Dos dedos me tocan la frente. Una vez, dos veces, tres veces, cuatro veces.
—¿¡Qué quieres?! —abro mis ojos y me siento sobre mi cama de un tirón, sabiendo perfectamente que el dueño de los dedos molestos es Hunter.
Con el escaso reflejo de la luna que se cuela por mi ventana, identifico al rostro de Hunter en frente de mi. Me tapa la boca con una mano antes de que pueda seguir gritando, mientras que la otra se apoya en mi nuca.
No entiendo que está pasando cuando me suelta y se recuesta a mi lado, haciendo que yo también lo haga. Sorpresivamente no aplasta a Acacia porque no está, ¿dónde se supone que está? Seguro es la mitad de la noche. Hunter se mete entre las sábanas y por debajo del edredón, cubriendo incluso su cabeza. Ni siquiera me da una chance de empujarlo cuando dos brazos me abrazan por la cintura.
¿Esto es un sueño? ¿En qué mundo Hunter se mete en mi cama y me abraza? Estoy segura de que no en este.
Me congelo sin saber que hacer. Sé que tengo que reaccionar rápido, pero mi cabeza está en blanco. Sus manos encuentran mi piel desnuda porque estoy segura de que mi top para dormir se ha subido un poco, dejando al descubierto mi abdomen.
De repente, como respuesta a esto, la puerta de mi habitación se abre. Cierro mis ojos pretendiendo estar dormida. No sé quien es, pero estoy bastante segura de que es mi papá y no le hará ni un poco de gracia encontrar a Hunter en mi cama. Segundos después, la puerta se cierra.
Es cuando reacciono y quito a Hunter, empujandolo por los hombros para que me suelte. Lo hace.
—¿¡Estás loco?! —siseo. Decir que mi corazón está a punto de salirse de mi pecho es poco.
Sale de mi cama, sentandose en el borde y lejos de mi. Noto que su cabello está desordenado por las sábanas.
—Diría "sí, loco por ti" —aclara su garganta luciendo muy divertido con toda la situación—. Pero eso sería mentir. En todo caso, siento que tú estás loca por mi. Relajate, fue solo para esconderme de tu papá. No quiero morir hoy.
Pongo mis ojos en blanco. Este chico es otra cosa.
—¿Qué mierda quieres? —bufo cuando logro calmar mi respiración.
—Una noche contigo —responde burlón.
—Qué bien, tú y mi puño —sonrío y él desancha más su sonrisa.
Y ahora, porque absolutamente nada tiene sentido cuando se trata de Hunter, nos encontramos sonriendo como idiotas en una competencia.
—No era broma lo de la noche contigo —espeta dejando se sonreír y poniendo su rostro serio—. Tenemos cosas que hacer, arriba galleta.
—Querrás decir que tú tienes cosas que hacer —le corrijo—. Yo tengo que dormir.
Se levanta de la cama, inclinando su cabeza hacia abajo para mirarme. Se cruza de brazos.
—Perdiste la carrera, tienes que ayudarme con el plan.
—Y te ayudaré. Solo que no ahora —contesto y volteo para volver a dormir.
Tal como sospechaba, Hunter no acepta mi respuesta. Nunca acepta mis respuestas. Me toma del brazo y empieza a tirar de el repetidas veces hasta que empiezo a sentir que me lo va a arracar. Vuelvo a sentarme, esta vez con ojos asesinos. Es mi horario de sueño y si voy a pasar una semana encerrada con toda esta gente, voy a necesitarlo.
—Una puesta es una apuesta —resalta sin soltarme.
—Hiciste trampa.
—Y como dije, no es mi culpa que no tengas memoria.
Chasqueo mi lengua.
—Ahí es donde te equivocas. Tengo memoria. Solo que no para cosas sin importancia como datos de tu vida —respondo, sintiendome bastante orgullosa de mi respuesta.
Vuelve a sentarse sobre la cama. Utiliza su agarre en mi brazo para atraerme a él, deteniendose cuando mi nariz roza la suya. Mi estómago se revuelve. Intento echarme hacia atrás sin exito, Hunter no me deja. La mirada que me da es clara, y sé que no dormiré esta noche.
—¿Acaso quieres que te bese?
—¿Qué? —espeto sacudiendo mi cabeza. Me suelta y yo aprovecho para retroceder, poniendo una buena distancia entre nosotros.
—No, ¿por qué dices eso?
—Porque no dejas de mirarme los labios —contesta demasiado divertido consigo mismo.
—Eso es mentira. No quiero que me beses. Nunca, gracias.
No le miré los labios. ¿O sí?
—Eso pensé. Bueno, al plan —aclara su garganta—. Como verás, tu querida hermana no está. Y adivina que, el imbécil de mi hermano tampoco. Están en un picnic en el bosque. Atacamos.
¿Un picnic en el bosque? ¿Qué hora es? ¿Es que quieren que los ataque un oso?
Mi lado más sensato me dice que no es momento de "atacar". Es momento de dormir y solucionar este problema mañana. Sin embargo, Hunter siempre supo sacar mi peor lado.
—Está bien —resoplo rendida—. Vete y me cambio.
Porque salir al bosque en top y shorts de pijama no es una idea estelar.
—¿Qué? ¿Por qué? —inquiere con confusión fingida—. No tienes nada que no haya visto antes.
Tenía que responder la respuesta más trillada de la historia de las respuestas.
—Seguro has visto a muchas chicas Thompson, pero yo soy única. No quieres arruinar eso, vete.
—Vamos en pijama —responde. Es cuando me concentro en lo que tiene puesto. Unas zapatillas deportivas puestas a a las apuradas, pantalones chándal color negro y una sudadera de ese mismo color.
—Ese no es un pijama —resalto.
—Tienes razón. Duermo sin ropa. ¿Quieres que vaya así? Qué pervertida.
Si me empiezan a salir canas la semana que viene, sepan que es por soportar a este ser.
—No iré así —espeto llevando mi mirada a mi short rosado que uso desde que tengo trece y un top blanco que es comodo, pero muy corto.
Resopla frustrado.
—No hay tiempo —dice Hunter.
No entiendo lo que dice, hasta veo que se inclina, abrazando mis piernas. Me tira sobre su hombro como si fuese una bolsa de papas. Se agacha al suelo, como si yo fuese peso para su sentadilla y levanta algo que no puedo ver. Comienza a caminar y no dudo en empezar a golpear su trasero co mis puños.