Decir que tenía un mal presentimiento era un eufemismo para lo que realmente sentía y ya era mucho decir, porque en realidad, de eso había estado lleno los últimos días, de malos presentimientos. Desde que había besado a Aria aquella noche, todo dentro de él parecía haber explotado, como si un gran asteroide colisionara contra un pequeño planeta, destruyéndolo.
Destruido, así es como se sintió cuando la realidad impactó sobre su rostro.
Cuando sus ojos notaron la manera en la que ellos se miraban.
Cuando notó que sin su presencia estaba vacío.
Ahora se encontraba al borde de la locura o al filo de la cordura, no sabía cómo sentirse o definirlo, dividido entre dos mundos, mientras estos gritaban su realidad hasta aturdirlo.
Ahora se encontraba inhibido, gracias a Lyssa; no sentía toda esa carga emocional, pero eso no evitaba que le importase o que dejara de pensar en ello. Sin embargo, había otras prioridades que debía atender.
-¿Me has escuchado Aaron?-dijo Aria moviendo una mano frente a su rostro, él la miró confundido por un momento- Sí, claro, ¿Qué era lo que decías?- preguntó y ella rodó los ojos- He dicho que para abrir el portal, debemos salir de la ciudad, ya ha habido demasiada carga energética el día de hoy, podríamos colapsar con la electricidad de la ciudad y hacer que nos encuentren más rápido- dijo- Pero salir de la ciudad nos tomará unas dos horas- se quejó- ¿Prefieres esperar hasta la noche y un vuelo de unas diez horas?- preguntó alzando una ceja- No, no podemos. Es mucho tiempo perdido y lo sabes- dijo respondiendo su misma pregunta antes que él. Aaron asintió, lo que decía tenía sentido.
De pronto todo parecía tener sentido cuando no había sentido alguno en realidad, cada gesto y detalles, cada palabra dicha, tenían sentido, todo le había presagiado que llegaría ese momento y no había hecho caso. De alguna manera, sentía una especie de déjà vu, ya había estado en esta situación antes, eso era claro, se había metido en muchos problemas con Zephyr cuando apenas entraron al clan, pero esta vez la diferencia radicaba en que no tenía idea alguna de cómo salir de aquella situación. Eran muchas brujas y no se trataba de cualquier aquelarre de brujas, Aria, no estaba segura en ese momento de quien era ella, después de aquella charla con quienes la llamaron “hermana”, no estaba listo para aceptar que había vivido toda su vida con quien él consideraba que era su enemigo.
Luego estaba Zephyr, a pesar de esas raras charlas en su mente con él, sabía que le estaba siendo completamente sincero, lo sentía, su mano izquierda le dolía y esos gritos que había escuchado salir de él, sin contar lo que había visto en sus sueños; su amigo estaba en grave peligro y ellos se encontraban en una carrera contrarreloj, en donde si él ganaba, tendría que perder de todas formas y no podría vivir con ello. Tenía que ayudarlo, pero sabía que no podría solo, de ser así sería un acto suicida, aunque jamás lo reconocería en voz alta, en esos momentos necesitaba a su amigo para que lo ayudara a pensar con más claridad, pero eso no sería posible por un largo tiempo.
Y por primera vez, quiso pensar en lugar de actuar.
Porque si actuaba sin pensar, moriría en el intento.
Y lo sabía…
Respiró hondo y como era costumbre para él, con su mano derecha tocó su cadera para comprobar si llevaba su daga consigo, ahí estaba, envainada y lista para salir en cualquier momento, luego piso fuerte con sus pies y sus botas negras impactaron contra el suelo en un sonido seco, se tambaleó sobre sus tobillos, comprobando que estuvieran sus cuchillos, todo estaba en su lugar.
Sacó las llaves de su Jaguar C-X75 que le dieron sus padres cuando salió de la secundaria, su auto soñado, un clásico que mantenía intacto, indomable y feroz, justo como él, le encantaba conducirlo, sobretodo en la carretera cuando estaba sola, así podría ir a la velocidad que quisiera y nunca perdió una carrera cuando pusieron en prueba sus habilidades de conductor.
En sus manos agitaba las llaves mientras trataba de no acceder ante sus impulsos, estaba por comenzar lo que serían momentos difíciles, debía estar preparado para ello, debía ser el punto fuerte.
-¿Nos vamos?- dijo finalmente a aquellas dos chicas que hablaban de algo que ya ignoraba por completo- Si, supongo- dijo la rubia divisando la los ojos de su amiga quien ahora lucia perdida- Ari- dijo aquella chica tocando el hombro de su amiga, esta agitó su cabeza y la miró- Eh, sí, sí, vamos- dijo rápidamente.
Salieron de la casa en donde había pasado parte de su infancia, mientras recorría el pasillo donde estaban colgadas decenas de fotografías, llenas de recuerdos y vivencias, de pronto se sintió extraña, como si no perteneciera a aquel lugar, justo como el primer día en que puso un pie en el piso de cerámica, sus padres se habían separado poco tiempo antes y su hermano y ella fueron obligados a salir de sus vidas anteriores, de su casa, de estar acostumbrada a ver a sus padres todos los días, obligados a dejar los paisajes e incluso el idioma, porque ya no habrían más practicas semanales con su padre, no más clases de noruego, al menos presenciales. Se sintió como cuando tenía siete años y era completamente ajena a su nuevo estilo de vida, tocó una de las paredes y supo que había cambiado, ya no era esa persona introvertida que lloraba en silencio, ahora se sentía mucho más fuerte, aunque estuviera rota por dentro.
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Editado: 16.07.2018