La travesía de un primer amor

Capitulo 2

Ya iba llegando a México, la llamada de aquel chico me saco mucho de onda, nunca me imaginé que alguien como él fuera capaz de llamarme solo para una cosa. Pasaron las horas y llegue a mi destino. Cuando pise tierras mexicanas me sentí muy feliz y casi se me salen unas cuantas lágrimas, claro que lo primero que hice fue irme por unos buenos tacos y un agua de jamaica que parece de limón pero sabe a tamarindo, esas son las cosas que yo más extrañaba. Después fui directo a mi destino final, Tijuana.

Ya en Tijuana, me dispuse irme a mi casa primero ya que quería visitar a mi familia, pedí un uber y me fui. Cuando llegue a mi casa solo pude observar la cara de mi madre al verme llegar, vi como tiraba todos los trastes que llevaba en las manos. Mi hermana estaba cuidando a su pequeña hija la cual ya tenía 1 año. Mi madre no aguanto y fue a abrazarme como la primera vez, yo ya había viajado bastante pero nunca me había separado por tanto tiempo. Cada que podía hacíamos llamadas, saludaba a mis tíos más cercanos, veía las fiestas que le hacían al Señor de los Milagros (esa es una imagen religiosa que mi familia sigue). Fueron muchos años lejos y vaya que me perdí de varias cosas, aún conservo el miedo de que no haya valido la pena el haberme ido.

—Hija ya te extrañábamos— decía mi madre al momento de abrazarme— ¿Cómo te fue en Francia?—

—Muy bien mamá, aprendí muchas cosas y trabaje en varios lugares— dije yo dejando mis maletas cerca del sofá— el último lugar donde trabaje fue en un hotel, fui sous chef—

—Ya ven a saludarme que tu sobrina moría por conocerte— dijo mi hermana mientras me interrumpía.

—Vaya, ya quería conocer a la pequeña— dije acariciando a su hija— por cierto, ¿Cómo se llama?—

—Se llama Emily— dijo mi hermana mientras acostaba a la bebé en su carriola— pero cuéntanos más sobre tu vida en Francia, las llamadas que hacíamos no eran suficientes para que nos platicaras de todo—

— ¿Qué les puedo decir?— me cuestionaba yo misma— pues, pasaron varias cosas, ¿recuerdan a mi amiga Sophie?—

—Si claro, tu compañera de departamento— respondió mi madre— ¿Qué le pasó?—

—nada, pero me confesó que es lesbiana— dije yo mientras iba por un vaso de agua—me lo dijo un día antes de que viajara para México—

—Esa no me la esperaba— dijo mi hermana— ¿Qué pasó después?—

—claramente no me moleste y tampoco le dije que odiaba a la gente homosexual— respondí ante el cuestionamiento de mi hermana— pero si me preocupa que hay gente como ella, está excluida o retraída con respecto a lo que siente y piensa—

Mi madre sabía que tuve varios amigos que eran abiertamente homosexuales y muchos de ellos lamentablemente aun no les confiesan a sus familias que lo son. Me molesta como la sociedad aun no puede aceptar que el ser homosexual, lesbiana o bisexual no está mal.

En fin, mi hermana, mi mamá y yo seguimos hablando de cómo había estado la vida de todos aquí en Tijuana. Me dijeron que mi prima Mairel ya tenia hijos, que Luis ya estaba a nada de casarse y que Ashley estaba estudiando medicina, mis tíos estaban muy bien y que seguían con el negocio de los muebles. La demás familia seguía muy bien, fiestas cada año, como siempre, muchas bodas, bautizos y quince años. Me alegraba ver a mi familia feliz en ese aspecto. Claro estaba que tenían sus conflictos pero todo se podía solucionar.

La plática se extendió hasta tarde y yo no podía ver a mi papá entrar por aquella puerta. Le pregunte a mi mamá donde estaba y me dijo que fue a ver la cotización de unas máquinas de coser porque ya quería tener su propio taller de costura. Sabía que la vida de mis padres ya no era la misma porque cada vez se hacían más grandes y pues el trabajo que hacían les costaba un poco más. Mi madre me preocupaba mucho por su problema de la vista y mi papá porque jamás descansa y eso, a largo plazo, le puede traer problemas de salud.

Pasaron las horas y tocaron la puerta, yo ya sabía que era mi padre pero por alguna razón me asuste y puse muy nerviosa. Mi hermana fue a abrir y cuando mi papá me vio no pudo decir nada.

— ¡Mi chocolatita!— dijo al momento de verme y yo corrí a abrazarlo, me cargo y dio vueltas. No saben lo feliz que fui en ese momento, el ver de nuevo al héroe de toda mi vida fue el mejor regalo que me hubiesen dado como bienvenida.

— ¡Papá!— dije mientras lo abrazaba muy fuerte.

Después del abrazo tan merecido comenzamos a platicar bastante, mi padre dijo que era muy bueno que hay regresado, me dijo que ya quería que les demostrara que es lo que aprendí en el instituto. Fue una gran bienvenida, pero nada es para siempre, cuando ya era noche les dije que debía irme a la casa que estábamos rentando Lessly y yo. Me retire y me despidieron muy tristes y con la esperanza de que esta vez me quede en México. Cuando iba de camino a la casa comencé a recordar cómo fue que Lessly y yo la conseguimos. Fue gracias a la ayuda de su padre, conseguimos un terreno y mi familia nos ayudó a construirla y apartar un área para poder cuidar y proteger a animales de la calle.




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