La traición del Alfa

05. Ella y las estrellas

Víctor

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Advertencia: Contenido +18

 

Me cuesta trabajo abrir la puerta de mi departamento teniendo a Yara aferrándose a mi cuerpo.

Una vez que la puerta se abre, mi corazón comienza a latir con emoción mientras entramos y la cierro detrás de nosotros. Yara y yo nos miramos a los ojos y nos acercamos lentamente el uno al otro. El ambiente está cargado de pasión y anticipación. Los dos sabemos lo que viene después.

Nuestros labios se encuentran en un beso apasionado. El mundo desaparece a nuestro alrededor, y solo existimos nosotros dos en ese momento. Pero justo cuando nuestros labios se rozan, una ráfaga de energía entra en la habitación.

Mochi irrumpe en el lugar con sus patas rápidas y su cola enérgica agitándose. Parece que no puede resistir la emoción de verme de regreso en casa. Yara y yo nos separamos, sorprendidos por la interrupción inesperada.

—Mochi, ¡tranquilo! —digo, riendo mientras intento mantenerme firme en mi deseo de seguir con el beso.

Pero Mochi no entiende de límites. Salta hacia arriba, tratando de alcanzar nuestros rostros, su lengua juguetona rozando nuestras mejillas. Sus ojos brillantes y su entusiasmo desbordante llenan la habitación de alegría y diversión.

—No sabía que tenías un perro. —Yara sonríe, su rostro aún tiene un ligero atisbo de embriaguez.

Cierro los puños al recordar lo que aquel alfa estaba a punto de hacerle y reniego por no haber llegado antes, por suerte, Yara está bien y después de un breve chequeo en el hospital determinaron que la sustancia que le colocaron en su bebida no era, afortunadamente, nociva.

—Solo ignóralo —digo a la par que la vuelvo a atraer hacia mí. Camino torpemente con ella a cuestas y nos encamino hacia mi habitación, una vez ahí, cierro la puerta antes de que Mochi vuelva a interrumpir.

Dejo caer a Yara en la cama, acaricia mi mejilla en respuesta y planta un erótico beso en mis labios. Cuando gime aprovecho para inundar su boca con mi lengua y solo nos separamos cuando el oxígeno se acaba. La observo triunfante.

Yara al fin será mía, solo mía. Me niego a compartirla con alguien más, sin duda esta noche la marcaré.

Hasta hoy no me había dado cuenta de lo cuanto que deseaba tener a Yara entre mis brazos y eso me hace replantearme muchas cosas. ¿Quizá me irritaba su olor por algo más?

Quizá, quizá y quizá, hay muchas cosas que dan vueltas en mi cabeza. Comienzo a sentirme un poco miserable, sólo un poco porque el resto de mí no deja de contemplar a Yara, deseándola y añorando su cercanía una y otra vez.

Sin duda mi alfa es un maldito bipolar.

Antes, me consumía la ira y, sin darme cuenta, la descargué en Yara. Pero, en el fondo, lo que realmente me molestaba era la idea de que Yara se entregara a otra persona. Podría haber dejado que cualquiera la tomara, pero algo en mí me decía que ella no quería eso. Sentí que su llamado resonaba en mí, así que corrí hacia ella, la busqué incansablemente, y ahora que la tengo a mi lado, estoy decidido a no dejarla escapar.

—Date prisa —gimotea mientras me aparta un poco para bajar el cierre de mis pantalones.

—Si que estas muy ansiosa —digo a la par que sonrío.

La beso de nueva cuenta, después bajo por su clavícula y muerdo con sutileza su piel. Yara está tan sensible que jadea con cada beso que doy, bajo por su abdomen hasta llegar a su pantalón, rápidamente se los quito al igual que su ropa interior.

Mi alfa gruñe complacido al verla así, tan indefensa, sonrojada y jadeando sobre sábanas blancas. Comienzo besando sus muslos, Yara deja escapar gemidos entre cortados, intenta controlarse, pero claramente no puede. Lentamente comienzo a besar más cerca su zona íntima provocando que deje escapar gemidos más largos y sonoros.

Comienzo succionando, lamiendo y besando esa zona. Yara se está volviendo loca, puedo sentirlo, rápidamente se pone húmeda. Me detengo sólo para besar esos labios que tan loco me traen desde hace varios años. Nuestras respiraciones agitadas se fusionan y nos observamos con pasión y deseo.

Acaricio los labios de Yara y ella entiende mis intenciones, abre la boca y comienza a lamer mis dedos. Sigo sin entender cómo pude controlarme durante tanto tiempo, cómo pude desperdiciar años de tener a Yara bajo mis brazos.

Cuando creo que mis dedos están lo suficientemente húmedos para dilatar a Yara los saco de su boca y los dirijo a su entrada, comienzo metiendo uno lo cual provoca que Yara se contraiga y se aferre a mi cuello.

—Relájate —jadeo a la par que los muevo un poco.

Yara asiente, puedo ver sus ojos llorosos. Mierda.

Por instinto introduzco el segundo dedo de golpe lo cual provoca que Yara grite, al instante la beso intentando calmarle. Aprovecho el beso para estimularla un poco más. Introduzco un tercer dedo en busca de ese punto que haga que Yara pierda la cabeza.

Sé que lo he encontrado cuando Yara gime contra mis labios de una forma tan exquisita que incluso yo pierdo el control. Me alejo de ella y me quito los pantalones y la ropa interior a una velocidad impresionante, liberando al fin mi erección. Abro con gentileza sus piernas colocando ambas sobre mis hombros para tener un mayor alcance.




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