LA TRAVESÍA DEL PRINCIPE

Erase una vez un reino lleno de prosperidad, sus tierras eran fértiles, sus cosechas abundantes, sus pobladores felices, sus reyes tranquilos. Todo era alegría excepto para el cuarto príncipe, desde su nacimiento fue bendecido pero esa bendición era una maldición escondida, sus ojos diferentes a todos en el reino solo podían ver las emociones de las personas, no luz, no sol, no rostros solo las emociones que regían a la persona en el momento.
Para todos en el reino era la bendición mas hermosa, excepto para el príncipe. El anhelaba no solo sentir la luz del sol sino verla, el deseaba ver el color del fuego, el color de la ropa, piel, pasto, madera, miel, hiel, heno, agua, casa, ojos, labios, su sueño era ver todos los colores que el mundo poseía, no obstante era imposible, solo el amor podría dejarlo verlo los colores del mundo.
El sabia que cada princesa de otro reino lo veía con pena y tristeza sin un pizca de amor, por contrario también había odio y remordimientos en ellas, cansado pidió que no trajesen ninguna princesa. Su corazón dolía, sus ojos se empañaban y el calor de la tibia gota que al bajar por su mejilla creaba un surco imperceptible era su única compañía.
Sus padres lo veían con ternura pero también pena, por esa razón el no deseaba seguido ir a sentirlos, su actividades favorita era sentir los rayos de sol, probar la dulce miel, sentir la madera suave, tocar el terciopelo y sentir el frio de la noche, sobre todo si la luna se posaba en el cielo, el no podía verlo pero si sentía la diferencia, el frio tocaba cada fibra de su cuerpo como abrazándolo en la oscuridad, era de los pocos momentos que olvida su ceguera, solo disfrutaba la sensación mientras cerraba los ojos en su lucha de pensar que al abrirlos algo cambiaria.
Siempre estaba con su escolta, un caballero que lo cuida desde niño solo el lo hacia sentir igual a los demás. La emoción del caballero era cálida, no sentía ni odio, ni tristeza, ni pena por el, por contrario sentía admiración. Eso el príncipe no lo entendía el pensaba que todo el mundo anhelaba ver.
Mas reconocía que sentir y ver esa emoción, calmaba su corazón, que estaba temeroso, triste y lleno de quejas contra si mismo.
Un día en el castillo se escucho un rumor, si logras cruzar el bosque de los espíritus llegaras donde la bruja roja, ella te pedirá algo que con suerte podrás hallar en el bosque mas cuando vuelvas a verla ella te concederá un deseo, no tiene limite lo que puedes pedir.
El príncipe se lleno de alegría y expectación. Sabia que era un rumor pero no importaba mientras fuese una esperanza, esa misma noche huyo de casa, no podía ver pero si podía ver el aura de los objetos no vivos por lo que usando todos sus sentidos camino directamente a la entrada del bosque.
El frio era desalentador para muchos pero para el lo hacia sentir vivo, fresco, por que sabia que en su corazón a un guardaba calor, camino y camino, solo deteniéndose al hallar una persona con una sombra llena de miedo, fue hacia ella y pregunto -: ¿Por qué tienes miedo?
-Padre prometió volver- dijo una voz infantil.
-Vamos, toma mi mano- solo en ese momento el príncipe noto lo extraño el niño tenia una sensación al tocarlo era como si no estuviera o fuese incorpóreo, por esa razón recordó, el bosque de las almas guarda secretos para las personas vivas y muertas.
-Tengo frio- sentencio el niño.
El lo alza o toma la única sensación que trae el niño para susurrarle -intenta dormir, te despertare al ver a tu padre- se comprometió el príncipe.
-Pero si me duermo no lo veré, tengo miedo- dijo el niño que intentaba no cerrar lo ojos.
-Lo veras, por que es el deseo de tu corazón- respondió y el niño cerro los ojos, las emociones del niño desapareció creando un viento que se movía dejando una cálida sensación en el corazón del príncipe. El solo sonrio y camino hasta detenerse de nuevo por algo que no estaba vivo pero le daba la misma sensación de niño, justo en ese momento el príncipe comprendió la verdad, sus lagrimas bajaron.
No obstante la sensación fue diferente, su alma pesaba entre el dolor y la ira, con sus manos sin importar que tan dura estaba la tierra escarbo, escarbo hasta que sus dedos sangraran pero no paro, nunca se había sentido así y nunca quería repetir esa sensación.
En ese punto no diferenciaba si lo que sentía era la sangre de sus dedos o la tierra mojada, no había escarbado mucho solo un pequeño hueco sin embargo el no pararía hasta que la persona fría a su lado tuviera donde descansar, sin importar el dolor, solo deseaba que el dolor de su corazón bajara, y sabia que la sensación solo se calmaría si el niño descansaba.
-¿Príncipe?-pregunto una voz que jamás había escuchado, sus lagrimas a un no paraban y sus dedos de forma metódica escarpaban la tierra.
-¿Quién eres?- pregunto sin siquiera subir su rostro para fingir mirarlo.
-¡PRINCIPE LEAN, POR FAVOR DEJE DE CAVAR!- grito la voz - SOLO PARE, POR FAVOR- repitió mientras el tomaba las manos del príncipe.
Las lagrimas siguieron fluyendo por los ojos vacíos del príncipe, bajaban en una corriente de dolor, en ese momento era lo único que podía sentir, a parte del viento frio que a cada segundo apagaba un poco su corazón, solo el cálido toque de las manos de la persona desconocido era su fuente de energía.
-¿Quién eres?- repitió la pregunta entre lagrimas, sus ojos ardían en una espesa mezcla de sensaciones.
-Soy Alem- dijo emanando una aura preocupada -. Por favor no se lastime, lo ayudare- continuo y soltó las manos del príncipe que volvieron a la tierra como si no pudieran parar.
Apenas la tumba estaba tapada, se empezó a sentir los inicios de la mañana, aunque solo el príncipe lo sentía, para la persona a su era un poco mas claro. El príncipe podía sentir el cansancio de la persona, oler su sudor y sentir el calor pesado que cubría el cuerpo de este por la laboriosa ayuda, mas las emociones de la persona no eran ira, rabia, solo era tristeza que emulaba dolor pero no propio.
Editado: 22.01.2021