La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XXIII: EL ÚLTIMO RECURSO - CAPÍTULO 114

—Durante el cautiverio de Lug, cuando estuvo bajo el poder de la Hermandad del Sello, me forzaron a perpetrar sobre él un ritual llamado Obstrucción de Poder —comenzó a explicar Liam—. Me hicieron cerrar sus centros de energía, dibujando cruces con mi sangre sobre su cuerpo. Yo no creí que lo que estaba haciendo realmente funcionaría, pero así fue, y Lug cayó inconsciente y al borde de la muerte, tal como ahora. Por suerte, antes de perder la conciencia, Lug tuvo la lucidez de explicarme qué era lo que estaba mal con él y pude restaurarlo.

—¿Por qué estás perdiendo el tiempo con tantas explicaciones? —le reprochó Dana—. ¡Solo hazlo!

Liam cerró la boca y se arrodilló junto a Lug. Respiró hondo y apoyó su mano sobre el pecho de Lug, recitando con solemnidad:

—Con mi mano, abro y te devuelvo la fuerza de tu corazón. Desde este momento, eres libre de la Tríada y sus designios. Acéptalo y despierta.

Todos contuvieron la respiración, esperando alguna reacción por parte de Lug. Nada. Liam repitió el ritual. Después de reiterar sus palabras y gestos unas cinco veces sin obtener resultados, Liam apartó su mano del pecho de Lug con el rostro preocupado.

—¿Por qué no funciona? —inquirió Dana.

—¿Estás seguro de que esto es exactamente lo que hiciste la última vez? —lo cuestionó Juliana.

—Tal vez es demasiado tarde —ofreció Polansky.

—La última vez, fuiste tú el que pusiste el bloqueo y por eso pudiste sacarlo. Ese no es el caso esta vez. La obstrucción fue realizada con la energía de la Tríada. Tal vez no tienes el poder suficiente o el tipo de sintonía energética para lograrlo en esta ocasión —manifestó Augusto.

—Sintonía… —murmuró Liam.

—¿Significa eso que solo Lyanna puede restaurarlo? —preguntó Dana.

—No exactamente —musitó Augusto, pensativo—. Creo que solo necesitamos sintonizarnos con la energía de la Tríada.

—¿Y cómo vamos a hacer eso? —lo cuestionó Liam.

Por toda respuesta, Augusto se metió la mano en el bolsillo y sacó un objeto envuelto en seda blanca. Desenvolviéndolo con cuidado para no tocar la gema con sus dedos, lo mostró a los demás.

Los ojos de Dana se abrieron como platos:

—¿Es… es eso lo que creo que es? —balbuceó entre fascinada y temerosa—. ¿Es ese el mismísimo Tiamerin, el Ojo Rojo?

—Así es —confirmó Augusto.

—¿Cómo…? —comenzó a preguntar Juliana.

—Larga historia —la atajó Augusto.

—El Tiamerin está sintonizado con la energía de Nemain —comprendió Dana—, lo cual significa que es la misma sintonía que Lyanna usó para bloquear a Lug, pues estaba en contacto con ella.

—Es mi teoría, sí —contestó Augusto.

—El Tiamerin es también un amplificador —asintió Dana—, creo que servirá a un doble propósito: sintonizar e incrementar el poder del ritual de Liam.

—¿Qué estamos esperando? —extendió su mano Liam hacia Augusto para que éste le entregara la gema.

Pero Augusto recogió su mano, negando el Tiamerin a Liam.

—¿Qué pasa, viejo? ¿No confías en mí? —inquirió Liam, dolido.

—Merianis nos advirtió que el Tiamerin era peligroso, que no debíamos tocarlo directamente.

—Está bien, tendré cuidado —prometió Liam.

Augusto le dio la gema con un suspiro reticente y Liam la tomó entre sus manos, manipulándola con cuidado, como si fuera un objeto sagrado. Polansky se acercó con curiosidad, suspendiendo su mano sobre la gema envuelta en la mano de Liam.

—¿Qué sientes? —le preguntó Liam a Polansky, interesado.

—Nada —negó Polansky con la cabeza—. Está inactivo. El envoltorio lo mantiene apagado.

—Entonces tendremos que correr el riesgo —dijo Liam.

Y antes de que los demás pudieran adivinar sus intenciones y detenerlo, Liam desenvolvió la gema y la apoyó sobre el pecho desnudo de Lug, colocando luego su mano encima y recitando con voz potente:

—Con mi mano, abro y te devuelvo la fuerza de tu corazón. Desde este momento, eres libre de la Tríada y sus designios. Acéptalo y despierta.

Augusto estuvo a punto de apartar a Liam de Lug, pero Dana interpuso su cuerpo para detenerlo.

—¡¿Estás loco?! —le gritó Augusto a Liam.

Pero Liam solo cerró los ojos y se concentró en la gema.

—¡Por todos los cielos! —musitó Polansky para sí al percibir la enorme cantidad de energía despedida por el Tiamerin, y luego en voz alta: —¡Liam! ¡Liam, detente! ¡Liam, vas a…!

La advertencia de Polansky fue truncada por un alarido de Liam, quién levantó la mano del Ojo Rojo, llevándola a su pecho, gimiendo de dolor. La palma de su mano tenía una quemadura de tercer grado.




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