La traición del Alfa

09. Prueba y paciencia

Víctor

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Estoy seguro de que la lejanía era lo que nos estaba volviendo locos.

Últimamente me había sentido ansioso, como si el espacio en mi cabeza no fuera suficiente para albergar todos mis pensamientos. Me sentía hasta cierto punto atrapado y atontado. Dormir era lo más difícil de mi día a día, al menos durante la jornada laboral podía concentrarme en mis deberes y buscar distracción en alguna actividad recreativa, pero cuando llegaba el momento de quedarme solo conmigo mismo era donde sentía que la oscuridad estaba a punto de engullirme.

Pero, ahora que he hablado con Yara y a pesar de que no he dormido bien en días, me siento más tranquilo. Como si me hubiera dado una larga ducha con agua caliente después de meses de no hacerlo. Me siento descansado y despejado, incluso feliz.

Mientras esperamos que el ascensor se detenga, Yara pega su hombro contra mi brazo y ese simple roce provoca que dibuje una sonrisa en mi rostro. Sin embargo, el gesto desaparece tan pronto como percibo el dulce aroma floral que proviene de ella. Es el perfume que siempre usa. A mi alfa le irrita que el olor que evoca no sea el mío.

Intento tranquilizarme cerrando los ojos y apretando las manos con fuerza, quiero acariciarla y apretujarme contra ella para compartir mi aroma, pero no quiero arruinar lo que sea que estemos teniendo.

Ella es como un gato asustadizo, se acerca cuando le apetece, pero estoy seguro de que si yo hago el avance ella retrocederá e incluso pondrá una barrera más fuerte entre nosotros.

No quiero eso.

Así que debo ser paciente, muy paciente si es que quiero una oportunidad con ella. Supongo que ya es un avance que no nos estemos gritando y que ella no intente huir de mí, con algo de suerte, dentro de poco nuestra relación mejorará.

Finalmente, las puertas del ascensor se abren y siento un nudo en el estómago cuando Yara se separa de mi para salir del ascensor. Camino junto a ella, pero ya no hay ningún roce que indique cercanía. Inconscientemente gruño por lo bajo.

Yara se detiene y por un instante pienso que es porque me ha escuchado, sin embargo, se lleva una mano al rostro y niega repetidas veces.

—Mierda… —murmura.

Puedo sentir una extraña mezcla de vergüenza y arrepentimiento venir de ella, no entiendo el por qué así que extiendo las manos con la intención de sujetarla, pero me detengo a medio camino.

Paciencia, me recuerdo.

—¿Qué ocurre? —pregunto en su lugar.

Yara me mira con la boca entreabierta antes de señalar con la mirada la entrada del edificio, al otro lado de la puerta cristal hay una moto estacionada y frente a ella un hombre. Me suena su rostro y eso solo provoca otro nudo en mi estómago.

—Le había prometido a mi amigo que iría con él. —Yara pasa la mirada de la entrada a mí.

—¿Con él? —pregunto mientras aumento la presión en mis manos. No me gusta cómo suena eso—. Te refieres a que él te iba a acompañar a la prueba.

¿La prueba de nuestro bebé?

Pero soy incapaz de decir esa última parte, realmente estoy poniendo todo de mi para no asustarla, no quiero ser un loco alfa posesivo. Aunque si por mi fuera, en este momento la arrastraría a mi departamento para follarla hasta impregnarle mi aroma en cada centímetro de su piel. Solo así le dejaría en claro que es mi compañera. ¿Cómo se atreve a compartir un momento tan íntimo con otro?

—Si. —Yara admite. Percibo el arrepentimiento en su mirada, pero no consigo descifrar hacia quién está dirigida esa emoción—. Le pediré que se vaya.

Solo necesito escuchar eso para tranquilizarme, de otra manera… no sé cómo habría reaccionado.

Yara apresura el paso, seguramente quiere dejarme atrás para poder hablar con su amigo a solas, pero no se lo permito. La sigo de cerca y salimos juntos del edificio.

El hombre de la moto de inmediato se acerca a Yara, no sonríe, pero percibo su estúpida emoción.

—Beka —lo saluda Yara y es cuando finalmente recuerdo quién es él.

Lo vi varias veces con ella en el campus, cuando aún éramos estudiantes universitarios, hubo un momento en el que incluso me pregunté si eran pareja ya que Beka siempre ha mirado a Yara de la misma forma en que un perro callejero admira una enorme chuleta.

Verlo remueve algo en mi interior, la sensación es tan potente que no dudo en colocarme junto a Yara para dejar en claro que no iré a ningún lado sin ella. Sin mi compañera.

Por un instante estoy tentado a colocar mi mano sobre la parte trasera de la cintura de Yara, pero me contengo.

—Lo siento tanto —continua ella y me sorprendo al escucharla disculparse. Mi Yara no es la clase de mujer que se disculpa—. Tendré que cancelar, —Yara me mira de soslayo—. Víctor me acompañará.

El tal Beka pasa la mirada de ella a mí, su ceño se frunce y yo le sonrío.

—Mucho gusto —digo mientras le tiendo la mano cuando lo que realmente quiero hacer es mandarlo al otro lado de la ciudad de un golpe—. Víctor Bennett

El compañero de Yara.

Tengo que morderme la lengua para no decirlo.

—Así que tu eres Víctor —dice Beka sin corresponder mi gesto. Vuelve a mirar a Yara y su rostro se suaviza—. ¿Segura? Puedo ir de escolta.

No puedo evitarlo y suelto una sonora carcajada.

—¿Escolta? ¿Para qué Yara te necesitaría?

Yara me sujeta del brazo y estoy seguro de que está a punto de reprenderme, pero, en su lugar, mira con dureza a su amigo.

—Benjamín —espeta—. Agradezco tu preocupación, pero este es un asunto que solo le compete a Víctor y a mí.

Benjamín observa a Yara con sorpresa, como si no esperara que fuera rechazar su propuesta. Al final, regresa a su gesto estoico y asiente.

—Llámame si me necesitas —dice en forma de despedida antes de regresar a su motocicleta y, al fin, largarse.




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