La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XIX: VENENO - CAPÍTULO 92

—¡Bruno!— exclamó Juliana al abrir la puerta del frente de la casa de Nora.

—Tengo noticias— dijo él con tono urgente.

—Claro, pasa— lo invitó Juliana—. Los demás están en el comedor.

Cuando Bruno entró en el comedor, Luigi, Polansky y Allemandi levantaron la vista hacia él con ojos ansiosos.

—Encontré a Liam— anunció sin preámbulos.

—¿Tan rápido? ¿Cómo? ¿El muchacho está bien?— se sorprendió Allemandi.

—Bien, sí, por el momento— respondió Bruno—. Estaba en la base Guinn, tal como lo sospechábamos, bueno, al principio.

—¿Te infiltraste en la base?— quiso saber Luigi.

—No, eso hubiese sido muy arriesgado. No quería poner al chico al descubierto, así que solo le puse un rastreador.

—¿Cómo hiciste eso sin entrar a la base?

—No es tan difícil como parece. Todos estos lugares secretos y de alta seguridad siempre tienen un punto débil de entrada.

—¿Cuál es el punto débil de la base Guinn?— inquirió Polansky intrigado.

—No tienen lavandería propia— explicó Bruno—, y los uniformes tienen los nombres de los soldados bordados en el bolsillo izquierdo de la camisa. Infiltrarse en una compañía de lavado de ropa es mucho más fácil que hacerlo en una base militar. Solo busqué la camisa con mi nombre y cambié uno de los botones por un micro transmisor.

—Bien hecho— lo felicitó Juliana.

—Vigilé sus movimientos en la base a distancia. Al principio todo parecía normal, pero ayer, su señal salió de la base a bordo de un jeep manejado por un solo hombre con una enorme caja de madera cerrada en la parte de atrás. Era posible que fuera solo su uniforme lo que estaba en la caja, pero no quise arriesgarme y lo seguí. El jeep no fue a la lavandería sino a una mansión alejada, en medio de la nada. Un lugar con más seguridad que la propia base: cercas electrificadas, cámaras de video, guardias armados y con perros, patrullando el perímetro constantemente. Vigilé el lugar desde una colina cercana pero no había señales de Liam, hasta hoy al mediodía. Lo vi salir de la mansión y subir a otro vehículo para ser trasladado a otra parte.

—¿En contra de su voluntad?

—Eso me pareció, así que me aposté en el camino y asalté el vehículo, rescatándolos.

—¿Rescatándolos? ¿Plural?— inquirió Juliana.

—Sí— corroboró Bruno—. Liam insistió en que su amigo debía venir con nosotros.

—¿Qué amigo?— frunció el ceño ella.

—Un Sanador del Círculo de nombre Rory.

—¡Rory!— exclamó Juliana, desconcertada—. ¿Qué hace Rory aquí? ¿Cómo cruzó con el portal bloqueado?

—Eso no lo sé— meneó Bruno la cabeza—. Liam no tuvo tiempo de explicarme mucho. Solo sé que la habilidad sanadora de Rory no funciona. El muchacho tenía las manos vendadas y estaba tan débil que no podía caminar sin la ayuda de Liam.

—¿Dónde están ahora? ¿A dónde los llevaste?— quiso saber Juliana.

—A tu casa— respondió Bruno.

—Bruno, te dije que mi casa no era segura. ¿Por qué no los trajiste aquí?— le reprochó ella.

—Es… complicado— suspiró Bruno—. Será mejor que se sienten. La historia es larga.

Todos se sentaron a la mesa y Luigi trajo té y galletas.

—La base Guinn está bajo el mando de un tal general Munster— comenzó Bruno—. La mansión alejada a la que Liam fue llevado es de su propiedad. Liam dice que Munster es Nemain y no Emilia Morgan como pensábamos.

—¿Está seguro?

—Sí. Munster ejerció su poder sobre él, trató de quebrarlo. Liam le hizo creer que lo había logrado e hizo un trato con él, es decir ella, Nemain.

—¿Qué clase de trato?— arrugó el entrecejo Juliana con desconfianza.

—Su vida y la de Rory a cambio de entregarle a Augusto.

—¡¿Qué?!— saltó Juliana de su silla con los puños crispados.

—Déjame terminar— levantó las manos Bruno, pidiendo paciencia.

Juliana se volvió a sentar con el cuerpo tenso y el rostro preocupado.

—Liam solo le hará creer que tiene intenciones de hacerlo, pero desde luego, no va a llevarle a Augusto, sino que desviará su atención lo más lejos posible de él— explicó Bruno.

—Un momento— lo detuvo Polansky—. ¿Munster-Nemain descubrió que Liam era un espía y lo liberó junto con otro de sus cautivos, confiando en que simplemente cumplirán con su parte sin más?— cuestionó, incrédulo.

—No exactamente— respondió Bruno—. Le puso un micrófono en el pecho para escuchar sus conversaciones y así estar seguro de que Liam no lo está traicionando.




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