La travesía del Leviatán - La segunda gran guerra

PRÓLOGO

Desde hace mucho tiempo que viajaban en el mismo curso, a lo largo de los territorios de la Federación. Sin variar en nada la dirección, cumpliendo el propósito para el cual aquella nave había sido creada.

La Colonia Acorazada I-245: El Leviatán III, llevaba más de 5 años en la ruta que se le había asignado. Su misión era simple en realidad: vigilar aquella parte de la frontera que mantenía separados lo territorios de la Federación – conformadas por los pueblos descendientes de las naciones que ocuparon la, desde hace mucho tiempo, desaparecida Tierra –, de los dominios del Imperio Ndariano.

El sector CC-188 que se le había asignado no era demasiado extenso en realidad, pero aun así tomaba casi dos años ir de un extremo al otro, viajando a la velocidad a la que se movían las Colonias Acorazadas, entre los sistemas Arik y Tad, en los que se encontraban tres mundos habitables que representaban una parte relativamente importante dentro de la economía de la Federación – al menos en esa zona –. Es por ello que no solo era aquella Colonia la asignada a la vigilancia de esos puntos, sino que existían otras dos, vagando alrededor del sector de manera paralela, pero sin estar demasiado cerca como para cruzarse en algún momento.

Mientras las otras dos Colonias eran del tipo Enjambre – un diseño sumamente popular por aquella época – la I-245 era una anticuado pero resistente modelo de Esfera Solida, que se desplazaba gracias a los cinco gigantescos motores de pulso, que eran alimentados por la fuente de energía central de la nave. Y era gracias a los constantes pulsos expulsados por sus motores – muy similares a gigantescas explosiones controladas –, que aquella descomunal nave se movía con una velocidad relativamente alta. Pero, del mismo modo, esto no le permitía maniobrar mucho en los momentos de necesidad, pues cada movimiento debía ser planeado con mucha antelación para que algún giro o rotación de emergencia pudiera llevarse a cabo. Pero, por ello mismo, aquella nave y todas la de diseño y antigüedad similar, estaban pensadas para resistir todo tipo de impacto o daño que se le pudiera infligir, pesando exactamente en los momentos de combate. Es decir que a pesar de su relativa lentitud, el Leviatán III sería capaz de maniobrar y tener el tiempo suficiente gracias al grosor de su blindaje y a la resistencia de su diseño.

Sin embargo, desde hace mucho aquella nave no había entrado en combate y tampoco hacía falta modificar su ruta en aquella misión, por lo que no era necesario molestarse por preparar nada, al menos de momento. La última guerra en la que había participado aquella descomunal nave había ocurrido casi cien años antes de que su nueva tripulación y pasajeros tomaran posesión de sus instalaciones.

Después de todo, aquella nave tenía un tamaño considerable, aunque era un poco más pequeña, al compararla con versiones más modernas. Un diámetro de 700 kilómetros era más que suficiente para amedrentar a cualquier enemigo de la Federación que tuviera pensado atravesar las fronteras con belicosas intenciones. Solo con su fuerza estaría en la capacidad de mantener al margen a una flota entera de cualquiera de los imperios y otras alianzas que amenazaran los dominios de la raza humana. Y teniendo en cuenta que la última guerra a la que la Federación se había visto arrastrada, había ocurrido solo un siglo atrás, vigilar esas fronteras era de la mayor importancia.

Y así permanecía aquella nave, viajando lentamente a lo largo del espacio que separaba los sistemas que tenía a su cargo, asegurándose de que ningún enemigo tuviera la intención de iniciar una nueva guerra a gran escala en contra de la humanidad.



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En el texto hay: militares, guerra, espacioexterior

Editado: 11.08.2019

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