La traición del Alfa

03. Alfa bipolar

Víctor

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Me dejo caer en el sofá después de un agotador día de trabajo.

Mochi, mi perro, me da la bienvenida al lanzarse sobre mí y querer lamer mi rostro. Lo acaricio brevemente antes de dirigirme a la cocina para darle de comer.

Observo a Mochi llenarse la barriga mientras intento no pensar en Yara, pero es inevitable. El recuerdo de lo sucedido en la mañana regresa a mí, cuando el olor de Yara se volvió tan agradable que tuve que luchar contra mi alfa para evitar hacerla mía.

El sonido de mi teléfono basta para irrumpir aquel pensamiento. Frunzo el ceño al ver el nombre de Yara iluminándose en la pantalla. No esperaba recibir una llamada suya, mucho menos después del incidente de la mañana y tampoco tomando en cuenta que a pesar de que nos conocemos desde la niñez, nuestras interacciones siempre terminan en discusiones.

No hay lugar para la esperanza de un encuentro amigable.

Con cierta cautela, respondo a la llamada.

—Víctor al habla.

— Hola, Víctor. Perdona si te interrumpo, pero necesito hablar contigo... —La voz de Yara al otro lado de la línea suena extrañamente tímida, lo cual resulta inusual para alguien con su personalidad dominante.

—Yara, ¿estás bien? — respondo, mostrando sorpresa, pero no estoy seguro si lo que me sorprende es recibir su llamada o notar que genuinamente me siento preocupado por ella.

Estúpido alfa bipolar.

—Sí, estoy bien —dice con evidente incomodidad—. Solo... necesito pedirte un favor. No sé a quién más acudir.

La curiosidad empieza a mezclarse con preocupación. A pesar de nuestras diferencias y resentimientos pasados, me es imposible ignorarla.

Carraspeo antes de atreverme a responder.

—¿Un favor? ¿Por qué yo?

—Porque... —Yara titubea—. Porque sé que eres bueno en eso. —Suspira—. Por favor, ¿podrías venir a mi casa? Prefiero discutir de esto en persona.

Aunque nuestra historia este llena de conflictos, una parte de mí no puede evitar sentir cierta empatía por ella. Después de todo, para bien o para mal, nos conocemos de toda una vida.

—Está bien, iré —suspiro resignado—. Pero que quede claro que esto no cambia nada entre nosotros

—Lo sé, solo date prisa. —Su tono de voz recupera confianza.

—¿Quieres que vaya ahora?

—Si no fuera urgente no te habría llamado, idiota.

Cierro los ojos y me masajeo la sien con la mano libre, intentando recuperar la calma. Es increíble como Yara tiene la capacidad de hacerme enfadar en menos de un segundo.

—De acuerdo.

No hay respuesta, Yara cuelga primero.

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Nervioso, pero decidido, me encuentro frente a la puerta de la casa de Yara. A medida que levanto la mano para tocar el timbre, mi corazón late con más fuerza. No sé qué esperar de esta reunión improvisada, pero, como mi curiosidad es mayor, estoy dispuesto a enfrentarlo.

Segundos después comienzo a sentirlo, el aroma de Yara detrás de la puerta, pero, por primera vez, no me siento asqueado al percibirlo.

La puerta se abre lentamente, revelando a Yara, quien se limita a verme de mala gana. Una reacción que, aunque esperaba, no concuerda con su actitud durante la llamada.

Además de su característico aroma, huele a champú y crema corporal. Mi alfa comienza a desesperarse por la combinación de esos aromas, cierro los puños para controlarme.

—Viniste —dice y no estoy seguro si está sorprendida o molesta por eso.

—¿Estás bien? ¿Qué sucede?

Yara suspira y me invita a entrar con un ademán de mano.

Caminamos en silencio hasta su pequeña sala, donde nos sentamos en extremos opuestos del sofá. El ambiente está cargado de tensión y expectación.

Yara toma una profunda bocanada de aire antes a hablar.

—¿Quieres tomar algo? —dice.

Niego.

—No es necesario que seas tan formal, solo ve al grano.

Yara me mira fijamente a los ojos, sus mejillas enrojecen ligeramente mientras pronuncia sus siguientes palabras.

—Necesito que te acuestes conmigo.

Mi mente se llena de sorpresa y confusión. No puedo creer lo que estoy escuchando. La tensión en la habitación se vuelve aún más palpable.

—¿Qué? —pregunto en un susurro, aún sin creer lo que acaba de decir.

Yara pone los ojos en blanco.

—No necesitas saber la razón, solo te estoy ofreciendo sexo.

Aprieto los labios por un breve momento, esas palabras son suficientes para que tanto yo como mi alfa nos sintamos ofendidos.

La situación comienza a irritarme.

—Encontrarás a muchos alfas que quieran hacerlo —aseguro. Yara entre cierra los ojos—. Los omegas son de fácil hacer.




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