Lyanna estaba terminando de sacar la venda que envolvía la cabeza de Mateo cuando su madre entró en la habitación:
—¿Maty?— abrió los ojos, asombrada—. ¡Oh, Maty!— corrió hacia él abrazándolo—. ¡Estás bien! ¡Oh, gracias al cielo!
—No mamá, gracias a Lyanna— respondió Maty, indicando a la chica sentada a su lado en la cama—. Ella me sanó.
—¿Cómo…?— inquirió la madre desconcertada, dirigiendo su mirada hacia Lyanna.
—La reina de las hadas me dijo que la llamara y lo hice. Ella acudió en mi ayuda— explicó Mateo como si fuera lo más natural del mundo.
La madre estimó poco conveniente contradecir a su hijo en aquel momento. Decidió que no importaba qué fantasía creía su pequeño, lo que valía para ella era que su niño había salido del coma. Pero cuando vio la cabeza de su hijo y no percibió rastro alguno de la enorme herida, frunció el ceño, confundida:
—No es posible— murmuró—. ¿Cómo?
—Lyanna sabe sanar, mamá— insistió Mateo—. Debo llevarla con la reina de las hadas que está lastimada para que también pueda sanarla.
—No entiendo…— meneó la cabeza la madre.
—Su hijo es un niño muy valiente, señora— le dijo Lyanna—. Arriesgó su vida por la reina de las hadas y ha accedido a llevarme con ella donde su esposo la tiene prisionera.
—¿De qué está hablando?
—Por eso me lastimó papá— explicó Mateo—. Quería que le dijera el secreto del hada, pero yo mantuve mi promesa y no le dije nada— dijo con orgullo.
La madre interpretó que su violento esposo se había enfurecido ante las fantasías del niño y lo había golpeado hasta casi matarlo.
—Lo siento tanto, Maty— le acarició una mejilla su madre—. Pero te prometo que no dejaré que te toque, nunca más. Nos iremos lejos de él, no tendrás que verlo más, te lo juro.
—Eso es bueno— asintió Lyanna, y luego a Mateo: —Quédate un momento con tu madre. Iré a decirle a mi esposo Augusto que estamos listos para partir.
—Claro— sonrió Mateo.
Mientras Lyanna salía al pasillo para buscar a Augusto, la madre de Mateo pasó sus dedos suavemente por la frente del niño. ¿Cómo era posible que no hubiera siquiera quedado una cicatriz? Era como si la herida nunca hubiese existido.
—La magia existe, mamá— le dijo Mateo suavemente.
—Cómo quisiera creer que es así— le sonrió su madre.
—Pero la estás viendo mamá, ¿por qué te resulta tan difícil creer?
La madre solo suspiró sin contestar y volvió a abrazar a su hijo con ternura.
—Quiero vestirme— dijo el niño.
—Claro, cariño.
La madre buscó la ropa de Mateo guardada en el armario de la habitación y lo ayudó a vestirse.
Lyanna entró de pronto en la habitación, con el rostro preocupado:
—Augusto no está por ningún lado. No está en el edificio y no puedo contactarlo— dijo. Luego se volvió hacia la madre de Mateo: —¿Usted no lo vio al entrar? Se suponía que estaría haciendo guardia en la puerta de esta habitación.
—No, no había nadie cuando entré— respondió la madre—. ¿Cómo es?
Lyanna se lo describió.
—Sí— dijo la madre—, vi a un muchacho de esas características, pero fue hace horas. Yo estaba hablando con los doctores y vi que se subía a un ascensor con dos soldados que lo escoltaban. Luego la policía vino a buscarme para hacerme más preguntas sobre mi esposo y…
—Es mi padre— le dijo Mateo a Lyanna, temeroso—. Atrapó a Augusto también, se lo llevó a ese lugar de celdas bajo tierra.
—Debemos irnos— le dijo Lyanna al niño—. ¿Estás listo?
El niño asintió con el rostro serio.
—No debe preocuparse— le dijo Lyanna a la madre—. Su hijo estará a salvo conmigo. Lo protegeré con mi vida si es necesario— prometió, tomando la mano del pequeño Mateo.
—Volveré pronto, mamá— le dio un beso el niño a su madre.
—¿Qué? ¿De qué están hablando?— inquirió la madre sin comprender.
—Abre el canal como te enseñé y visualiza el lugar, proyectándolo hacia mí— instruyó Lyanna a Mateo, ignorando las preguntas de la madre.
—Listo— dijo el niño, cerrando los ojos.
Al siguiente instante, los dos se esfumaron de la habitación.
—¡Maty! ¡Maty!— gritó la madre entre estupefacta y desesperada.
———0———
Lyanna y Mateo se materializaron en el hangar principal de la base militar Guinn. El niño se abrazó a las piernas de Lyanna, temblando de miedo al ver a los soldados pululando entre los vehículos.
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Editado: 14.10.2019