Me ahogo con el agua y termino tosiendo casi medio pulmón al aire. Hunter me mira y pone una mueca, pero no es capaz de ayudarme. En vez de eso, se queda en su lugar, esperando paciente a que termine de ahogarme.
Cuando logro respirar, dejo la botella sobre la encimera y pongo mis manos sobre ella.
—¿Tregua? —inquiero sintiendo que la palabra me suena hasta extraña cuando sale de mi boca.
Hunter se humedece los labios y resopla. Entiendo que logro exasperarlo. Él tiene que entender que este tipo de noticias no se escuchan todos los días.
—Estaba pensando en que si no queremos que Acacia y Cameron terminen haciéndose daño, es mejor unirnos para intentar separarlos.
Entrecierro mis ojos, esperando el chiste. No viene nunca. Trago saliva y asiento.
—Y cuando lo logremos, todo vuelve a la normalidad —sentencio.
—Ese es el plan... pero si te enamoras de mi... —empieza con un tono burlón que me hace querer sacarme el cabello. Niego con frustración y Hunter se ríe, porque aparentemente, disfruta verme a punto de golpearle el rostro—. Hablando en serio, vamos a necesitar un plan.
—¿Crees que un simple plan lograremos que se separen? —inquiero molesta.
—Williams, si tienes una mejor idea, soy todo oídos —se cruza de brazos y me mira expectante. Sin embargo, no soy capaz de contradecirle por más que quiera. No tengo ideas—. Lo sabía.
—¿Y cual es el plan maestro, Hunter?
—No habrá uno. Sino varios hasta que consigamos darle en el clavo —explica alzándose de hombros—. Pero no tendremos que seguir esta conversación más tarde. Tengo que ir a la sesión o voy a llegar tarde.
Proceso sus palabras. Intento convencerme de la mala idea que es lo que acaba de cruzarse por mi cabeza. Mhm. No es una mala idea. Todo lo contrario, es una muy buena idea.
—¿Puedo ir contigo?
Hunter se gira y me ve como si me hubiese salido un tercer ojo. Frunce el ceño.
—¿Qué dices?
—Que si puedo acompañarte a la sesión.
—¿Qué planeas? —me pregunta. No me da tiempo de responder. Se echa a caminar, dirigiéndose a la puerta que conecta la cocina con el patio trasero. Lo sigo.
—Nada —respondo. Técnicamente, nada. No planeo nada. Es una idea que me cayó del cielo—. Tenemos que aprender a tolerarnos si queremos una tregua, ¿no?
Hunter se gira a mirarme dos segundos antes de abrir la puerta que separa nuestros jardines, porque así de unidas son nuestras madres. La usábamos mucho cuando éramos niños, para correr de aquí para allá. Ahora creo que puedo oír el metal de las bisagras chillar de la antigüedad.
—Esta bien —sentencia luego de un momento de silencio cuando ya estamos en su casa—. Esta sesión es importante. Haces algo fuera de lugar y juro que voy a dejarte sin respirar. Y no será a besos, Galletita.
Este chico imana ternura.
—Deja de hablar idioteces, porque te cortaré la lengua. Y adivina qué... No será a besos —respondo. Hunter me devuelve una mirada y creo que puedo detectar un poco de diversión en ella.
Esta tregua podría funcionar.
***
—¡Hunter! ¿¡dónde estabas?! Llevo quince minutos esperándote —le regaña una mujer pelirroja en una voz increíblemente aguda.
Me suena conocida. Ronda los veinticinco años y tiene pecas esparcidas por todo el rostro. Grandes ojos marrones y cabello rojizo rizado. Observo que tiene puesto una falda tubo pegada al cuerpo que le llegaba hasta las rodillas y una blusa celeste. Tengo que apretar mis labios para no soltar que esa es moda de hace cinco años.
Sostiene una agenda contra su pecho. No me sorprendería encontrar sus uñas postizas color turquesa clavadas en la portada, la cual no tiene la culpa de la crisis de nerviosa de esta mujer.
—Lo siento, Emily —dice Hunter acortando la distancia entre los dos. Pone una mano en su cintura y le planta un beso en la mejilla. Ella se relaja un poco.
No puedo evitar alzar mis cejas. ¿Así la saluda normalmente? Hunter es tan predecible que ya ni gracia da.
—¿Por qué llegas tarde? —pregunta.
Hunter, sin girarse, me apunta a mi. Despego un poco mi mirada del gran edificio que se alza frente mis narices No especifica ningún nombre pero por lo que el idiota me dijo, es una sesión para una marca de vaqueros.
Frunzo el ceño.
—Yo no tengo la culpa.
—¿Nueva novia? —interroga Emily con aburrimiento.
Me río.
—Es la hija de Grace —le explica y ella parece entenderlo todo. Uniendo los puntos en mi cabeza, creo que esta chica trabaja para la agencia de modelos con la que Hunter firmó hace unos años.
Subimos al quinto piso. Emily y Hunter están hablando de algo de la agencia, pero la verdad, no me presto mucha atención. Mi cabeza está muy ocupada planeando otras cosas.
Tome una decisión muy apresurada al venir, cuando podría estar tranquilamente durmiendo para juntarme con mis amigos más tarde. Sin embargo, estoy acá. Mi excusa es la siguiente: Hace mucho tiempo que no le hago una buena broma a Hunter.
Llegamos al quinto piso y las puertas del ascensor se abren, dejándome ver un estudio gigantesco. Noto que la pantalla blanca y las iluminaciones se encuentran en el centro, dejando todo el espacio alrededor para estaciones de maquillaje. El ambiente me resulta extremadamente familiar. Percheros con toneladas de ropa, sillas plegables y espejos enormes. La gente yendo y viniendo, el fotógrafo dando indicaciones, los flashes.
Hunter está por girarse para decirme algo, seguro advertirme que no haga nada extraño. No le doy la chance. Me separo de ellos apenas salimos de elevador. Emily se lleva a Hunter hacia otro lado, dejándolo con las palabras en la boca.
Mi plan es bastante improvisado. Tanto que es casi inexistente, pero no voy a desperdiciar una oportunidad para hacerle una broma a Hunter.
No puedo incluir nada con pintura, ni loca pago toda esta ropa costosa que hay por todos lados si llego a dañarla. No podía hacerle algo a su auto, el estacionamiento es un puto laberinto y demoraría horas en encontrar el deportivo negro de Hunter ya que todos son iguales.