La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XVI: AVALON - CAPÍTULO 76

Lyanna soltó la mano de Mateo, maravillándose de que el niño no sufriera efecto adverso alguno con la teletransportación. Después de haber buscado al coronel Suarez por toda la base sin resultados, Mateo había sugerido que tal vez su padre estaba en su casa. Así que Lyanna había hecho su magia otra vez, transportando a ambos a un cuidado jardín frente a una casa amplia en los suburbios de la ciudad, que Mateo había visualizado y proyectado con impecable precisión en la mente de ella.

—¿Esta es tu casa?— le preguntó al niño.

—Sí— asintió él y salió corriendo con una sonrisa en el rostro a tocar el timbre de la puerta principal.

La que abrió la puerta fue su madre. Tenía los ojos rojos por haber estado llorando y un pañuelo apretado en su mano izquierda. Al ver a Mateo, su rostro ensombrecido se iluminó de pronto:

—¡Maty! ¡Oh, Maty! ¡Estás bien! ¡Estaba tan preocupada!— se agachó a abrazarlo y a besarlo.

Luego levantó la vista hacia Lyanna. Sus sentimientos con respecto a ella eran encontrados. Por un lado, aquella muchacha rubia había supuestamente sanado a su hijo y lo había traído de vuelta del coma, pero por otro, lo había secuestrado sin su permiso, poniéndolo en peligro. Sin embargo, ahora se lo devolvía ileso. No sabía qué pensar de ella, pero aquel no era el momento de plantear ese tema.

—Necesito hacerle unas preguntas sobre su esposo— le dijo Lyanna, aún parada en la puerta.

La madre de Mateo asintió sin soltar a su hijo, como si temiera que Lyanna se lo volviera a llevar, y dijo con visible reticencia:

—Pase.

—Gracias.

Al entrar a la sala de estar, Lyanna vio que la madre de Mateo no estaba sola. Había un hombre con uniforme militar sentado en uno de los sillones. En la mesita que tenía delante, había tazas de café a medio tomar.

—Este es el teniente Torres— lo presentó la madre de Mateo.

Lyanna solo asintió con la cabeza hacia el teniente.

—Esta es la mujer de la que le hablé— le dijo la madre del niño al teniente.

Pero la atención del teniente estaba totalmente puesta en Mateo, observándolo con asombro poco disimulado:

—¿Cómo estás Maty?— lo saludó el militar con tono condescendiente, ensayando una sonrisa.

El niño reaccionó escondiéndose detrás de su madre, temeroso.

—Está bien, cariño— trató de tranquilizarlo ella—. El teniente Torres vino a darnos una noticia sobre tu padre.

—¿Qué noticia?— preguntó Maty.

—Tu padre…— comenzó Torres.

La madre de Mateo lo interrumpió abruptamente:

—Está bien. Soy yo la que debo decírselo— y luego a su hijo: —Ven, Maty. Te prepararé cocoa, ¿quieres?

El niño aceptó y su madre se lo llevó de la mano a la cocina, dejando a Lyanna y al teniente solos en la sala de estar.

—¿Qué pasó con el coronel Suarez?— le preguntó Lyanna a Torres.

El teniente tuvo que hacer un esfuerzo para separar su obsesiva atención del niño, que había desaparecido de la estancia con su madre, para volverla hacia Lyanna:

—Tuvo un accidente de tránsito— respondió, ausente—. Falleció en el acto— no había pesar en su voz, no había siquiera interés en el anuncio que estaba dando, su mente parecía estar solamente inclinada hacia Mateo.

Lyanna entrecerró los ojos con suspicacia. El interés de Torres en Mateo era tan intenso que ella lo podía casi palpar en el aire de la habitación. Aquel hecho la llevó a estudiar a Torres con más detenimiento. El militar no tenía idea de cómo proteger su mente, así que Lyanna no tuvo problemas en ver los secretos que Torres guardaba. El teniente proyectaba prácticamente con todo su ser sus intenciones ocultas.

—No es necesario que interrogue al niño— dijo Lyanna con el rostro serio.

—¿Qué?— la miró intrigado Torres.

—Yo puedo decirle lo que Mateo sabe y lo que hizo— respondió ella con total serenidad.

—¿Quién es usted?— arrugó la frente Torres con recelo.

—Yo soy la persona a la que el hada le pidió a Mateo que contactara para rescatarla de la celda de cristal.

—¿Qué?— abrió Torres los ojos como platos.

—El hada ya no está en la celda donde Mateo la vio— siguió Lyanna sin inmutarse—, y el coronel Suarez, que seguramente sabía dónde fue trasladada, está muerto. Supongo que eso no es casual.

—Usted…— tartamudeó Torres, revolviéndose con inquietud en su sillón—. ¿Es verdad lo que dice la esposa de Suarez? ¿Usted sanó al niño?

—Sí.

—Usted es una Sanadora…— murmuró Torres para sí.

—Entre otras cosas— le confirmó ella.

Lyanna percibió claramente cómo el foco de atención de Torres cambiaba por completo, abandonando a Mateo y centrándose ahora completamente en ella. Lyanna sonrió, satisfecha de haber podido quitar la amenaza que Torres constituía para Mateo.




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