Se dice que solo usamos el 10% de nuestros cerebros. Pero yo crecí con Hunter Thompson. Me regaló su 7% cuando éramos niños, porque claramente, en el suyo solo funciona el 3%.
Así que no será ningún inconveniente que se me ocurra algo para vengarme. Algo ingenioso, inteligente y astuto. Sin embargo, Becky no debe sufrir por la idiotez de su mejor amigo, así que nada de consecuencias para ella.
Eso sí, necesito de su cooperación, porque si no, esto será misión imposible.
Echó otro vistazo rápido por la ventana de mi habitación. Becky y Hunter, la parejita imposible siguen en los mismos lugares que hace veinte minutos.
***
Una vez afuera, rodeo la vistosa casa de los Thompson y entro por la puerta de la cocina que siempre está sin llave.
Entro como si fuera mi propia casa. Theresa está trabajando y Cameron haciendo... Lo que sea que Cameron esté haciendo estos días. Así que no espero encontrarme a nadie en el camino.
Subo las escaleras de dos en dos y una vez que estoy en frente de la habitación, toco la puerta, porque un pelo de educación me sigue quedando.
Oigo el "pase" de Hunter y giro el pestillo de la puerta, adentrándome en la habitación.
Puedo contar con una sola mano las veces que estuve aquí.
No es nada de otro mundo. La habitación es cuadrada, tiene las paredes blancas y la decoración en negro. Una cama en el medio, juro que me agarra algo con tan solo sentarme ahí. ¿Sabe Becky cuántas personas estuvieron en esa cama? No, por supuesto que no sabe. Hunter intenta jugar al angelito con Becky Halbrook con la tonta esperanza de que algún día, ella le dará una chance.
La cama tiene un grueso edredón color negro y almohadas blancas. Un sillón, color negro y amarillo —en el cual está Becky— se encuentra en una esquina. Luego le sigue un escritorio y una estantería, la cual está... escasa de libros. Hay dos puertas más en la habitación, una dirige al baño y otra a su closet.
Hunter y Becky giran a mi dirección y yo estiro una sonrisa burlona. Siempre a tres metros de distancia, dejando lugar para Jesús.
—¿Qué necesitas? —pregunta Hunter con el ceño fruncido.
—Hola para ti también —bufo y me cruzo de brazos al mismo tiempo que recargo el costado de mi cuerpo en el marco de la puerta.
—Hablar con Becky —respondo dirigiendo mi atención a la rubia, quien ahora me sonríe. ¿Por qué es tan dulce? ¿En que se baña? ¿En azúcar?
—Está conmigo —sentencia en tono de pelea.
—No es tu propiedad, Hunter. Solo quiero hablar con ella —espeto. Me mira como si estuviera a punto de asesinarme y es así como comenzamos una pequeña batalla de miradas, la cual se interrumpe con la voz de nuestra tercera.
—Que sea rápido, Jules —se para del sofá, acomodando su falda floreada en el proceso. Una decisión de moda cuestionable. Le sonrió burlona a Hunter.
—Adiós, cazador —respondo en broma, cuando en realidad, aún no sabe que yo soy el cazador y él la presa.
Becky me sigue, saliendo de la habitación. Ahogo las protestas de Hunter cuando cierro la puerta. La alejo un poco para que el chismoso nos escuche. Me apoyo en la balaustrada del pasillo y le sonrió maliciosa.
—Sea lo que sea, no es bueno —afirma al notar mi rostro de psicópata.
—No, no lo es —le confirmo y suelto un resoplido. Ella me mira intrigada y espera paciente a que elabore—. Hunter y yo estamos en medio de una pelea. Necesito tu ayuda... para que pague.
Apenas lo digo en voz alta, me doy cuenta lo estúpido que suena. ¿En qué pensaba al pedirle ayuda a la mano derecha del enemigo?
—Sea lo que sea, no voy a meterme. Menos de tu lado. Hunter es mi mejor amigo.
Miss Simpatía tiene garras, ¿quién lo hubiera dicho?
Asiento como si entendiera su punto, pero en realidad, no lo hago. ¿Cómo puede ser amiga de una rata traicionera?
—¿Sabes lo que le hizo a Acacia? —inquiero y decido ir por el plan B que armé, en caso de que una simple pregunta no hiciera el truco. Becky niega con la cabeza y yo continuo—. En la fiesta de la semana pasada. Hunter la puso en ridículo y le dijo una cantidad de cosas horribles para que termine con Cameron. La dejó destrozada, Becky. Tú conoces a mi hermana, ella no es capaz de matar ni a una mosca.
Aunque... realmente, es capaz de eso y mucho más, pero necesito que Becky piense que es un ángel.
—¿Esto es verdad? —inquiere alzando sus cejas.
—Lo es.
—¿Y qué tienes planeado? —pregunta interesada y sé que ya la tengo en la palma de mi mano. Intento ocultar mi sonrisa victoriosa.
—Mira, es simple. Pretendes hablar con un chico por teléfono, le dices que te mueres de ganas por la cita que tendrán mañana y finalizas con un "te quiero".
—¿Qué conseguiré con eso?
Destruir un poquito más el corazón podrido de Hunter Thompson.
—Mucho, creeme —me limito a responder en caso de que Hunter no haya renovado su cuota de sentimientos por Becky.
—¿Qué gano yo con esto?
—Lo que quieras —respondo alzándose de hombros. Cualquier cosa con tal de ver el rostro destruido de hunter.
A Becky se le escapa una sonrisita. Por un momento, tuve miedo.
—Glenda, a la que reemplazas en el equipo, pensamos que su lesión era más seria, pero vuelve en dos semanas. Quiero que te quedes en el equipo cuando lo haga.
—Otra cosa —le pido y niego rotundamente con la cabeza. Estoy contando los días para salir del equipo. No voy a quedarme voluntariamente.
—No hay otra cosa que quiera de ti a parte de tus habilidades. Es eso, o no hay trato —espeta y sé que esta chica no anda de juegos.
Asiento.
—Está bien. ¿Pero esto de las llamadas secretas? Tiene que ser usual. Hunter tiene que creer que estás con alguien más.
—Hecho —responde alzándose de hombros, sin darse cuenta todo el daño emocional que está a punto de causarle a su mejor amigo.