La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XX: EL PRECIO DE LA DESCONFIANZA - CAPÍTULO 98

Lug estaba hablando con Humberto y con Dana cuando Cormac llegó por el sendero que venía de las cuevas de Govannon.

—¿Y bien? —le preguntó el Señor de la Luz a Cormac.

—Le preocupa no saber a dónde está —dijo Cormac.

—Bien. ¿Qué más?

—Sigue insistiendo con que ahora es una persona diferente y que es necesario que ella cruce al otro mundo para detener a Nemain.

—¿Se creyó lo de que no voy a abrir el portal? —quiso saber Lug.

—Sí, totalmente —afirmó Cormac.

—Excelente. ¿Pudiste entrever si ha estado en contacto con Nemain?

—No lo creo, no, al menos no en una comunicación directa. Pero sí tuvo una visión sobre Merianis.

—Cuéntame —le pidió Lug.

Cormac le describió a Lug el estado de la reina de las mitríades en su nueva prisión y el rostro de Lug se ensombreció con una mezcla de consternación y furia. Dana tragó saliva, profundamente turbada.

—Marga dice que le quedan solo horas de vida —concluyó Cormac con el rostro preocupado.

—Horas… —murmuró Lug, y luego a Humberto: —¿Cuánto es eso en tiempo del Círculo?

—Tal vez cuatro o cinco días, no estoy seguro. Mis cálculos no son exactos —respondió Humberto.

—¿Tiempo del Círculo? —frunció el ceño Cormac, sin comprender.

—Humberto descubrió que al clavar mi espada en el cristal, provoqué un desfasaje temporal entre el Círculo y el otro mundo. Al parecer, el mes que pasó desde que volví al Círculo corresponde a unos cinco días del otro lado.

—Me pregunto si Nemain sabía que eso iba a pasar —dijo Cormac.

—Pensamos que sí —intervino Dana—. Creemos que esa es la verdadera razón por la que ella empujó a Lug a bloquear el portal: necesitaba darle tiempo a Marga para que restaurara su memoria.

—Tiene sentido —asintió Cormac.

—¿Crees que Marga también lo sabe? —le preguntó Lug.

—No. Le dije que habían pasado tres días desde que la sacaste del bosque de los Sueños y que por lo tanto Merianis estaba muerta. Su reacción indicó claramente que no tiene idea del desfasaje.

—Bien —aprobó Lug.

Govannon descendió por un sendero al sur del valle que contenía la Cúpula, entre las enormes rocas laberínticas que protegían el lugar donde se alzaba aquella fluctuante masa de energía. En pocos minutos, estuvo junto a Lug y los demás:

—Llewelyn está listo. Él y Alaris prepararon todo según tus órdenes —le anunció a Lug.

—Gracias, Gov. Te enviaré ayuda para la confección de las armaduras: muestras y un experto en física y química del otro mundo. Su nombre es Polansky.

—Estaré aquí, junto a Humberto, para recibirlo cuando lo envíes por el portal —aseguró Govannon.

—Excelente —aprobó Lug.

El Señor de la Luz se volvió hacia la enorme y fulgurante cúpula y respiró hondo para darse coraje. El momento había llegado. El proceso de sacar la espada era arduo y delicado, pero confiaba en que con la ayuda de Govannon, podría lograr desbloquear el portal sin hacer volar a todo el Círculo en pedazos.

—Estoy listo —anunció Lug a Govannon, y luego a los demás: —Cuando esté hecho, tendremos que movernos rápido.

—Estaremos preparados —le aseguró Cormac.

—Buena suerte —le dio un beso Dana.

Lug solo sonrió y se dirigió a la cúpula. Govannon comprobó el cristal colgado de su cuello y lo siguió, apoyando una mano sobre su hombro. La radiación de la cúpula les provocó una sensación de ardor agudo, como si la energía les estuviera quemando la piel. Govannon cerró los ojos y apretó los dientes, tratando de resistir. Lug siguió avanzando, desafiando con su mera voluntad al poder de la cúpula alterada. La energía era tan potente que lo cegaba sin remedio. Sus manos comenzaron a temblar y todo su cuerpo se aflojó como si sus huesos se volvieran de gelatina. Lug detuvo su avance, su respiración se volvía cada vez más trabajosa. No estaba seguro de poder llegar hasta el cristal y mucho menos sacar la espada. Sintió la mano de Govannon apretando su hombro con desesperación. Cuando estuvo a punto de colapsar, Lug cerró los ojos. Los párpados apenas le obedecieron. Un fuego intenso e insoportable le invadía todo el cuerpo. Tenía que bajar la temperatura, enfriar su cuerpo de alguna manera. Con el último remanente de su conciencia, accedió a su habilidad y dio la orden. De inmediato, un campo de protección lo envolvió y sus células comenzaron a trabajar vertiginosamente, enfriando, expulsando y sanando los efectos de la radiación. Al ver que funcionaba, extendió su poder al cuerpo de Govannon, pero el esfuerzo fue demasiado y cayó desmayado a menos de medio metro del cristal central.

Cuando despertó, Lug se encontró con que estaba tendido en el suelo. Alguien estaba sentado a su lado y le sostenía la mano:




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