La tercera llama: El recuerdo perdido

Capítulo 10

Ana por fin había aparecido, ahora era todo distinto. Le creía, no podía negar lo que había visto. Temía lo que podría pasarle.

 

Necesitaba ayuda,

 

Estaba asustada,

 

Dudaba de sí misma,

 

Pero por sobre todas las cosas: debía liberar su fuego interno y no sabía cómo.

 

 

Esa misma noche en donde todo había ocurrido de golpe, su amiga pelirroja decidió aparecer finalmente, aunque no de la manera en que solía hacerlo, no. Desde esa noche, fue una voz en su cabeza, como pocas veces había hecho, le había contado unas cuantas cosas que la hicieron guardar la calma, pero aunque le preguntó varias veces, no quería explicarle aún que sería un peligro para ella si la encontraban ayudándola. Pero efectivamente, era una de las arcanas y eso le explicó mucho.

 

La pregunta que recorría su cabeza: ¿También lo era ella? Y de ser así entonces ¿Por qué no podía hacer esos trucos de magia? Nada, cero, no habían esas respuestas para ella, nuevamente recordó lo que la otra pelirroja le dijo, la odiaba por tener la razón, tenía muchos miedos y no quería enfrentarlos o no sabía por dónde comenzar, estaban sus guerras internas y luego todo lo demás.

 

Había decidido que no dudaría más pero ¡Vamos! ¿Cómo rayos iba a creerse que era una bruja? Es decir, sabía que era diferente,  pero eso le sucedía a un escaso porcentaje de la población mundial, claro, tenía la coincidencia de que su mejor amiga tuviera esas habilidades especiales también, luego estaba Aaron, el mejor amigo de su hermano y su hermano, quienes eran bastante misteriosos, incluso para ella, sabía que salían en las noches hasta altas horas de la madrugada, ellos no pensaban que alguien se daría cuenta, luego estaba los objetos y libros extraños que su hermano conseguía, a veces creía que estaba en malos pasos y… ¡Rayos! ¿Por qué divagaba tanto? Lo que realmente quería saber, ya lo sabía, era una bruja, probablemente una muy poderosa, eso era alucinante, sin embargo no tenía ni la más remota idea de que hacer o cómo hacerlo, lo que era igual a ser una inútil o simplemente ser una persona normal, porque el que supiera que podría hacer algo, no era lo mismo a poder hacerlo; claro estaba que solo lo había intentado una sola vez y  fue intento fallido, pero recordaba la sensación en su cuerpo, por primera vez en su vida se había sentido poderosa, implacable y falló, falló porque era solo  utopía. Esa mujer tenía razón, debía enfrentarse a sus propios miedos, estaba entre creer que era ella o hacerlo, estaba agotada de huir y llorar. Debía hacer algo por si misma de una buena vez y dejar de tenerse lastima.

 

Ahora veía a Ana como una buena amiga, a pesar de su personalidad egocéntrica y con falta de juicio a sus ojos, nunca le había dicho una mentira y tampoco había querido algo de ella, más que creyera en sí misma, aún no le pedía nada, pero sin embargo siempre cabría la posibilidad, estaba consciente de eso. Solo quería saber las cosas que soñaba, las que nunca se atrevió a contarle porque simplemente no confiaba en ella y ahora, con esa mujer, con lo que le hizo a Aaron, con lo que hizo Noah con su moneda y sus miradas confidentes, sabía que tenía razón.

 

Ahora sabía que tenía que recordar, lo había  intentado, pero Ana le comentó que no podía simplemente forzar a su espíritu para que recordara cuando quisiera, ellos solo llegarían cuando estuviera sintiendo sensaciones que estuvieran en sintonía con sus recuerdos, casualmente ese tipo de sensaciones estaban ligadas con sus penas, se preguntó si alguna vez había vivido un momento feliz, Ana le dijo que había vivido el amor y entonces recordó a Noah, sus palabras ese día: “- Lo sé, siempre has sido reservada con tu vida, digo, eso se nota, que no eres abierta con todos- trató de corregirse y miró hacia otro lado para desviar su mirada de sus ojos, pero Aria no pasó por alto aquel comentario”. ¿Qué tan extraño sería creer que el en realidad la conocía desde hacía mucho? Para ella era un enigma, él y sus miradas esmeralda, cual piedras preciosas, sus ojos eran dignos de admiración, pero siempre tenían un precio, en su caso, guardaban muchos misterios para ella. No podía seguir negando su conexión, no podía seguir evadiendo sus propios sentimientos que comenzaban a retoñar, como raíces de un árbol, generando miles de ramales que penetraban en su pecho con profundidad, mientras arriba, solo podían apreciarse un par de pequeños tallos.

 

Había pasado una semana desde que Ana volvió a comunicarse y Noah se hubo ausentado de clases en más de cinco ocasiones, desde que tenía su teléfono, solía avisarle cuando iría a clases por la madrugada, aquello era particular y pedía sus apuntes con continuidad también, siempre lucía cansado y abatido, pero nunca tuvo la valentía de preguntarle lo que ocurría. Sin embargo le preocupaba, porque había conseguido un buen amigo o tal vez algo como eso, él era bastante misterioso, pero de todas maneras no dejaba de sentir  cosas cuando estaba con él o le escribía, eso era un hecho y si él seguía viéndola de esa manera, colapsaría en cualquier momento, por eso trataba de no mirarlo ya, no a sus ojos.




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