absoluto, pero sus pasos seguían siendo lentos y casi arrastraba los pies. – Trata de dormir un poco mientras tanto.

–Gracias por acompañarme, Rita.

Rita tragó y luego hizo la pregunta que temía hacer: – ¿Qué sucederá ahora?

–Lo que siempre sucede.

Rita giró un poco para poder ver con tristeza el panorama que ya había dejado a cierta distancia. Los ocho cuerpos seguían ahí, cada uno con una expresión en el rostro que la atormentaría durante largo tiempo; humo negro salía de ellos. – ¿Igual? – Ella no estaba de acuerdo.

–Ocho Guerreros tomarán su lugar.

–¿Qué hay de nosotras? - Pronto sintió cólera contra el que había causado todo. - ¿Qué hay de aquel… hombre? Él…logró escaparse.

La mujer de cabello negro tampoco sintió deseos de mencionar el nombre de aquel sujeto.–Tratarán de matarnos por lo que hemos hecho,– contestó aún con los ojos cerrados y con un tono de lo más natural – Debemos eliminarlo antes de que suceda..

–Pero…hemos hecho lo correcto, ¿Cierto? 

–Lo veremos, – susurró la de cabello negro mientras un hilillo de sangre corría desde sus labios hasta su barbilla y a la vez una lágrima que se le unía.

Rita continuó caminando en silencio, sumergiéndose en sus pensamientos. Esos ocho cadáveres habían sido una vez sus compañeros, habían compartido tanto momentos de batallas como momentos de paz… Matarlos no había sido para nada algo que ella deseara. Rápidamente sacudió ese pensamiento, pues no podía dudar de su amiga; hasta aquel momento le había sido leal y siempre había tenido razón en sus estrategias y acciones, ¡Si ella decía que matarlos había sido lo mejor, entonces debía tener razón!..

Mas no pudo evitar tener un poco de culpa… y duda.

 

Hizo chocar sus puños tres veces para tratar de eliminar su furia y frustración. - Detesto esto. Detesto que hagan cosas que no puedo entender.

La cabaña a la que llegaron era pequeña; constaba de sólo una habitación, era suficiente para las dos. Rita se quitó su capa beige, dejando el resto de su uniforme del mismo color, y la colocó sobre su amiga quien descansaba al lado de una pequeña chimenea.

El fuego alumbraba su rostro sucio y pálido, el ceño permanecía fruncido por el dolor que sentía, su pecho subía y bajaba rápidamente por la respiración agitada. Rita estaba preocupada; en todos los años que había estado al lado de su amiga, jamás la había visto tan malherida. Algo no andaba bien. Lo peor de todo era de que no se quejaba. Ella era así, ella siempre había sido así, sufriendo cualquier dolor y molestia en silencio, ni siquiera confiando en sus mejores aliados. Fue mientras pensaba esto, cuando su corazón dio un latido anormalmente fuerte y luego continuó latiendo como si nada.  Contempló a su amiga quien había abierto los ojos.

–Ta-también lo sentiste – La voz de Rita era apenas un murmullo. 

–Uno, – contó la de cabello negro y Rita lo sintió nuevamente – Dos, – Otra vez – Tres, – los fuertes latidos se repitieron seguidos siempre de latidos normales para punzar de nuevo hasta que contó – Siete.



#3744 en Fantasía
#4488 en Otros
#509 en Aventura

En el texto hay: romance, batallasepicas, romance drama aventura

Editado: 01.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.