La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XX: EL PRECIO DE LA DESCONFIANZA - CAPÍTULO 97

Cormac tomó la lámpara de aceite, dio media vuelta y comenzó a alejarse por la caverna.

—¿A dónde vas? —le gritó Marga, apretando los barrotes con sus manos.

—Ya tuve suficiente de ti. Necesito un poco de aire —dijo Cormac sin detener su andar ni mirar atrás.

—¡No! ¡Espera! ¡Por favor! ¡Vuelve!

Cormac hizo caso omiso de sus ruegos y siguió caminando.

—¡No me dejes sola aquí en la oscuridad! ¡Por favor! —suplicó ella con voz plañidera.

Él se detuvo, su lucha interna era visible en la tensión de sus músculos.

—Solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes entre nosotros, como cuando estábamos en el castillo de Tiresias. Dime lo que tengo que hacer para que nuestra relación vuelva a ser lo que era, Cory, solo dime lo que tengo que hacer —le pidió ella de rodillas en su celda.

Cormac cerró los ojos y exhaló un largo suspiro. Lentamente, se volvió sobre sus pasos y se sentó nuevamente frente a los barrotes de la celda, apoyando la lámpara en el piso a su lado.

—¿Quieres que las cosas vuelvan a ser como antes? —le espetó—. Entonces, háblame de tus visiones. Cuéntame todo, como lo hacías antes.

Marga asintió:

—Pregúntame lo que quieras —dijo con sinceridad.

—¿Tuviste más visiones después de pasar por el Ojo Verde?

—Sí, una.

—¿Cuándo?

—En la cabaña de Lug, mientras estaba atada a esa silla bajo la vigilancia de Ana y Randall.

—¿Por qué no dijiste nada?

—Lug no me dio oportunidad…

—Si de verdad quieres que me quede, no más mentiras —le advirtió Cormac con un dedo en alto.

—De acuerdo, de acuerdo —levantó las manos Marga en señal de rendición—. Me guardé la información en caso de que la necesitara para negociar mi libertad.

—¿Negociar? ¿Y quieres hacerme creer que has cambiado? —la cuestionó Cormac.

—¿Quieres saber lo que vi o no? —protestó ella.

—Dímelo.

—Vi a Merianis. Ya no está en la celda de cristal, ha sido trasladada.

—¿A dónde?

—Está en una cueva natural cerca de un bosque.

—¿Aquí en el Círculo?

—No, sigue en el otro mundo.

—¿Qué más?

—La cueva es secreta, su acceso solo lo conoce Nemain, pero es un lugar cercano a donde ella tiene su base de operaciones.

—¿Cómo está Merianis?

Marga suspiró, meneando la cabeza.

—¿Cómo está Merianis? —repitió Cormac.

—Sus muñecas están encadenadas a una pared de la cueva con grilletes por encima de su cabeza. Sus alas… —Marga respiró hondo para proseguir—. Nemain desplegó sus alas y las clavó con clavos de hierro a la roca para aumentar su agonía. Necesita alimento y agua. Necesita exponer sus alas al sol para recuperar su energía y poder sanar… Cormac… no creo que pueda sobrevivir más de unas pocas horas.

—¿Esta es la información que te guardaste? ¿Arriesgaste la vida de Merianis para negociar tu libertad? —la cuestionó Cormac, enojado.

—Cormac, debes convencer a Lug de que abra el portal o Merianis no sobrevivirá —lo urgió Marga.

—Ya es tarde para eso —le respondió Cormac—. Lug ya tomó la decisión de no abrir el portal.

—¿Qué? ¿Va a dejar que Merianis muera?

—¿Lo que dices sobre el estado de Merianis es verdad?

—Sí, lo juro.

—Entonces Merianis ya está muerta —anunció Cormac—. Han pasado tres días desde que Lug te desmayó en su cabaña.

—Tres días… —murmuró Marga, horrorizada—. No…

—La sangre de Merianis está sobre tu cabeza, Marga —la acusó Cormac sin piedad.

Marga se derrumbó contra la roca, llevando las manos a su rostro, sollozando.

—Tu llanto tardío no soluciona nada —le dijo Cormac con desprecio.

Marga se secó las lágrimas con el dorso de la mano y levantó la vista hacia Cormac:

—Deben avisarle a Anhidra —lo urgió—. Ella debe tomar el trono de las mitríades antes de que Nemain lo haga.

—¿Cómo? Tú disolviste el Ojo Verde, tú le robaste esa posibilidad.

Marga bajó la mirada al piso, derrotada.

—¿Qué va a pasar ahora? ¿Cuál es el plan de Lug? —preguntó después de un largo silencio.

—Con la muerte de Merianis, su resolución de mantener el portal bloqueado se fortalece —dijo Cormac—. En este momento, está haciendo planes de defensa con Llewelyn, preparándose para la llegada de Nemain.

—No, no, Nemain debe ser detenida en el otro mundo —protestó Marga.

—Lug piensa que su mejor oportunidad de contenerla es aquí, en el Círculo. En el otro mundo, solo cuenta con un puñado de amigos cuyas vidas no quiere arriesgar más, en cambio aquí, tiene a su disposición aliados poderosos y ejércitos enteros listos para acatar sus órdenes —explicó Cormac.

—Sí, pero existe una única línea de tiempo en la que Nemain puede realmente ser contenida y esa línea muestra que Lug debe llevarme al otro mundo —trató de convencerlo Marga.

—Eso nunca va a pasar —respondió Cormac, poniéndose de pie para irse—. Trata de dormir, te conseguiré unas mantas —le dijo, alejándose por el pasillo.

Marga no se molestó en rogarle que se quedara, intuía que todas sus súplicas serían inútiles esta vez. Vencida, con sus esperanzas deshechas, Marga se acurrucó contra la fría pared de roca y cerró los ojos. La única promesa que le importaba cumplir, la que le daría una segunda oportunidad, no había podido ser satisfecha: Merianis estaba muerta, y con su muerte, se derrumbaba todo su plan, toda su vida. Por un negro y desesperado momento, deseó tener un puñal a la mano para quitarse la vida.




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