Capítulo 1

Joel despertó, aunque no abrió los ojos.

Sentía náuseas y todo le daba vueltas.

Intentó en vano recordar los acontecimientos del día anterior, mientras lentamente se volvió sobre sí mismo tratando de inhalar aire fresco.

La garganta le quemaba.

Una sensación de desazón lo embargaba.

Notó de repente el opresivo tacto de la ropa que llevaba puesta, la misma del día de ayer.

Tan solo quería seguir durmiendo, no sentía fuerzas para nada más.

No obstante, de un modo súbito recordó que esa mañana contenía un deber. Al desviar la vista al reloj del despertador, constató que apenas tenía media hora para emprender rumbo al centro de salud mental.

Joel era bipolar.

Su vida, si bien siempre había estado marcada por ciertas peculiaridades, últimamente hacía gala de una inestabilidad emocional tan grande que se estaba convirtiendo en habitual el tener que recibir atención psicológica o psiquiátrica. A veces incluso a la fuerza.

Al levantarse de la cama se tambaleó de modo que chocó varias veces contra una de las paredes de su habitación.

Apoyándose donde podía, logró llegar al comedor, dejándose caer en el sofá y encendiéndose un pitillo.

En la mesa, tan desordenada como el piso en sí, se veía asomar la esquina de una libreta en la que Joel se había comprometido a anotar algo así como un diario vital. Si bien había cumplido con los primeros días, hacía ya tiempo que no la actualizaba correctamente.

En su lugar había redactado un texto en el que trataba de armarse de valor para lo que se le venía encima.

Se encontraba sumido en graves problemas relacionados con el consumo de alcohol.

No se consideraba alcohólico, al menos no todo el tiempo.

Sin embargo, en mañanas como esa, sin duda se daba cuenta no solo de que las cosas no funcionaban desde hacía muchísimo tiempo, sino también de que no podía seguir así.

Apenas con tiempo para lavarse la cara y agarrar la libreta, salió a la calle donde el sol de las diez de la mañana castigó su resaca.

Veinte minutos más tarde comunicaba a la secretaria del centro que tenía visita programada con Catherine.

Sentado en la sala de espera, trató de prepararse para la visita con su psicóloga.

Frente a él un hombre agazapado fulminaba con mirada desorbitada al resto de pacientes y familiares, aparentemente en busca de conflicto, aunque seguramente fuese de comprensión.

Una mujer hinchada por la medicación trataba de enderezar cíclicamente su cabeza, que caía hacia un lado dado haciéndola víctima del sueño.

Joel recordó sus últimos enfrentamientos con Catherine.

Él defendía que el alcohol suponía una excelente medicación a la hora de paliar los vaivenes maníacodepresivos de su trastorno.

Ella, por contra, mantenía que éstos eran tan exacerbados precisamente dado el consumo abusivo.

Sin señalarle como alcohólico, trataban de hacerle ver que se encontraba en una autopista directa para convertirse en ello.

Los primeros ronquidos de la mujer que ya había perdido la batalla en su resistencia a adormitarse lo sacaron de sus pensamientos.

En ese momento, la puerta del despacho de Catherine se abrió y Joel pudo escuchar nítidamente el sonido de su voz, despidiéndose del paciente al que acababa de tratar.

Cuando éste, un hombre de mirada triste y aspecto vencido, hubo salido, la esbelta silueta de la psicóloga ataviada con su bata blanca quedó a la vista.

A medida que Joel fue alzando la mirada, se encontró con un collar de misterioso diseño, una sonrisa a punto de dejar escapar algo y finalmente unos ojos que le miraban a él.

Pegó un pequeño brinco al sentirse observado, aunque lo cierto era que el paseo le había sentado bien y no creía que fuese a dar una mala primera impresión ese día.

– Joel, cuando quieras. – Catherine dio medio paso atrás para invitar con su brazo izquierdo a que su paciente entrase en el despacho.