La traición del Alfa

04. ¡Quiero un hijo!

Yara

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Camino con paso decidido por las calles empedradas de la ciudad. Mis manos están apretadas en puños de furia y mi mandíbula está tensa. Víctor, una vez más y, como siempre, ha logrado sacar lo peor de mí.

Decido que necesito desahogarme, liberar la tensión acumulada en mi interior. Busco refugio en el primer bar que encuentro a mi paso, sin importar la reputación que tenga. En este momento, no me importa nada más que ahogar mi ira en el fondo de un vaso.

Empujo la pesada puerta del bar y la atmósfera bohemia me abraza enseguida. El aire cargado de humo y el murmullo de voces llenan el lugar, mezclándose con la melodía nostálgica de una canción ochentera. Es un escenario perfecto para ahogar mis penas.

Me dirijo directamente a la barra, buscando alivio en las botellas de licor brillantes que adornan el estante. Me siento en uno de los taburetes desgastados, y el camarero, un hombre de mediana edad con una sonrisa cansada, se acerca a mí.

—¿Qué te sirvo? —pregunta con amabilidad.

—Lo más fuerte que tengas —respondo sin titubear.

El camarero asiente y rápidamente coloca un vaso vacío frente a mí. Vierte un líquido ámbar, oscuro y seductor, hasta que el vaso está lleno. Los ojos del camarero parecen entender mi necesidad de olvidar, pero también detectan el dolor que llevo en lo más profundo de mi ser.

Llevo el vaso a mis labios temblorosos y bebo un largo trago. El licor quema mi garganta, pero en este momento, cada sensación ardiente es un bálsamo para mi furia. Siento cómo el veneno de la rabia se disipa lentamente, reemplazado por una embriagadora calma.

Víctor siempre ha sido un enigma que nunca he logrado descifrar. Al igual que aquellas veces, estoy enojada y con ganas de asesinarlo, pero esta vez se siente diferente, me siento también... ¿triste?

Sus palabras me dolieron más que cualquier cosa que me haya hecho a lo largo de mi vida.

¿Acostarme con cualquier alfa?

Que molesto.

El sabor del licor en mi lengua me trae una falsa sensación de control, pero sé que, en el fondo, lo único que realmente anhelo es la paz, la paz que solo puedo encontrar cuando me alejo de la sombra tóxica de Víctor.

Continúo bebiendo, dejando que el calor del alcohol se filtre a través de cada fibra de mi ser. En este bar desgastado, encuentro un breve respiro, una oportunidad para sanar mi corazón herido y recuperar mi fuerza.

Tras un par de tragos, cierro los ojos e imagino que Víctor viene, se sienta junto a mí y me sonríe con esa sonrisa boba que solo él puede hacer.

Mierda.

¿Por qué imagino eso? ¿Por qué lo quiero ahora a mi lado?

Sólo es un estúpido alfa, un estúpido alfa que, lamentablemente, conozco de toda la vida. Un estúpido alfa del cual conozco mucho al punto de sentirme vacía al no verlo. Al inicio creía que era porque no tenía que sobrevivir a sus locuras pero quizá, y sólo quizá, lo extrañaba.

Lo extraño... y quiero golpear su rostro.

Si, así está mejor.

Escucho con atención la canción en un intento de desaparecer a Víctor de mi cabeza, pero parece imposible. Todo lo que consigo es recordarlo cada vez más a detalle.

Just for a day

On a day like today

I’ll get away from this constant debauchery

Aparece la imagen de Víctor una y otra vez, un hombre alto y ligeramente fornido, con cabello oscuro y unos ojos azules penetrantes que parecen tener la capacidad de leer mis pensamientos más profundos. Esos ojos siempre han sido mi perdición.

Respiro hondo cuando comienzo a sentirme… extraña.

Una oleada de calor se siembra en mi estómago y poco a poco se extiende por el resto de mi cuerpo, mi cuerpo tiembla ligeramente y el sudor comienza a empapar mis manos. Respirar comienza a ser difícil, al igual que mantenerme centrada, en mis cinco sentidos.

Casi olvido que soy una omega, una omega solitaria en un maldito bar donde seguro hay más de un alfa al asecho. 

No tengo que ser una genio para imaginar qué el camarero está coludido en todo esto.

Camino hacia la salida y consigo caminar un par de cuadras, pero alguien —un alfa, deduzco por su desagradable olor— me toma del brazo y me acorralada contra la pared de una de las solitarias calles, es desagradable su tacto.

—Déjame ir —mascullo molesta, mientras intento aparentar que estoy bien, cosa que no consigo ya que el hombre acorta la distancia que hay entre nosotros.

Mis ojos se cristalizan, no quiero que mi primera vez sea con un tipo así.

El hombre comienza a besar mi cuello y desabrocha mi camisa con rapidez, mi cuerpo no responde, y todo lo que puedo hacer es cerrar los ojos mientras intento interponer mis manos en su camino.

El desagradable olor del tipo es sustituido por una fragancia agradable, una fragancia que es más que conocida para mí.




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