La tortura del poeta

Ensayos hasta la luz del amanecer

Laurie.

Me encontraba ensayando en la sala con música que salía de mis auriculares. Marcel se había ido hace tiempo, cansado de tocar para mí, a pesar de que le rogara una última pieza. Pero entendía al pobre; él estaba día y noche tocando para nosotros. 

También estaba cansado. Mi cuerpo me pedía descansar, pero algo en mi interior no me lo permitía. Más que dormir, necesitaba perfeccionar mi técnica si quería conseguir el principal en la obra.

Deseaba ser quien interpretara “El Corsarioincluso más que los demás. Tener ese papel haría mi vida resuelta. Era todo lo que quería. Por ello mismo, darme por vencido a cambio de descanso no era una opción.

Mis mallas estaban sudadas y mis pies ardían, mis ojos rojos del cansancio y los bostezos no me dejaban en paz. Pero debía seguir intentándolo. Caí al suelo en medio de un giro cuando un bostezo que me provocó cerrar los ojos me interrumpió. 

—¿Estás bien? —oí de fondo debido a la música en mis oídos.

Me quité los auriculares y giré en dirección a quien me había hablado. Era Lilit, la chica que más que compañera, una amiga.

—Eh… sí —contesté. 

No, no lo estaba. Pero debía fingir que sí.

—¿Seguro? Porque  te he visto ensayar con y sin Marcel, y eso es decir toda la noche.

Bostecé, restándole importancia.

—Practico, nada del otro mundo.

—Sí, pero has amanecido ensayando sin descanso. No es nada sano esto que haces, Laurie—dijo, e inmediatamente sentí enojo por sus últimas palabras.

—No sé a qué te refieres. ¿Podrías por favor irte? Debo seguir ensayando.

—Laurie—dio unos pasos hacia mí. Retrocedí—. Laurie, sabes que no es sano. Debes dejar de esforzarte hasta no dar más.

—¿En qué te afecta? 

—¿A mí? En nada, pero tú-

—¿Qué es lo que te afecta de todo esto? ¡Nada! —grité y di unos pasos hacia ella—. Ahora déjame ensayar hasta que mis pies sangren y me salgan incontables ampollas, ¿te parece?

La vi pasar saliva, con una expresión en el rostro que gritaba lástima.

—Al menos acepta desayunar conmigo —insistió.

Mis humos se esfumaron por un momento.

—¿Desayunar? —pregunté y ella asintió, desconfiada—. ¡Mierda!

Salí corriendo de allí con mi toalla de mano, celular y auriculares. Dejé el English Ballet Company para irme directamente al departamento que alquilaba con mi amigo Liam. Para mi suerte, no vivía demasiado lejos y podía llegar corriendo en unos quince minutos.

Llegué sudando -más de lo que ya me encontraba-, cansado y al entrar, desanimado, pues todo se encontraba patas arriba. Ropa interior en la cocina, copas de vino en el suelo y un sin fin de mis cd 's de música clásica desordenados en el living.

Quise gritar tan fuerte como fuera, pero no lo hice. Esperé a ver lo peor y así fue: Liam y su novio durmiendo en mi cama, desnudos. Podía tratar de ignorar su mugre, pero el ignorar verlos a ambos dormir en mi cama era algo que no podía permitir ni en mil vidas.

Caminé hasta la cocina, tomé un vaso y lo cargué de agua. Debía hacer que me las paguen de una u otra forma. Y se los tiré a ambos.

—¡¿Qué carajos, Larousse?! —gritó desesperado Liam.

Les di tiempo a que se levantaran para luego hablar:

—Espero no se vuelva a repetir en mi cama, ¿entendieron?

—Vete a la mierda —espetó James, su novio.

—Tiernos —burlé.

No perdí más tiempo y, a la vez que ellos me insultaban de cientos de formas, me di la ducha más veloz de mi vida. Al salir busqué mis mallas, playera y zapatillas para irme lo antes posible, no llegar tarde y que el maestro Henry no me regañara como casi todas las mañanas lo hacía.

—No estabas —me detuvo Liam justo cuando iba de salida.

—Corrección: nunca está —corrigió James.

Viré los ojos.

—Debo ir a ensayar —contesté, intentando que no sonara de tan mala gana.

—Siempre ensayas, no hay día en el que tomes un descanso y pares —siguió Liam.

—Porque no necesito parar.

—¿Crees que no?

—Sé que no.

—¡Por favor, Laurie! Acabas de llegar, seguramente de ensayar toda la noche y ahora vuelves a irte. ¿Has dormido siquiera?

Arrugué las cejas, pasando saliva. Enojado por no saber si contestarle con la verdad o no. 

—Adiós.

—Sí, adiós.

Cerré la puerta detrás de mí.

“Creo que tiene una pequeña obsesión con eso del ballet”, oí a James decirle a Liam.

“¿Pequeña?”, le respondió sarcástico a su novio.

Quise volver para decirles que todo lo que hacía se debía al gran esfuerzo que me llevó conseguir un lugar en el English Ballet Company. Ser parte de esa compañía era mi sueño y vida entera. Pero no di marcha atrás.




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