La sustituta

Prologo

El restaurante River, de cinco estrellas que es reconocido, sus mesas están vacías, algo que es muy extraño. Tal vez por la hora del día, o puede ser también por la presencia de aquella zarrapastrosa, indigente y callejera que está sentado en el medio de aquel elegante lugar. Ella, tiene el cabello de color de fuego este desmañado, la cara sucia esconce las pequeñas pecas que adornan su ovalada cara y sus vestidos parecen andrajos y tiene cierto desagradable olor a agrio y a basura.

La joven tiembla de pies a cabeza. Sus ojos como el jade solo miran a aquel hombre de hermoso parecer que solo se limita a analizarla en silencio. Su porte elegante y mirar a cautivador la tienen hecha ella un lío de puro nervio.

Aquella reunión parece desatinada para aquellos que los están observando, y más en lugar que es tan fino y solo personas acaudaladas pueden darse el lujo de entrar y solicitar y recibir una merecida atención. Algo que en ese momento no se está haciendo, porque por órdenes de aquel hombre elegante las puertas han sido cerradas al público.

— ¿Tienes hambre? — La voz de él sonó suave y melodiosa y fue lo único que pudo preguntar, pues su cabeza era un revoltijo de ideas. Una idea muy mala que había llegado a su mente, pero necesitaba realizarla; el tiempo se le acaba.

Una camarera se acercó tapándose la nariz sin disimular el desagrado que sentía por aquella persona que estaba frente al elegante hombre; sin embargo, cuando este la miró, la fulminó con la mirada y ella de inmediato se puso tan tensa como una cuerda de guitarra.

La maloliente solo sonrió al ver el desprecio y miró al hombre antes de responder.

—Sí, señor. La verdad es que llevo mucho tiempo sin poder comer algo saludable— dijo a la joven con una voz clara, sin ningún tipo de temor. Cada palabra era bien pronunciada y se notaba que la joven en cierto momento tuvo una educación—. Pero sinceramente no creo que este sea el lugar adecuado para que yo tome algún alimento, como usted acaba de ver a la camarera, le dio repulsión.

Sonrió al ver la palidez del rostro de la camarera que hacía cara de asco.

—Pues si a ella no le gusta atenderte bien, se puede ir — dijo él al determinar a la camarera que temblaba de pies a cabeza. Los ojos del hombre se mantenían fijos en el rostro ovalado de la joven.

—Trae lo que se te pidió – ordenó de manera despótica.

Y esta salió volando y trayendo lo que se le solicitó. Sus manos temblaban al colocar el servicio en la mesa.

Al quedar los dos solos, él la volvió a mirar y sacó un papel de su bolsillo y con su lapicero bañado en oro escribió una enorme suma de dinero, extendió lentamente el papel hacia ella.

Ella frunció el ceño al ver la enorme cantidad y sonrió para esconder su nerviosismo, que no lo tocó.

— ¿Qué tengo que hacer? — preguntó con la voz quebradiza—. Tiene que ser algo muy grande, porque esa suma de dinero...ups. ¿Quieres que asesine a alguien? Pues no, no soy asesina.

Él solo sonrió de medio lado al ver a la joven que, a pesar de la condición tan lamentable en la que se encuentra, hay cierta chispa de luz y vida en sus ojos y en sus palabras.

—Solo quiero que te hagas pasar por otra persona — dijo él de manera sincera—. Solo serán unos pocos días. A cambio recibirás este pago.

La joven miró el documento y vio que había una enorme cantidad de dinero. Podría pagar sus estudios, necesidades, tener una casa, comida… Y luego frunció el ceño molesto.

—Si piensas que me voy a ser una de tus amantes. ¡Jamás lo haría! — dijo ella devolviéndole aquel papel—. No quiero que mientras me la metas me das con un látigo, o que me amarres como si fuera un perro y ... Tu oferta es muy tentadora. No, no lo acepto. No voy a negar que eres un hombre guapo y que cualquier mujer se derretirían ante ti para abrirte las piernas y se la metas a placer, pero yo no — dijo ella sosteniendo la mirada de aquel hombre que se sorprendió al oírla—. Tú a mí no me gustas.

El entrecejo del hombre se arrugó mostrando su malhumor.

— ¡Tú tampoco me interesas como mujer! ¡Válgame Dios, fijarme en una mujer como tú! — le dijo furioso. Sus palabras de sado lo ofendieron y por primera vez una mujer lo rechazaba abiertamente, sin importar que fuera una mendiga. Esto lo ofendía.

—Tu no vas a estar a mi lado— le dijo cortante— ¡Ni más faltaba!

Ella solo torció la boca al verlo molesto, al parecer había exagerado.

—Necesitaba estar segura— dijo ella elevando los hombros —. En estos tiempos hay tantos tipos raros. Entonces, ¿quién es la persona a la que voy a sustituir? — preguntó ella bastante necia con el tema.

—A la nieta de mi padrino— dijo cortante. Miraba a la mujer y realmente ella no era su tipo.

— Usted sabe que eso es ilegal y todo podría recaer sobre mí al descubrirse— le dijo ella nerviosa y tentada por aquella enorme cifra de números.

Él solo soltó el aire.

—Mi padrino está muy grave y su último deseo es encontrar a su nieta. Su hijo y su esposa murieron dejando a una niña, pero ella desapareció y por eso él quiere tenerla a su lado antes de morir. Si aceptas, pasarás a ser la nieta de Alejandro Manchego.

La joven se quedó mirando fijamente a aquel hombre.

— ¿Qué pasaría conmigo si todo esto se llega a descubrir? — preguntó la joven mirando el rostro de aquel hombre que la tiene embobada.

Él jamás imaginó que la joven tuviera tanto conocimiento.

—Haremos un acuerdo de que todo fue idea mía, y tu solo quería ayudar a un buen hombre que pronto va a morir— dijo sin dejar de mirarla—. Así nada caerá sobre tus hombros.

La joven terminó de comer, se limpió la boca con un además sencillo y luego sonrió al mirarlo a los ojos.

—Acepto, seré la nieta sustituta.

Él solo espera que nada se le complique, sin embargo, está muy lejos de que todo a ellos le salga bien.




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