Víctor
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La oficina se llenó de aplausos.
De mala gana aplaudí, conté justo seis golpes para no parecer un maníaco ni un aguafiestas.
Tuve que mostrar una sonrisa falsa al igual que otros tres alfas que desaprobaban la idea de que una omega se convirtiera en nuestra jefa. A mí no me desagradaba la idea de que se tratara de una mujer, me desagradaba que esa persona fuera Yara.
—Felicidades, Yara. —Cuando me di cuenta, todos habían hecho una fila para abrazarla y felicitarla.
Ahora no solo la odiaba a ella, también repudiaba, hasta cierto, punto a mi madre. Si no hubiera sido por ella, hubiera aceptado estudiar en el extranjero, pero como ella es tan controladora, decidí darle hacerle una jugada al hacer el examen de admisión para una universidad pública, por desgracia, Yara también quedó ahí.
Pude tolerar su presencia en ese sitio ya que estudiamos carreras diferentes, pero todo se vino al caño cuando entramos a trabajar. Se nueva cuenta mi madre insistió en darme un puesto en una de sus empresas, pero quería demostrarle que podía llegar alto sin su apoyo.
Y bueno, ahora Yara me robó el ascenso que necesitaba para demostrarle eso a mi madre. Para rematar, ahora tengo que saludarla con respeto, es mi jefa y si no quiero ser despedido debo comportarme.
Que irritante.
Cuando llega mi turno extiendo mi mano y sonrío.
—Felicidades, Yara —digo sin borrar la sonrisa de mi rostro.
La descarada sólo asiente, ignora por completo mi saludo y corre a saludar a nuestros superiores. Cierro la mano e intentó controlarme, su aroma cada día se vuelve más y más irritante de lo normal.
Regreso a mi cubículo y miro a la derecha, donde está la nueva oficina de Yara, la que debería ser mi nueva oficina. Suelto un gruñido, espero que Yara cierre las persianas, no me gustaría trabajar siendo observado por ella.
Alguien deja en mi escritorio una enorme pila de papeles, me giro y descubro que es Penelope, una beta.
—Hola —saludo y ella sonríe.
—Eran las labores de Yara, pero ahora que la ascendieron tiene que encargarse de otras cosas, así que se te ha asignado esto —dice a la par que regresa a su cubículo.
No tengo tiempo de objetar, mi atención es atrapada por Yara, quien toma su abrigo y sale de la oficina con los superiores. Seguramente irán a celebrar su ascenso mientras que yo me ahogo en pilas y pilas de documentos.
Genial, Yara. Una razón más para odiarte.
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Repudio la idea de usar los lujos de mi madre, pero en noches como esta, donde he trabajado hasta tarde, desearía tener un chofer que me llevase a casa o simplemente un automóvil.
Suspiro con resignación al ver que casi no hay taxis y los pocos que deambulan en las calles llevan pasajeros. Tendré que caminar.
Me dirijo a una de las calles que están llenas de bares y reprimo las ganas de querer beber una copa, embriagarme no resolverá el hecho de que Yara Silva es mi nueva jefa. Pero poco después sonrío al imaginar cómo Yara obtuvo ese ascenso, es una estúpida omega, seguramente le abrió las piernas a uno de los superiores.
Seguro es eso, sí.
La imagen de Yara gimiendo y jadeando entre sábanas blancas aparece repentinamente en mi mente, me obligo a borrar esa imagen, jamás había visto a Yara de esa forma y no veo por qué ahora imagino eso.
Me está licuando el cerebro, en verdad que es tan irritante. Ni siquiera en mis pensamientos estoy libre de Yara, realmente es irritante imaginarla jadeando... Mierda. Creo que me he puesto duro.
Odio que mi alfa sea así, todos estos años odiando a Yara y de la nada la quiere debajo de mi o, quizá, la quiere tres metros bajo el suelo y la idea me excita.
No, eso no es.
No estoy loco.
Me detengo y froto mis sienes en un intento de relajarme, sólo debo de pensar en todas las veces que Yara me fastidió y todo regresará a la normalidad.
De repente, recuerdo la primera vez que vi a Yara, sus ojos brillaban como esmeraldas, también recuerdo el primer día de clases en la universidad, cuando nos cruzamos en el pasillo noté que sus labios parecían pequeños trozos de fresa. Mi alfa ansiaba morderlos.
O la semana pasada, cuando se quedó dormida en su cubículo y emanaba un aura de paz, su respiración era tan lenta y su piel lucía tan suave y cálida. Quería lamerle la mejilla y llevarla a un rincón de la biblioteca y hacerla mía.
O como en este momento que ansío tanto arrancarle el traje con los dientes y darle duro contra el escritorio de su nueva y reluciente oficina...
Mierda, mierda, mierda, mierda.
¿Toda mi vida he ansiado tener a Yara?
¡No puede ser! Maldito alfa bipolar, no me traiciones ahora.
Esto no puede estar pasando, yo odio a Yara, no quiero tenerla como compañera de vida.