— ¿Podrías hacerme una introducción para La Taberna? —me escribió Víctor….
Sí, claro. Cómo no, pensé para mí.
Aunque instantes después un pensamiento maligno y algo irónico asaltó la parte racional de mi cerebro: ¿Qué mejor que dedicar parte de mi caótico tiempo a pensar y desarrollar un texto, lo suficientemente interesante y válido como para que el autor del libro quede contento, sabiendo que no todo el mundo se lo va a leer y si lo hace será deseando que acabe lo antes posible?
Porque seamos sinceros, muchos lectores no necesitan este prefacio.
Normalmente cuando eliges un libro para sumergirte en sus páginas (digitales o no) hasta las últimas consecuencias y dejar que te susurren todas las historias que contengan, es con una idea preconcebida. Conociendo el argumento, la sinopsis o al autor. Y con eso es suficiente. No te interesa el prólogo porque no es lo que quieres. Es un ofrecimiento, sí. Un extra agradecido, un añadido posterior, un matiz aclaratorio. Pero no vas a leerlo por eso.
Así que no voy a hacer un análisis sesudo de la obra en sí dado que ni considero que sea el lugar ni tampoco la persona adecuada para tales menesteres. Otros y mejores lo harán en su momento.
Pero sí voy a dejar por escrito y para la posteridad que no estamos ante un autor cualquiera, más bien al contrario. Sus connotaciones son especiales y es necesario señalarlo antes de empezar esta obra, cuanto menos… compleja e intrincada. Sí. No porque la trama lo sea en exceso sino porque La Taberna, como todo lo que escribe el autor, es un texto poderoso y sobretodo intenso nacido del sufrimiento y la experiencia. Un libro de prosa algo farragosa y recargado en ocasiones pero oníricamente poético en otras. Una experiencia vital de la que aprender y una ventana desinteresada y valiente al alma de un soñador de universos maniatado en el barro.
La Taberna es la historia de Joel, un treintañero tan perdido en sí mismo y en sus defectos que tras llegar a una sensación de tope debe decidir si realmente quiere levantarse y luchar por algo que valga la pena. Por él mismo. Con un trastorno ya de por sí complicado un enemigo como el alcohol se convertirá en la némesis cambiante y serpenteante de la historia y obligará al protagonista a elegir ser un Ícaro moderno y acercarse al sol o bien ser Dédalo y sobrevolar la angustia y el dolor con el mar de fondo como simbología de todas las cosas.
La obra comienza con una visita al Centro de Salud Mental, con la amenaza intrínseca que ello conlleva y finaliza con el final, claro. Ese es un lugar al que no puedo acompañaros pero puedo prometer que no es un camino de rosas.
Porque La Taberna no deja de ser ese remanso de paz irreductible que todos necesitamos en algún momento de nuestra existencia, ese lugar del que echar mano cuando la vida de forma indefectible nos envía las tormentas. Es un lugar que de no existir tienes que empezar a edificar ya. Porque es esa lucha primaria, diaria, cíclica por encontrar un lugar de tranquilidad y un hogar donde reposar el alma la que da validez al mundo. Por ello hay que saber leer aquellos renglones no escritos en los que tenemos que entender que en esta vida tan injusta podemos ahogarnos, literalmente, con la experiencia o podemos ver los abismos desde una altura adecuada y no caer en ellos.
Antes de finalizar comentaré un par de cosas que considero interesantes: Por un lado que es recomendable leer su obra “La Cabaña” con la que comparte diversos puntos y personajes, y por otro destacaré la inclusión de la serie “Experiencia bipolar sin alcohol” como unos anexos realmente personales que resultan un compendio de sabiduría existencial de lujo y que considero de obligada lectura para todos aquellos que quieran escuchar y aprender de primera mano sobre una temática desconocida para la mayoría de nosotros como es el trastorno bipolar.
Ya para acabar citaré a Paulo Coelho: “La felicidad es a veces una bendición, pero por lo general es una conquista. El instante mágico del día nos ayuda a cambiar, nos hace ir en busca de nuestros sueños…”. Esta obra que tenéis entre las manos es el vivo ejemplo de que el esfuerzo vale la pena y la lucha no es nunca en balde.
Como he dicho al principio quizá no interese a nadie este prólogo, pero es parte del libro. Y hablando con Víctor se ve rápidamente que La Taberna es un hijo que está esperando con anhelo y al que va a querer tanto como le sea posible y más. Así que mi aportación al puzle está hecha.
Ahora sí, me despido por fin.
Basta de humos, basta de espejos. Que se alce el telón y empiece el espectáculo.
Bienvenidos a su mundo. Sumergíos en su universo propio y disfrutadlo.