La tercera llama: El recuerdo perdido

Capítulo 25

El sonido de una gota cayendo e impactando contra el suelo como una alarma constante, hacía eco en sus oídos. Era el único sonido a parte de su respiración que lo hacían saber que seguía vivo, ya ni siquiera el dolor lo hacía sentir, su cuerpo había llegado al extremo y se había desmayado un par de veces para evitar sentir dolor, pero éste permanecía allí, atravesando su pecho y llenando su alma, también le dolía su brazo izquierdo que ya parecía una bolsa vieja de papel.

 

Su cabeza había estado pensando demasiado por él mismo como algo involuntario, y sabía que era momento de aceptarlo, sin embargo no podía evitar la sensación de que si lo aceptaba y dejaba entrar dentro de su vida, si aceptaba lo que era, estaría fallándole a sus principios y por ende a su padre, pero si no lo hacía, estaría negando sus raíces, antepasados y también a su padre. Se prometió a si mismo que si lograba salir de esa situación, cuando llegara al trono, haría muchos cambios.

 

Bajo la luz de aquella antorcha podía apreciar la montaña de papeles apilados desordenadamente sobre el suelo, todos aquellos pertenecientes a su padre y posiblemente a su familia. Ellas lo habían traído, sabía que habían burlado la seguridad de la casa de su padre, si lo hicieron antes, en esa fatídica noche, esta vez no sería problema, pues nadie más que él sabía de su investigación, de su duro trabajo y horas dedicadas a encontrar patrones o códigos que lo llevaran a un indicio, pero siempre regresaba al mismo punto, al principio.

 

No sabía cuánto tiempo tenia viendo aquellos escritos frente a él, tampoco sabía cuántos golpes había recibido, su cara le ardía, gracias a las garras de una de ellas quien lo había amenazado con hacerle daño a su hermana, también le costaba ver con su ojo derecho, pero a pesar de todas las cosas que le hubieron hecho, fue capaz de centrar su mente y ninguna pudo burlarla, no sabía cómo lo hacía, pero eso le aseguraba que mantendría a salvo a Aria y a Aaron, mientras este último buscaba un escondite para ambos. Seguía viendo el papel desteñido y la tinta corrida, era como si estuviera viendo un fantasma, era como si estuviera viéndolo a él, casi podía escucharlo hablar y no quería acercarse por temor a que desapareciera.

 

Tocar aquellas notas  era aceptar que se había ido.

 

Se había ido, pero no quería aceptarlo.

 

Tenía que aceptarlo, pero no sabía cómo hacerlo.

 

Suspiró un par de veces, y se dedicó a ver su mano, pensó en lo irónico que había sido el hecho de que le hayan impuesto una maldición de aceptación, sabiendo lo mucho que le costaría, sabiendo que eso podría llevarlo directo a la muerte y eso lo hacía sentir culpable, si él dejara de existir ¿Qué sería de su hermana y el clan? ¿Quién los gobernaría como era debido? ¿Qué sería de Aaron? Nadie podía entenderlo como él, el amor que había desarrollado por ese chico, había sido un trabajo de años y sabía que sin su presencia le costaría mucho seguir adelante, solo.

 

 

-Mientras más te resistas, más rápido te comerá vivo y lo sabes-  dijo una voz desde la oscuridad de aquel calabozo. No temió a lo que podría ocurrir después, no temía a la muerte, a lo único que le tenía miedo, era a sí mismo. Aquel chico lleno de moretones respiró hondo antes de moverse e intentar recomponerse, pero eso le dolió como si lo hubieran apuñalado, al menos eso si lo había sentido- Lo sé- susurró- Pero es difícil aceptar que eres algo a lo que te has negado tu vida entera- dijo con un poco más de fuerza, volviendo a su posición anterior, decidiendo que era inútil moverse de momento.

 

-Pobre niño, no sabes lo que haces. Debes permitirle a la magia entrar en tu corazón y sanar todo a su paso cuando ya la hayas aceptado; de otro modo, es como si fueras tu propio veneno- dijo acercándose un poco más, no confiaba en ella, eso era claro, pero ya no tenía fuerzas para seguir luchando- La magia es solo una manera de proyectar nuestra energía.  Ella jamás será mala, como crees, no, solo lo son las personas que pueden poseer su don y se dejan cegar por el poder que les otorga- dijo aquella figura revelando su atractiva silueta mientras se acercaba  a la escaza luz de la antorcha.

 

-He perseguido a esas personas desde que tengo memoria y  no he aprendido nada bueno de la magia- dijo en voz baja sin ningún tipo de ánimo y aquella mujer dejó ver su rostro- Anastassia… - susurró él y ella sonrió asintiendo- Bueno, eso puede solucionarse. Déjame enseñarte las cosas buenas que la magia puede hacer- dijo a una distancia peligrosa y tocó su pecho, dijo unas palabras en voz baja y apenas pudo leer sus labios para saber que no era latín el lenguaje en el que hablaba- ¿Pero qué-  no pudo completar porque quedó sin palabras al ver el fuego azul salir de aquellas manos y esparciéndose por donde suponía estaba su costilla rota, luego del calor, sintió un leve tirón y de pronto ya no dolía. Él levantó la vista hasta sus ojos azules y ella estaba sonriendo- Gracias- susurró- Pero ya sabía que se puede ayudar a sanar con magia- dijo mirándola incrédulo, ella sonrió con mayor amplitud- Sin embargo, estoy segura de que no creerías que un demonio de mi categoría se prestase para sanar a un pobre chiquillo que no me serviría de ninguna ayuda- subió sus hombros y él levantó una ceja.




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