La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XXI: EL FUNERAL DE LIAM - CAPÍTULO 101

Marga volvió a la conciencia de golpe, con el corazón acelerado y los restos del pánico de su ejecución todavía nublando su mente. Varias cosas le indicaron que estaba viva. Primero, sus manos seguían atadas y por más que forcejeaba, no podía aflojar los nudos. Segundo, estaba sentada en el suelo, con la espalda recostada sobre un árbol seco, que era parte de un enorme bosque de árboles muertos. Y tercero y más importante: Lug y Dana estaban a unos metros de ella, examinando uno de los árboles y hablando quedamente entre sí. El hecho de que Lug llevaba su espada no pasó desapercibido a sus ojos.

—Me alegro —dijo Dana, apoyando una mano sobre el hombro de Lug.

—Yo también —respondió él—. Walter no hubiera querido arrastrar a todo el bosque a la muerte. Es bueno que algunos de los árboles vayan a salvarse.

—Estamos en el otro mundo, ¿no es así? —dijo Marga desde el suelo, llamando su atención.

Lug se volvió hacia ella con mirada amenazante. Ella eligió no reprocharle la sádica parodia de su ejecución. No importaba. Nada de eso importaba, pues Lug había hecho lo correcto: había reabierto el portal y la había traído con él para enfrentar a Nemain.

—Sí —le respondió Lug—. Y no tengo que decirte que si no te comportas...

—Haré lo que prometí —le aseguró ella—. Te ayudaré a neutralizar a Nemain.

—Y a rescatar a Merianis —completó él.

—¿No te dijo Cormac que Merianis está...? —comenzó ella tentativamente, tratando de no volver a encender la ira en él.

—Merianis todavía vive —le dijo Dana.

—¿Cómo? —inquirió Marga, desconcertada.

—Eso no importa —le respondió Lug—. Solo asegúrate de cumplir con tu parte.

—Por supuesto —asintió ella.

Algo distrajo a Lug, quien se alejó de las dos mujeres, internándose en el bosque unos metros.

—¿Qué sucede? —le preguntó Dana con el rostro preocupado.

—Alguien más está aquí —frunció el ceño Lug, volviéndose hasta Marga y tomándola de un brazo para forzarla a ponerse de pie.

—¿Quiénes son? —inquirió Dana.

—Vamos. Están cerca de la cabaña de Walter —respondió Lug, tironeando a Marga.

—Podría seguirte más fácilmente si me desataras las manos —protestó Marga.

—No abuses de tu suerte conmigo —le advirtió Lug.

Marga resopló con frustración, pero no dijo nada más. Lug la llevó del brazo por un sendero del bosque hacia el oeste. Dana los seguía de cerca.

Al aproximarse a la cabaña, Lug soltó a Marga y se apoyó un dedo sobre los labios, indicando silencio. Se escondió tras el grueso tronco de un eucalipto y desenvainó su espada con sigilo. Dana lo imitó, ocultándose tras otro árbol y desenfundando su puñal. Marga se quedó más atrás, con la mirada y los oídos atentos.

Cuando Dana vio a los intrusos del bosque, envainó rápidamente su puñal. Reconoció enseguida a Juliana, Luigi y Bruno. Había un hombre más al que Dana no conocía. Observó que Bruno tenía una pala en la mano, pero antes de que pudiera especular sobre el asunto, vio a otro joven entre los árboles, unos metros más allá. Sin dudarlo, se lanzó corriendo hacia él y lo abrazó:

—¡Rory! ¡Estás vivo! ¡No sabes cuánto me alegro!

—¿Dana? —atinó a articular Rory con la boca abierta de asombro.

Juliana y Luigi estuvieron a punto de preguntarle a Dana cómo era posible que hubiese cruzado desde el Círculo, pero al ver a Lug asomando por detrás, les quedó claro que el Señor de la Luz había desbloqueado el portal.

—¿Qué te pasó? —frunció el ceño Dana al ver las manos vendadas de Rory y su aspecto pálido y ojeroso.

—Nemain estuvo torturándolo —dijo Juliana.

—Pero... —comenzó Dana, sin comprender por qué tan eximio sanador continuaba en tan deplorables condiciones físicas.

Rory adivinó su objeción y respondió:

—Mi habilidad no funciona aquí —. En su tono había más que el dolor y la angustia de sus heridas físicas abiertas, había una tristeza, una amargura y una impotencia que iban más allá de la comprensión de Dana.

—Estoy segura de que Lug podrá sanarte, no te preocupes —trató de confortarlo Dana, pero al volverse hacia su esposo para pedirle que ayudara a Rory, vio que Lug no parecía contento de haber encontrado a sus amigos. Su rostro estaba desencajado, sus labios entreabiertos temblaban y parecía como si apenas pudiera sostenerse en pie.

Dana vio que Lug tenía la vista fija en un bulto que estaba tendido en el piso, del tamaño de un cuerpo humano, tapado con una sábana blanca. Al lado del bulto, había una fosa recién cavada. Por primera vez, prestó atención a los rostros de todos y se dio cuenta de que Juliana había estado llorando y de que Luigi, Bruno y el otro hombre apretaban los labios en un rictus amargo y sombrío.




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