La traición del Alfa

Prólogo 1: Razones para odiar a Yara Silva

Víctor

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A veces, cuando estoy aburrido y Chris ya me tiene harto con sus historias de conquistas, miro a Yara Silva.

Es una mujer solitaria desde el preescolar, siempre se le ve sola comiendo su almuerzo, es poco amigable y cuando alguien le busca pelea ella no duda en darle una tremenda paliza.

Yo mejor que nadie sé de eso, en el jardín de niños una vez intenté pedirle prestado un crayón y mi rostro terminó en el arenero del patio.

Recuerdo que a pesar de eso intenté ser amable con ella, pero todos esos intentos terminaban conmigo comiendo arena. Creo que hasta ese momento aún tenía la esperanza de ser su amigo, pero pronto descubrí que no sería así.

En primer grado, me asignaron el asiento junto a ella y de inmediato fui inundado por una sutil fragancia, un olor que me desesperaba y ponía de mal humor. Al llegar a casa, le pregunté a mi madre sobre su significado, ya que era la primera vez que olía algo parecido.

Mi madre me explicó que ese era el aroma de una omega y que algún día tendría que emparejarme con una. Por alguna razón, soportaba el olor de otras omegas, pero el de Yara me resultaba insoportable. Esa razón fue suficiente para que comenzara a odiarla.

Al día siguiente, decidí dejar de intentar ser amable con ella, todo lo contrario. Recuerdo que tomé su lapicera y dejé caer su contenido por una ventana del tercer piso. Fue en ese momento cuando descubrí qué tan fuerte Yara podía patear mi entrepierna. El incidente llevó a llamar a nuestras madres, y me sorprendió ver que la mía encontró tiempo en su apretada agenda para acudir al llamado del director.

Fue entonces cuando surgió otra razón para odiar a Yara.

Mientras el profesor explicaba lo sucedido a nuestras madres, la mía azotó mi cabeza contra el escritorio del director, insultándome sin siquiera darme la oportunidad de explicarme. Luego, me obligó a disculparme con Yara.

En cambio, cuando mencionaron que Yara me había golpeado, su madre le dijo «Hablaremos de esto en casa» y se disculpó conmigo. Y aunque también intentó obligar a Yara a disculparse, mi madre no lo permitió.

«Se lo merece», objetó a la par que me arrastraba hacia el auto.

Odiaba a Yara por tener una mamá más agradable que la mía.

Continué molestando a Yara hasta que finalmente el profesor decidió cambiarme de asiento, mientras no percibiera su aroma, podía estar en paz.

Años más tarde, en la preparatoria, encontré otra razón para odiarla. Había una tímida chica de lentes que me gustaba: Harper Thompson. Harper también era una omega, pero a diferencia de Yara, era más amable. Su aroma me encantaba, y solía pedirle su bufanda en invierno bajo la excusa de tener frío, solo para deleitarme con su fragancia.

Sin embargo, algo inesperado sucedió. La tímida Harper se convirtió en la mejor amiga de Yara, de la irritante Yara, y eso fue lo que colmó mi paciencia. Yara, siendo consciente de los planes de mudanza de Harper, decidió guardarse el secreto. Mi ilusión de pasar el resto de mi vida junto a Harper, incluso el infantil sueño de casarme con ella en el futuro, se desvanecieron sin poder despedirme siquiera debido a la traición de Yara.

El resentimiento hacia Yara y la sensación de haber perdido a Harper se arraigaron en mi corazón, marcando el final de una etapa y el inicio de un resentimiento que se convertiría en una sombra en mi vida.




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